Mi
hija con casi 11 años nos ha hecho creer hasta el último momento que sigue
creyendo en los Reyes Magos, así es mucho más fácil que vengan y hace más
ilusión. Lo que creemos y lo que creen los que nos rodean influye en lo que
hacemos y por lo tanto en lo que nos pasa y en nuestros resultados.
Nuestro
sistema de creencias determina nuestro modo de ver el mundo, establece nuestra forma
de pensar, lo que nos lleva a actuar de una determinada manera y a conseguir
unos determinados resultados.
Creencias → Pensamientos → Acciones → Resultados
Esto
se ve mejor con un ejemplo: si estoy convencido de que soy malo en matemáticas
(creencia), pienso que voy a suspender aunque estudie lo que me lleva a pensar
que no merece la pena sacrificar un partido,
ver una película o una buena conversación para estudiar (pensamientos), lo que
me lleva a hacer menos esfuerzos para estudiar o no estudiar, total voy a
suspender (acciones), lo que me lleva efectivamente a suspender (resultado).
Además el resultado tiende a reforzar la creencia inicial (soy malo en
matemáticas), con lo que entro en un círculo vicioso.
Puede
que crea lo contrario: soy bueno en matemáticas o que siempre que estudio
aprendo (creencia), lo que me lleva a pensar que si estudio sacaré adelante la
asignatura y estableceré una buena base para el futuro (pensamientos), lo que
me anima a estudiar y a hacer problemas que disfruto porque se me dan bien (acciones)
y finalmente saco buenas calificaciones (resultado), lo que refuerza mis
creencias iniciales de que si estudio aprendo y que soy bueno en matemáticas.
Cómo
decía Henry Ford “tanto si crees que puedes como si crees que no puedes estás
en lo cierto” Porque las creencias nos llevan a las acciones que refuerzan esas
propias creencias, nos llevan a los resultados que respaldan esas creencias (lo
que crees creas). Así que si no te gustan tus resultados revisa tus creencias.
Las
creencias acaban siendo nuestro filtro para ver el mundo y sólo vemos lo que
creemos, no es que creamos lo que vemos y de ello tenemos múltiples ejemplos
como la imagen de la mujer joven o vieja (según nuestra primera impresión).
Solo vemos lo que estamos preparados para ver, mira si eres capaz de contar el
número de veces que los de la camiseta blanca se pasan el balón en el siguiente
vídeo (ya un clásico).
¿Qué
es cierto?: Si lo creo lo veo o si lo veo lo creo. Muchos no creen hasta ver y
entonces no ven. Si nos paramos a pensar no creemos lo que vemos, vemos según
lo que creemos, con lo que, dando un paso más acabamos creando lo que creemos.
Lo que creemos afecta a los demás y a su rendimiento, como pone de manifiesto el Efecto Pigmalión. Si los profesores creen que los alumnos son buenos y los tratan así serán buenos estudiantes (Ver estudio de Rosenthal y Jacobson). Lo que tiene relación con la profecía autocumplida, cuando pronosticas que algo va a suceder acaba sucediendo. Cuida lo que dices a tus hijos, a la gente que te rodea, es probable que se lo crean.
Encontramos
distintos orígenes para nuestras creencias: Hay creencias que heredamos de nuestros mayores, cuando somos pequeños
creemos lo que nos cuentan, prácticamente cualquier cosa hasta los 8 o 10 años.
También vamos generando nuestras propias creencias
según nuestra experiencia generalizándola, como ejemplo un día dimos mal
una patada a un balón generalizamos que somos malos en deportes, con lo que trataremos
de no exponernos y no practicar ningún deporte, con lo que acabaremos siendo
malos deportistas convencidos o bien damos la patada bien o alguien nos anima,
creemos que somos buenos para los deportes, seguimos practicando y acabamos
siendo buenos. O podemos establecerlas por otros métodos, como puede ser la repetición, diciéndonos muchas veces
por ejemplo “si quieres puedes” lo que te anima a hacer. Estos últimos métodos
nos pueden ayudar a cambiar si queremos nuestras creencias.
Tendemos
a no cambiar nuestra forma de ser, nuestra forma de ver el mundo, nuestras
creencias por distintos motivos:
- Orgullo: no nos gusta aceptar que nos podemos equivocar.
- Culpa: por los errores cometidos por esos juicios errados.
- Pereza: pocas ganas de hacer esfuerzos para cambiar.
- Miedo: a lo que nos puede traer lo nuevo, nos aferramos al dicho de más vale malo conocido que bueno por conocer.
- Inadecuado: No soy suficientemente… (bueno, inteligente, rápido, rico, delgado, joven, viejo…)
- Escasez: No hay suficiente… (dinero, tiempo, energía, recursos, amor, apoyo…)
- Desconfianza: No confío en… (ti, en mí, el tiempo, el proceso, Dios…)
Si
observas puedes encontrar creencias que no te convienen y puedes sustituirlas
por otras que te vayan mejor. Conocer nuestras creencias es el primer paso para
cambiarlas. Escogemos en que creemos en cada momento del día, son nuestros
juicios y opiniones. Escoge de forma consciente en que quieres creer.
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