Me
gusta ir a leer y estudiar a la biblioteca, me siento acompañado en lo que hago.
Supongo que muchos vamos allí para evitar las interrupciones que podemos tener
en casa o en el despacho, por parte de otros o para hacer una visita a la
nevera.
En
una de esas visitas a la biblioteca me senté frente a una chica de unos 20
años, en las dos horas que yo estuve allí no se levantó de la silla. Toda una
mañana de estudio.
Me
llamó la atención porque no paró de mirar el móvil en las dos horas. El proceso
era algo así:
- Mira el móvil, sonríe y teclea algo.
- Deja el móvil.
- Vuelve a estudiar durante medio minuto.
- Consulta el móvil, sonríe y vuelve a escribir algo (estamos de nuevo en el punto uno).
Durante
las dos horas no pasó de página. Es posible que ella estuviese convencida de
que había pasado dos horas estudiando y fuese poco consciente de lo poco
productivo de esas dos horas. Sospecho que podía haber sido más beneficioso
quedar a tomar un café con el que estuviese en el otro lado de la comunicación.
O si iba a estudiar apagar o apartar el móvil de su vista.
Y es
que cuando interrumpimos una tarea pagamos un gran precio para retomarla. Si
estamos leyendo tenemos que releer los últimos párrafos, lo que sucede con
cualquier cosa que estemos haciendo, retomar el hilo tiene su precio. En el
caso de esta chica no consiguió ni pasar de página en dos horas (¡igual
consiguió otras cosas!). Cualquier tarea se alarga cuando la interrumpimos y la
retomamos.
¿Quién
era responsable de tanta interrupción? Quizá quien estaba al otro lado de la
comunicación tenía su responsabilidad, aunque sin duda alguna cuando alguien
nos interrumpe es porque nosotros le dejamos.
Nos
dejamos interrumpir porque nos han educado para atender al que llega a hacernos
una petición. Es adecuado echar una mano si es que podemos y atender a nuestros
compañeros si es necesario. Lo que no está tan claro es que tengamos que
perjudicarnos por ello.
Debemos
encontrar el equilibrio entre el respeto y la atención a los demás y el respeto
por nosotros mismos. Si lo que estamos haciendo es importante (nos lleva a los
resultados que perseguimos), si nos interrumpimos nos estamos faltando el
respeto a nosotros mismos. Y si permitimos que nos interrumpan con cualquier
cosa también nos faltamos al respeto. El nuestra labor encontrar el equilibrio
entre la consideración a los demás y nuestra propia consideración. Esta es una
de las tareas más difíciles a la hora de gestionar bien el tiempo, nuestra
vida.
Foto del banco de tiempo de Segovia |
La
frase “tienes un minuto” es muy peligrosa, ese minuto fácilmente se puede
convertir en media hora. La persona que nos invade quizá no es consciente de
que en ese momento necesitamos ese minuto o esa media hora, quizá hasta piensa
que nos está haciendo un favor para que nos relajemos.
Decía
Jacinto Benavente que mucha buena gente que sería incapaz de robarnos el dinero,
nos roba sin escrúpulo alguno el tiempo que necesitamos para ganarlo. Creo que
en ocasiones ni siquiera se dan cuenta.
Una
buena forma de aumentar la productividad es empezar antes de que el resto
llegue. La primera hora de la mañana suele ser muy productiva porque no hay
interrupciones. Y si vives en una gran ciudad el madrugar un rato más puede
evitar parte de los atascos.
El
primer paso es ser consciente de las interrupciones que tienes, tanto las
provocadas por otros como las que te auto-provocas, para después poder
combatirlas.
Si
quieres trabajar con las interrupciones te pueden interesar dos entradas del
blog anteriores: la técnica Pomodoro y aprender a decir “NO”
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