Me
ha llevado un tiempo ponerme a escribir esta entrada. Aunque realmente, no me
ha llevado tanto escribirla una vez que me he puesto a ello. De hecho, cuando
empiezo, las palabras parecen fluir solas.
El
12 de diciembre, un amigo de toda la vida, que ahora vive lejos (a la
suficiente distancia para no vernos a menudo) nos puso al día de sus últimos
dos meses.
En
esos dos meses se mezclan muerte y vida, un diagnóstico de una dolencia grave y
una operación agresiva, diez días antes de que naciese su primera hija, la
nueva vida que llega.
Y
de esto me cuesta escribir, me cuesta darme cuenta de que no somos inmortales,
algo que es tan evidente, me duele sentirlo y pensarlo. Los amigos, familiares…
parece que van a estar ahí siempre; parece que vamos a estar siempre ahí, nos queda
tanto por vivir, tantos con los que vivir (especialmente con los hijos). Y no
sabemos cuánto tiempo nos queda, hagamos que ese tiempo merezca la pena.
No somos eternos. Dibujo de Leyre Fontaneda. |
Me
gusta pensar que aún soy joven, igual que mis compañeros de colegio que también
son jóvenes. Parece que la definición de joven es de mi edad hacia abajo. Esa
parece que era la definición de mi abuelo con 90 años, donde cualquiera que
tuviese menos era un chaval.
Y
como somos inmortales podemos
esperar para un montón de cosas, vamos dejando lo que nos importa, entretenidos
con otras cosas, y ya llegará el momento, más adelante: cuando acabe la
carrera, cuando me case, cuando tenga un trabajo estable, cuando tenga hijos,
cuando los hijos se vayan, cuando me jubile… Dejando las cosas para ese tiempo
infinito que parece el futuro.
A veces no parece buen momento y se
acaba convirtiendo en que nunca es buen momento, para esa conversación, para
ese viaje de cinco días, para ese reencuentro. Quizá si paramos y nos dejamos
sentir, lo pensamos despacio, ese nunca es buen momento se puede convertir en
que cualquier momento es bueno.
Tenemos el poder de elegir,
elegir que hacemos en cada momento. El momento puede ser ahora o podemos seguir
esperando, eternamente, el momento perfecto ¿A qué esperamos? ¿A qué esperas?
¿A qué espero?
Por
otra parte, la vida consiste en vivir, en ser, no tanto en hacer.
La
felicitación de este amigo para este año: “que
el 20 traiga salud a todos… lo demás viene solo”. Qué así sea compañero J.
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