La apatía es la falta de emoción, asociada con falta de motivación o entusiasmo. Los grados y las causas son múltiples, algunas de ellas pueden ser la falta de expectativas, el desgaste emocional y la falta de refuerzo.
En la
apatía nos abandonamos a la falta de actividad física, mental y social. Si teníamos-queríamos
hacer algo que vamos posponiendo, nos sentimos culpables, faltos de fuerza de
voluntad, hasta he oído decir eso de “soy imbécil”. Sabiendo lo que tengo que
hacer lo he ido dejando hasta que parece demasiado tarde o, en el peor de los
casos, es demasiado tarde.
Todos
podemos recordar algún momento de estudios donde costaba ponerse a estudiar,
cualquier cosa parecía más interesante, ver una película o hasta fregar los
platos.
Pereza, apatía o desgana. Dibujo de Leyre Fontaneda |
La experiencia me indica que lo que más cuesta es ponerse, empezar, vencer la barrera de la pereza. Una vez comenzado, la inercia invita a continuar. Nos podemos poner sin ganas, solo por cinco minutos, y los siguientes cinco minutos serán más fáciles.
Los
pensamientos “me tenía que poner a…” junto con “el último vídeo, la última
partida…” hacen que pase un minuto, diez, una hora, un día, un mes y hasta un
año. El cargo de conciencia se acumula, la sensación de fracaso, de ser
incapaz.
Empezar
es la salida, es el primer paso el que lleva a un viaje de
100 millas o más. Una vez comenzado el viaje, con constancia se llega. Y es que
no hay misterios, para estar en forma hay que hacer ejercicio (y empezar en
algún momento), para dominar un idioma o las matemáticas sucede lo mismo.
Empezar, dar el primer paso, y continuar, seguir dando pasos.
Puede
ayudar encontrar la motivación, ya sea en el camino (algo que disfrutar) o en
la meta. Lo bien que te vas a sentir una vez lo hayas conseguido.
No
hace falta esperar al momento límite, a la frase “es que funciono mejor bajo
presión”. La presión, es estrés, acaba pasando factura.
Además,
el momento límite solo llega para algunas cosas, que tienen marcada fecha. Hay otras
cosas importantes, sin fecha límite, en las que la presión nunca llega y cómo “solo”
trabajamos bajo presión, nunca las hacemos.
Observa
eso que lleva mucho tiempo entre lo pendiente, que tú sabes que es importante
para ti y aun así se queda sin avanzar, incluso sin comenzarse. Decide si es
momento de empezar o quizá de tacharlo de la lista de pendientes. Si el momento
no es ahora ¿cuándo?
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