Hay
cosas que siempre nos dan pereza, aunque las hagamos todos los días, siempre
nos cuestan. Encontramos una barrera invisible que nos impide ponernos, lo
vamos posponiendo, procrastinando, dejando para más tarde. Será que nos imaginamos
que la tarea desaparecerá por arte de magia.
Algunas
de esas cosas cuestan más cuando las hemos dejado para más adelante. Pensando
en esto, recuerdo cómo lo aprendí, en un piso de estudiante, cuando al acabar
de cenar daba una pereza increíble ponerte a fregar, la charla y el sofá te
llamaban con fuerza.
En el
mejor de los casos, los cacharros se quedaban acumulados en el fregadero, si es
que no se quedaban esparcidos por la mesa. Parece que cuando eres joven eres
más tolerante al desorden, solo hay que ver algunas habitaciones.
Los
cacharros, que costaba fregar por la noche, seguían ahí por la mañana. Es
curioso, la magia no funcionaba, no aparecían fregados y ordenados.
Además,
para mi desgracia, costaba más despegar la suciedad. Extraños procesos hacen
que la suciedad esté más pegada con el tiempo. No teníamos ni la prudencia de
dejar los cacharros a remojo (otra cosa que se aprende con la experiencia).
Cuando no friegas por la noche, lo que te encuentras por la mañana |
“Hay
algunas tareas que es mejor abordar pronto”
Hay
tareas que, si no se abordan, se atascan, se amontonan y crecen. Hay labores
que sufren de inflación, como los precios: si no las abordas pronto, con el
tiempo, van costando más.
Mi
hija tiene otra opinión. Ha fregado mientras yo escribía, afirma que la cuesta
menos por la mañana. Al envejecer nos cambia la visión ¿Será la experiencia?
También,
con el tiempo, el hábito de posponer, puede tener efectos más perjudiciales, ser
caldo de cultivo para los gérmenes (en el caso del fregoteo) y dificultar otras
tareas. Es más difícil organizar la compra en una cocina sucia, o preparar el
desayuno.
Las
tareas pendientes, que nos da pereza abordar, se acumulan, ocupan espacio en
nuestra cabeza, además de espacio físico. Lo pospuesto se dificulta con el
tiempo y además dificulta otras cosas que queramos hacer.
Si
como a mí, te costaba fregar, este es un buen recordatorio para abordar pronto
las tareas, si es que no puedes evitar hacerlas. Normalmente no desaparecen por
arte de magia. También puedes decidir no hacerlas y aceptar sus
consecuencias.
Ante estas tareas que nos dan pereza, dos ideas:
- Son más fáciles si las abordas cuando tocan, superando la barrera de la pereza.
- Si no eres capaz, al menos, póntelo fácil para cuando las empieces o las retomes (como poner en remojo los cacharros).
Ánimo para vencer la barrera de la pereza, lo más difícil es empezar, dar el primer paso y coger el estropajo (o lo que sea necesario).
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