miércoles, 20 de noviembre de 2019

Equilibrar reflexión y acción


Tanto pensar en lo que tengo que hacer no hago nada. Tantas cosas pendientes que creo que lo mejor será hacer un buen plan para poder hacerlas y así planificar durante horas sin avanzar en nada.

No cuenta lo que piensas hacer sino lo que haces. Y en ocasiones nos quedamos paralizados de tanto análisis.

En el otro extremo nos encontramos cuando nos lanzamos a hacer sin tener muy claro el propósito, el para qué, el qué y el cómo vamos a hacer. Si no sabes a dónde vas es muy probable que acabes en cualquier otro lugar.

Demasiada acción sin reflexión lleva a muchos errores, es como el que dice todo lo que piensa sin pensar lo que dice. Y demasiada reflexión sin acción nos lleva a no movernos y no avanzar.

Cada uno tiene su tendencia hacia la reflexión o hacia la acción ¿cuál es la tuya? Y esa tendencia puede ir cambiando en distintas épocas. Tomar conciencia de nuestra forma y encontrar nuestro equilibrio.

Equilibrar el tiempo dedicado a planificar y a actuar. Dibujo de Leyre Fontaneda

Equilibrar el visionario, el que mira hacia el futuro y planifica con el operario, el que ejecuta. El visionario sin acción es el soñador, que solo sueña con cosas que hacer, objetivos que alcanzar, sin hacer nada. Y el operario sin visión, sin plan, es el pollo sin cabeza, corriendo a todos lados sin saber a dónde vas, dando tumbos y cambiando de actividad sin darnos cuenta.

Para encontrar este equilibrio un camino de tres pasos:

  1. Encuentra y reserva momentos para ver y mirar, reflexionar, decidir y planificar.
  2. Con el plan claro es el momento de la acción, de mantenernos enfocados y comprometidos con lo decidido y planificado.
  3. Establecer los hitos donde parar y reflexionar cómo estamos siguiendo el plan, si hace falta ajustar y cambiar.

Te invito a que pares diez minutos, observes y reflexiones dónde te ves: como un soñador, en equilibrio entre el planificar y el hacer, o haciendo en muchas ocasiones sin plan claro. Tú decides cómo quieres continuar tu camino.

Somos dueños de nuestro plan, podemos cambiarlo cuando queramos, aunque demasiado cambio nos puede hacer perder el norte, despistarnos sin saber dónde estamos.

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