La
incomunicación ha coincidido con parte de la Cuaresma, que dura desde el
miércoles de ceniza a la víspera del domingo de Pascua, 46 días. Algo más de
cuarenta días que viene a describir una cuarentena. Todavía no sabemos lo que
va a durar la cuarentena por el Coronavirus.
Este
domingo es domingo de Pascua, o de resurrección. La Pascua es un rito de paso,
un salto, una transformación. Y está ligada a la resurrección, un renacimiento
en una forma nueva.
Recuerdo
esas Pascuas con los jóvenes de la parroquia, unos días de reflexión personal y encuentro con los demás (compartir),
donde otras cosas paraban y encontrabas el espacio
para encontrarte a ti mismo y en relación con los otros. Muchos echamos
estas Pascuas de menos. U otras experiencias más cercanas también vividas en Pascua, como el introductorio al SAT, de Claudio Naranjo.
La
Cuaresma y la Pascua se celebra como un tiempo
de transformación, de morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo, un
periodo de reflexión de cómo estoy viviendo y cómo quiero vivir. Transformación (cambio) que se habla mucho en los medios que traerá aparejada este confinamiento.
No estoy tan seguro del cambio, que
solo llegará si queremos cambiar y hacemos algo al respecto. Dicen que de los
errores se aprende y también que el ser humano es el único que tropieza dos
veces en la misma piedra, lo que pone de manifiesto que no siempre de los
errores se aprende. Para aprender primero
hay que ser consciente, segundo
tener propósito (propósito de la enmienda) y actuar en la próxima ocasión antes
de volver a lo mismo.
Para Einstein la definición de locura es “querer obtener resultados diferentes haciendo lo mismo”.
Si quieres resultados diferentes haces cosas diferentes.
La
Pascua tiene su origen en el éxodo del pueblo judío, desde Egipto a la tierra
prometida. Y ¿Cuál es nuestra tierra prometida? ¿Cuál es tu tierra prometida?
¿Cuál es mi tierra prometida?
Hace
dos semanas preguntaba qué quieres conservar de la cuarentena y qué echo de
menos y quiero hacer cuando haya pasado y estas son algunas de las respuestas
que han llegado (un poco mezcladas y resumidas) y que también hago mías:
¿Qué
quiero conservar? ¿Qué quiero hacer cuando haya pasado?
- Conversaciones con
la gente que quiero (virtuales o presenciales). Conversaciones que en muchos
casos se posponían.
- Ha mejorado mi comunicación con todo el mundo, estoy más abierto a expresar sentimientos y emociones.
- Escuchar mejor
y a quejarme menos.
- Ratos de soledad.
- La Economía del bien común. Ganas de ayudar y quitar presión a mi gente (familia, amigos, compañeros). Cuidarme más y estar más pendiente de los demás.
- Incrementando el número y tiempo de los abrazos a los que quiero. Abrazar a los míos, tan largo como pueda. Abrazar a mi hijo (¡Qué duro estar lejos de los que quieres!)
- Dar gracias a la vida porque seguimos aquí (“no somos inmortales”). Valorar las cosas que realmente tienen valor. Valorar más las cosas y a los amigos
- Disfrutar de
todo con pasión (como los niños, como si fuera la primera vez). Disfrutar de la
naturaleza (tantas veces olvidada). Salir
a correr, tomar una cerveza con amigas/os y abrazar mucho. Disfrutar 24 horas
al día de mi hijo y de mi pareja. Disfrutar de la familia y amigos, con más
tiempo (y de más calidad). Ir a la cafetería y jugar al pádel. Deporte en
compañía.
Espero
que el cambio, si es que lo hay cuando esto pase, vaya en la dirección que
queremos.
Saber lo que queremos es la mitad del camino. Después solo
queda ir a por ello.
Gracias Nacho. Me quedo con la última frase. Saber lo que queremos es la mitad del camino. Ya sólo queda ir a por ello.
ResponderEliminar¡Fantástico Nacho! Como siempre eres!
ResponderEliminarMuy bueno..espero q seamos muchos los que cambiemos
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