El
árbol, cómo metáfora de nosotros mismos, nos puede llevar a muchas reflexiones.
Desde dónde tenemos las raíces, que no se ven, conectadas con lo que se ve, con
el tronco, cada rama y cada hoja. Los valores y creencias que están en nuestras
raíces son la base de nuestras acciones, qué es lo que se ve.
Siempre
me han gustado los árboles en la naturaleza y también los árboles familiares, dónde en el tronco están nuestros mayores desde
donde crecen ramas nuevas. En la familia se apoyan nuestras raíces (valores y creencias),
la base de nuestra vida y que nos acompaña siempre en nuestro desarrollo. La
sabia sube desde allí hasta la última de las hojas, siempre conectados en
nuestra evolución a través del tiempo, los años e incluso los siglos.
Foto tomada de pixabay - de silviarita |
Ayer
murió mi tía Tere, realmente tía de mi madre. Vivíamos puerta con puerta, a
pesar de ser dos casas parecían una sola. Llegamos al edificio casi al mismo
tiempo, yo para nacer y ella para cuidar de mis bisabuelos, el tronco de una
gran familia. Dejó los hábitos y de ser monja, cuidando a muchos siguió
cuidando a otros, primero a sus padres y después a su hermana Feli con una
esclerosis múltiple.
Tere
y Feli, muchos años juntas, compañeras de vida, entre discusiones y cariño,
cómo entre todos los hermanos, en familia. Tías solteras que actúan como
pegamento de la familia, con las puertas de casa abiertas, haciendo de nexo de
unión entre todos. Imborrable recuerdo de Tere haciendo churros con chocolate y
los bingos en casa de Vitoria que juntaban a más de 100 familiares.
El
árbol familiar es en este caso grande, diez hermanos, 34 sobrinos, más de 50
resobrinos y muchos sobrinos-biznietos. Su casa parecía un museo de tantas
fotos de bodas, de recuerdos, de familia. Ella nos tenía presentes como
nosotros la tenemos presente ahora.
Tere
sigue viviendo en cada uno de nosotros, que hemos bebido de sus raíces, hemos
crecido con su ejemplo. Igual que muchos de los que nos dejan ahora siguen
viviendo en los que compartieron su vida con ellos y esa semilla se mantendrá
en el futuro.
El
árbol evoluciona, cambia, va añadiendo un nuevo anillo al tronco y va creciendo
una rama. Se adapta a las circunstancias, a las estaciones, al invierno (el
confinamiento) y a la vuelta de la primavera, en la que florece.
Este
invierno está siendo duro y ataca especialmente a los árboles más longevos, que
han servido de base y semilla para el resto del bosque. Cómo todos los
inviernos, este acabará dejando una marca de su paso, afectando al anillo correspondiente
de cada tronco. En mi anillo quedará el recuerdo de Tere, de Jose Mari (su
hermano que nos dejó también con el Coronavirus), de tantos momentos
compartidos y de esas vivencias que continúan en mis raíces y también pasarán a
futuras generaciones.
Las
ramas crecen en distintas direcciones, toman distintos cruces de camino. Aunque
parezca que cada vez están más lejos siempre están unidas por las mismas
raíces. En algunos casos esas raíces se unen haciendo a cada árbol más fuerte,
como sucede con las secuoyas y en otros casos se entrelazan las ramas de
distintos árboles, como sucede con los plataneros. Somos como árboles separados
y unidos al mismo tiempo. En los momentos duros la unión ayuda a mantenernos a
flote.
Precioso, Nacho. Te mando un abrazo muy fuerte con todo mi cariño para ayudar a superar duros momentos.
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ResponderEliminarD.E.P. sin palabras Nacho....una vez más.
ResponderEliminarSiente el apoyo de la familia y también de tus amigos que en la distancia y en mi opinión, forman otro tipo de árbol del que vosotros también formáis parte.
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ResponderEliminarBonito homenaje a ese árbol que está en las mismas tierras que vosotros
ResponderEliminarQue bonito,y que cierto.Sigamos creciendo como el arbol de la vida y sigamos entrelazandonos como el platanero
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