Muchas
veces tenemos dos voces interiores, que nos impulsan en direcciones opuestas, a
seguir como estamos o a cambiar ¿Cambio de trabajo? ¿Cambio de estudios? ¿Me
voy a vivir a otra ciudad?
En
psicología se hablar de la trampa de la inversión hecha. Si empiezas algo que
te supone esfuerzo, dinero u otros recursos, cuanta más inversión hayas hecho,
más costará abandonar, más costará ver la parte que no funciona de ese
proyecto.
Los
seres humanos tenemos aversión a las pérdidas. Nos cuesta reconocer cuando no
merece la pena seguir, cuando es mejor dar por perdido lo invertido. Sucede si
comenzamos un negocio, un trabajo, dejarlo supone reconocer la perdida de lo
invertido.
Si
hemos empezado a estudiar una ingeniería, llevamos un año, y sentimos que no es
lo nuestro, costará cambiar de estudios, especialmente si nos ha ido bien con
las notas. Atrapados por el éxito y por la inversión hecha. Un año nos parece
una eternidad, una gran pérdida que nos hace seguir en lo mismo, sin pasión,
durante muchos años, quizá toda la vida. Aunque no me gusta, como ya he
empezado, he invertido mucho, le voy a dedicar toda la vida.
Podemos
ir dejándonos llevar, sin cuestionarnos lo que hacemos, es una opción, quizá más
tranquila. O podemos cuestionarnos si queremos seguir.
La
trampa de la zona de confort: “Me gustaría cambiar, pero no estoy tan mal…”.
Así que hasta que no llega algo que nos empuja al cambio nos acomodamos, no estamos
tan mal. Tan siquiera exploramos otras posibilidades. Solo si el cambio externo
nos obliga hacemos esos cambios que llevamos pensando mucho tiempo.
En inglés cambio y oportunidad se parecen. En el cambio aparece la oportunidad |
El
cambio puede dar miedo. Probar cosas nuevas tiene sus riesgos. También no
probar tiene sus riesgos, aunque estos riesgos cuesta más verlos.
“Dejar pasar tu vida, sin hacer lo que quieres, pensando
que tendrás tiempo de hacerlo más tarde”
El
cambio puede dar miedo cuando lo vemos como una ruptura con todo lo anterior,
que a veces puede ser conveniente. En la mayoría de los casos no hace falta un
cambio radical, solo un enfoque más flexible. Tú decides si quieres cambiar y
qué tipo de cambio quieres.
En
lugar de dejarlo, puedes transformar tu trabajo, tu entorno y adaptarlo a lo
que si quieres ¿Por qué las opciones tienen que ser “seguir con todo igual” o
“dejarlo todo”? Entre los dos extremos hay infinitas posibilidades ¿Qué puedes
hacer para mejorar tu situación actual? Algo te inquieta, te incomoda, puedes
terminar o transformar tu trabajo, tu forma de vivir.
Reconocer
lo que sí obtienes, lo bueno de la situación actual, y también lo que te
gustaría obtener, experimentar, vivir, para acercarte a lo que quieres. Quizá
encuentres el punto intermedio, por ejemplo, entre irte a vivir a otro sitio
definitivamente o solo irte a temporadas.
Ante
algunos cambios, el que no cambia, observa la valentía del cambio. Ojalá
tuviese las narices suficientes para dejar este trabajo de 72 horas de a la
semana, bien pagado, aunque no me satisface.
Ordenar
tus pensamientos, sentimientos, para quedarte o irte, y decidir para
comprometerte y vivir. La indecisión impide el compromiso y la vivencia del
presente.
Hacer
lo que te sientas llamado a hacer, con su componente de realismo, evaluando
riesgos y alternativas, conociendo tus recursos, sin dejarte llevar por los
convencionalismos sociales o lo que valoren los demás. Decidir equilibrando
cabeza, corazón e instinto.
Y
si no es ahora ¿cuándo? Nunca parece buen momento, siempre hay excusas.
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