¿Qué tal andas? Muchas veces lo empleamos como sinónimo de ¿Qué tal estás? ¿Cómo te sientes? Grandes preguntas, no siempre fáciles de contestar, porque a veces no nos miramos mucho.
En este
caso la pregunta la formulo en sentido literal ¿Qué tal andas? ¿Has aprendido a
andar? ¿Sabes andar marcha atrás? Parece fácil, salvo que sufras alguna lesión.
Si
estás leyendo, ya sabes leer, así que probablemente también andar. Quizá ya ni
recordamos lo que nos costó. Dicen que un niño se cae 4.000 veces antes de
aprender a andar. Cuando da sus primeros pasos, desde un mueble a otro, tambaleándose,
ya es un gran logro. Es todavía pronto para que aprenda a andar marcha atrás.
Cómo a
andar, hemos aprendido otras muchas cosas: a entender y hablar un idioma (el
nuestro), que nos sirve para comunicarnos; a leer, lo que seguramente nos costó
largas horas de práctica y un largo etcétera.
Si se
te ha olvidado lo que cuesta aprender algo que nos parece obvio, como puede ser
escribir, te propongo que pares la lectura y pruebes:
- Escribe tu nombre y apellidos, con un bolígrafo o lapicero.
- Cambia de mano el bolígrafo o lapicero.
- Ahora escribe tu nombre y apellidos de nuevo, con la mano no dominante (con la que no sueles escribir).
¿Qué
tal ha ido? ¿Has escrito con mejor letra? ¿Has escrito más rápido? ¿Cómo sería
tener que aprender con esa otra mano? Llevaría una buena dosis de fuerza de
voluntad, de ganas o necesidad.
La
lista de cosas que hemos aprendido y que ahora nos parecen naturales es enorme:
comer con cuchillo y tenedor; sumar y restar; encender la luz; atarnos los
cordones de los zapatos; cocinar y otras muchas que dependen de nuestro
entorno, nuestra necesidad, nuestra profesión.
Para
aprender cosas nuevas podemos fijarnos en cómo aprendimos a andar:
- Tener
un propósito claro o una necesidad clara: Seguro que sentíamos como
importante aprender a andar, poder desplazarnos, llegar a sitios distintos.
- Un
método, muchas veces de prueba
y error: seguro que nos caímos más de una vez antes de andar.
- Constancia para
seguir: Después de cada caída nos levantamos o nos ayudaron a levantarnos para
volver a intentarlo, seguir aprendiendo, mejorando.
Con un
propósito claro es más fácil encontrar la constancia, la fuerza de voluntad. No
hay misterios para aprender inglés, es practicar todos los días. No hay
misterios para estar en forma, hacer ejercicio de forma regular.
Una
vez que tengas el propósito, lo que más cuesta es el primer paso, después es
solo seguir dando más.
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