Ayer fue mi cumpleaños. Un día más o un día menos; depende de cómo lo quieras ver. Sin duda, para mí, fue un día consciente, de darme cuenta. Una pregunta me rondó todo el día ¿Cómo quiero vivirlo? ¿Qué quiero hacer hoy? ¿Por qué no vivir todos los días así? ¿Qué hace diferente el día de tu cumpleaños?
Desde
hace tiempo lo vivo así no tanto como una celebración llena de fuegos
artificiales, sino como una oportunidad de parar y mirar. Hacia atrás, para
agradecer; hacia delante, para intuir hacia dónde quiero ir. Un momento de
balance sereno, de poner palabras a eso que normalmente pasa desapercibido:
cómo estoy, cómo vivo, y con quién lo comparto.
Ayer
hice cosas que me gustan y me hacen bien: leí, fui al gimnasio, resolví lo
urgente en el trabajo (tengo el privilegio de poder escoger el ritmo y los
momentos para trabajar más duro o ir más tranquilo) y tomé un café con
compañeros con los que da gusto coincidir. Agradecí poder hacerlo, tener esa
libertad. Comí con mi familia en un sitio especial, aunque lo más especial fue
compartirlo con ellos y hasta disfruté de una siesta de esas que tenemos fama
de dormir en España y yo no duermo tan a menudo como quisiera.
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No se cumplen 52 años todos los días |
Pudo
haber sido un día cualquiera. Pero no lo fue. Porque elegí vivirlo desde la
presencia, el afecto y la gratitud. Porque estuve disponible para quienes
quisieron estar, desde el cuerpo o desde el móvil. Y también para mí. Y ahí, en
ese punto de equilibrio, está el regalo.
Me
emocionó recibir mensajes de personas que no veo hace tiempo, pero que siguen
ahí, en algún rincón afectivo que no se borra. Me alegró responder con voz a
quienes la distancia mantiene lejos, y brindar con quienes la vida me tiene
cerca. No lo doy por hecho.
Cumplir
años es un privilegio, podemos seguir aprendiendo, amando, acompañando y
disfrutando. El día de tu cumpleaños puede ser un reflejo de cómo vives tu vida
y también un punto de inflexión para decidir cómo quieres vivir.
Lo
cotidiano que se vuelve especial cuando se celebra desde el presente. No hace falta
nada muy especial para que la celebración merezca la pena. Me gusto la oportunidad
de conectar con mucha gente y recibir mensajes que me recuerdan que no estoy
solo, que los lazos se mantienen a pesar de la distancia y el tiempo.
Ojalá
no esperemos a que llegue nuestro cumpleaños para vivir con esa presencia y
gratitud. Cada día encierra la posibilidad de celebrar, de mirar adentro, de
agradecer lo que hay y lo que somos. Regalémonos más días así, en los que
elegir cómo vivir sea el verdadero festejo.
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