Los
niños son grandes maestros de vida, de cómo vivir, de cómo disfrutar su tiempo,
estando en el presente, en el momento, en el ahora. Muchas veces eso a los
padres, que vivimos con prisa, nos desespera.
El
sábado pasado tenía que llevar a mi hijo Juan, de ocho años, a jugar con unos
amigos, le dije, en media hora salimos, y él replico que no sabía cuánto era
media hora, hasta ahora no ha usado reloj. Así que se me ocurrió que tenía uno
que podía regalarle para que entendiese el tiempo.
Al
darle el reloj me quedé con una extraña sensación. Juan encantado porque le
había regalado un reloj y yo sintiendo que lo estaba metiendo en un mundo no
tan bonito, el de estar mirando el reloj, el de “no tengo tiempo”, en un mundo de
cierta esclavitud.
Ahora
él era responsable de darse cuenta de cuanto eran treinta minutos, de saber
cuánto tiempo le lleva prepararse y el encargado de que llegásemos a la hora.
En
mi obsesión por la gestión del tiempo me di cuenta de que el primer paso es
sentir y entender lo que es el paso del tiempo, lo que te lleva hacer cada
cosa. Teniendo esa medida parece que gestionarás el tiempo, aunque lo que
gestionas no es el tiempo, son las actividades que haces, el tiempo se limita a
ir pasando.
Sentimientos
contradictorios al de ir acompañando a Juan al mundo de la medición del tiempo
(cronos). Para los griegos había dos tipos de tiempo:
- Cronos, que
es el tiempo de reloj, el que medimos, algo cuantificable.
- Mientras Kairos es el tiempo adecuado para cada cosa, el momento oportuno, de tipo cualitativo.
Los
niños disfrutan de Kairos y por eso nunca tienen prisa de desayunar para ir al
colegio, no saben lo que son 15 minutos.
Cronos o Kairos. Los niños disfrutan jugando (sin preocuparse del reloj). El reloj lo ponemos los adultos |
Bien
es cierto que Cronos nos ayuda a comunicarnos, poder quedar y coordinarnos. Hay
muchas cosas que serían más difíciles sin reloj ni calendario. Tener una hora
común nos ayuda a ponernos de acuerdo, el reloj es una herramienta útil y que
en muchas ocasiones se convierte en imprescindible.
Me
encanta la puntualidad y en cierto punto hay veces que me obsesiono con el
tiempo. Los años me van enseñando a volver a ser paciente, a no enfadarme, a no
ponerme nervioso, porque algunas veces las cosas empiezan tarde (aunque sigo
intentando que las cosas comiencen cuando tienen una hora fijada hay veces que
es mejor ser flexible). Y algunas veces, aún saliendo pronto para llegar puntual, algo se tuerce y llego tarde.
Hoy
con Juan nos hemos despistado, tenía una clase de pádel que le encanta a las 11
y nos hemos acordado a las 11.15. Cuándo se lo hemos dicho lo único que ha
dicho es que él no sabía qué hora era, se ha vestido como una bala y a las
11.30 estábamos en la pista. Ha disfrutado de estar jugando el rato que ha
estado (kairos), no se ha enfadado por llegar tarde, lo que quizá me hubiese
pasado a mí y me hubiese impedido disfrutar de lo que sí había, un rato con la
raqueta y los amigos.