Vivimos
en un mundo de inmediatez, parece que todo tiene que estar a un clic de
distancia. La cultura nos empuja al corto plazo, olvidando el largo recorrido
¡Lo queremos todo para ya!
Vivimos
como la liebre, del cuento de la liebre y la tortuga, corriendo en distintas
direcciones, en ocasiones sin dirección. La tortuga va despacio y llega,
siempre llega. Mientras la dirección está clara todo le lleva a la meta ¿Cuál
es tu meta?
Las
cosas que merecen la pena, muchas veces, llevan su tiempo. No aprendimos a
andar en un día, tampoco a hablar. Cosas, aparentemente sencillas, que nos
permiten movernos y comunicarnos. Nos llevó su tiempo aprender, así aprender
otras habilidades también lleva su tiempo.
Teníamos
claro el propósito, dicen que un niño se cae, de media, 4000 veces antes de
aprender a andar. Aun con todas esas caídas, aprendemos, somos constantes, tener
claro el objetivo y ver a otros que lo han logrado nos estimula, sin darnos
cuenta.
Descendemos
de agricultores, que con paciencia y
constancia cultivaban la tierra, la preparaban, sembraban y seguían
cuidando la planta para que creciese, nutriéndola en cada caso con lo que
necesitase. No se puede obligar a la planta a crecer más rápido tirando del
tallo, la arrancaríamos.
Cultivar,
con paciencia y constancia es la clave de la cosecha. La ley de la cosecha “recoges lo que siembras” y cuidas.
Aunque a veces hay reveses, agentes externos que perjudican la cosecha, lo que
está claro es que si no siembras no recoges.
Muchos
no quieren pensar en objetivos, no quieren mirar al futuro, dicen que les
estresa o se escudan en la importancia de “vivir el presente” ante un futuro
indeterminado. También es una forma de vivir.
Por mi
parte me gusta apostar por el equilibrio, entre presente y futuro, entre la
producción de hoy y la inversión para el futuro. El disfrutar hoy y sentar las
bases para seguir disfrutando en el futuro. De la cosecha de hoy, dejar semilla
para sembrar y poder recoger mañana.
El
futuro, sin olvidar el presente, que la meta no borre el camino que ahora
recorres. Sin caer en la trampa de la felicidad
derivada, esa que llegará algún día, olvidando la felicidad de cada día.
Como regla, hacer todos los días algo que
disfrutes, para no perderte en el futuro, en lo que vendrá. Equilibrar el largo
plazo con el corto plazo, los frutos que recoges y disfrutas hoy con la siembra
y la cosecha futura.
La
vida no es una carrera hacia la tumba ¿Dónde vamos corriendo tan rápido? Vivir a ritmo lento para poder
contemplar el paisaje, disfrutar de la compañía y de los regalos de cada día.
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