La
vida es cómo un viaje con un punto de partida y una estación final. El
recorrido lo marcas tú o te lo marcan y te dejas llevar. Puedes decidir dónde
quieres ir, te puedes poner tus propios límites (y no salir de tu ciudad) o
abrirte a nuevas experiencias, planificar el camino y después disfrutar de él o
sufrir su recorrido. Tú decides, lo que te hace responsable de tu futuro.
Hay
cuatro pasos fundamentales en un viaje:
- Saber dónde estoy.
- Decidir dónde quiero ir.
- Planificar el recorrido.
- Recorrer lo planificado para llegar a dónde quería ir.
El
primer paso parece el más fácil, hoy estoy en Burgos, mañana estaré en Palma de
Mallorca, así que cada día cambia la respuesta. Es la pregunta que me lleva a
conocerme, a preguntarme quién soy hoy, cómo vivo, con quién vivo, dónde
permanezco y otras muchas preguntas. En el oráculo de Delfos se recordaba en el
frontón “Conócete a ti mismo” y es el primer paso de otros muchos, no siempre
fácil. En ocasiones nos ponemos la excusa de “no tengo tiempo” para no
conocernos.
Algunos
deciden hacer el camino de Santiago para encontrar respuestas, tomarse un
tiempo y cambiar de aires. Y esto nos lleva al segundo paso, decidir dónde
quiero ir. Si quiero ir a Santiago está claro el objetivo y aprovechando la
metáfora de la vida cómo un viaje, dónde quieres ir, dónde quieres vivir, cómo
quieres vivir, quién quieres ser, con quién quieres vivir y otras muchas
preguntas con sus respuestas te llevan a dar el segundo paso. Establecer
objetivos.
Cuando
tienes claro el objetivo, en tercer lugar, hay que planificar el camino, ver
cómo puedo llegar allí, qué necesito llevar en la mochila, qué va a ser carga
inútil que es mejor que no lleve, cuál es el camino, qué pasos voy a ir dando y
cuando los voy a dar. Marcar las etapas del camino de Santiago, que andando
desde Burgos no voy a llegar en un día. Si el objetivo lleva tiempo fijar
etapas, marcar hitos para cada momento, pasos cortos que me llevarán al gran
recorrido.
No
menos importante decidir con quién voy a hacer el camino, dice un viejo
proverbio que para ir rápido mejor ir sólo y para llegar lejos mejor ir
acompañado. Si el camino es largo la compañía me ayudará a superar las
dificultades, a mantener la paciencia, juntos podemos más. Hay compañeros que
nos acompañarán todo el camino y otros unas etapas, quizá los volvamos a
encontrar más adelante, es cómo la vida, donde unos te acompañan siempre y
otros en algunos momentos.
Con
los tres pasos anteriores si no damos el cuarto no llegaremos a ningún sitio,
llega el momento de caminar, de hacer, de ir cumpliendo el plan y a veces
desviándose para volver a recordar el objetivo. Si no avanzo no llegaré a
Santiago. No hace falta prisa, salvo la que nos metamos a nosotros mismos, es
cuestión de avanzar y con tiempo
llegaremos, como la tortuga siempre llega si tiene claro dónde.
En
el cuarto paso toca disfrutar del camino para llegar a los objetivos del
segundo paso, una vida con propósito es más motivante. Victor Frankl descubrió en
los campos de concentración que los que tenían un motivo eran los que sobrevivían,
no los más fuertes.
Lo
que me hace caminar hoy es el propósito de hoy, tengo la libertad de cambiarlo
mañana y decidir qué voy a Vigo en lugar de a Santiago, de momento el objetivo me
da el foco para dar el siguiente paso.
Te
invito a dar los pasos, empezando por conocerte cada día un poco más, te invito
a vivir y disfrutar una vida con propósito.
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