La semana pasada estuve haciendo un tramo del camino de Santiago con mi hija Sofía. Empezamos desde Sarria, el lugar más típico para comenzar, porque andando desde allí te dan la compostelana.
Impresionante
la cantidad de gente caminando a las siete de la mañana por el camino de Santiago,
en este último tramo, en agosto, parece una procesión. La mayoría salimos de
los mismos sitios, los típicos para dormir. La mayoría salimos a las mismas
horas, las típicas para salir. Paramos en los mismos sitios y llegamos al mismo
destino, a horas parecidas.
El
primer día llegamos a Portomarín a las 14.20. Hora típica para comer en España,
así que nos fuimos a comer, al lugar típico. Como cabía esperar el sitio estaba
lleno, a tope, tuvimos “suerte” y encontramos mesa. Nos dijeron que teníamos
que esperar 10 minutos para pedir, nos quedamos.
No
comimos demasiado, pero comer nos llevo dos horas. Después de pedir tardaron en
traer la comida, la cocina estaba desbordada, había espera con cada plato.
Tardaron en cobrarnos, el camarero estaba desbordado. Hacían lo que podían, probablemente
los que más sufrían eran los que estaban prestando un servicio, para el que no
llegaban. Problemas de la masificación de agosto, que muchos habréis vivido
durante las vacaciones.
A
partir de ahí, los días siguientes, decidimos comer algo antes. Comer a las 13.30 marca una gran diferencia.
Los sitios estaban empezando, todavía semivacíos. La cocina no estaba
desbordada y los camareros más descansados. Comimos mejor y más rápido. La
solución, un pequeño cambio, no hacer lo
de todos, ir en otro momento.
A
veces nos convertimos en borregos, seguimos ciegamente lo que hace la masa, nos
dejamos llevar por la corriente, como las ovejas (borregos), que siguen al
rebaño sin dudarlo, aunque el camino no tenga sentido.
Dejar
de seguir al rebaño, de hacer lo típico, lo que hacen todos, tiene sus ventajas. Los sitios están
menos llenos, incluso si no vas en temporada alta, todo suele ser más barato.
Con mucha demanda los precios suben; ya se sabe, la ley de la oferta y la demanda.
Sin pensar, por inercia, seguimos al rebaño. Hacemos lo mismo y a las mismas horas |
Dejar
de ir con el rebaño supone crear tus
propios horarios un poco diferentes. Así tendrás menos aglomeraciones,
puedes encontrar hasta donde sentarte, disfrutaras de mayor tranquilidad, menores tiempos de espera, precios
más bajos, la haber menor demanda y menos
bullicio.
Puede
que te guste el bullicio, entonces tienes que pagar el precio en tiempo y
dinero. Por mi parte cada vez me gusta más la tranquilidad. Aunque, de vez en
cuando disfruto entre las multitudes. Lo bueno es que puedes elegir, al menos
si te paras a pensarlo, antes de dejarte llevar por la masa.
Te
invito a que pienses cuándo es el mejor momento para hacer lo que quieres
hacer. Póntelo fácil.
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