Hace
diez días vivíamos en otro mundo, otra realidad, con otras preocupaciones y
ahora somos conscientes de que el mundo no volverá a ser igual. Hemos perdido
mucho, en el peor de los casos a seres queridos, y todavía estamos en la mitad
de la crisis.
Ante
tanta pérdida, la semana pasada hablaba de la aceptación
de lo que no podemos cambiar. Esta aceptación no es ni fácil ni
automática, para llegar a ella atravesamos distintas fases, aunque no todos pasamos
todas ni las sentimos con la misma intensidad.
Son
las fases del duelo, que cada uno vivimos con distinta duración y consciencia,
algunas veces intentando huir de la rabia (ira) o de la tristeza, a veces
cerrando los ojos y no queriendo ver lo que está pasando.
Según
Elisabeth Kübler-Ross, experta en la materia, con libros muy recomendables para
estos días, las fases del duelo son:
- Negación: no
queremos ver la pérdida, no puede ser cierto, negamos la realidad, actuamos
como si no estuviese pasando.
- Enfado, rabia o ira: lo vemos
como una injusticia, volcamos nuestra rabia contra algo o alguien que lo ha
hecho mal, buscamos culpables y a veces hasta nos culpamos a nosotros mismos.
Estamos enfadados con el mundo.
- Negociación:
intentamos buscar soluciones, formas de encarar la pérdida, podemos fantasear
con que no ha ocurrido, con que todo tiene solución.
- Tristeza: que
si va al extremo nos puede llevar a la depresión. Apatía, sin ganas de hacer
nada. Podemos estar pasando estos días en casa, metidos horas en la cama, sin
ganas ni de movernos y solo con ganas de llorar.
- Aceptación: la hora de seguir adelante, de aceptar eso que no podemos cambiar, de adaptarnos a la nueva realidad.
Foto tomada de https://zoraidarodriguezvilchez.es/ |
Las
etapas no siempre son lineales, no se dan en el mismo orden, podemos empezar por
la rabia, pasar un rato en la tristeza e irnos a la negación. Además, podemos
repetir y volver a pasar por la rabia, aunque ya habíamos estado allí ayer y
hoy estábamos en la tristeza. Pasar del lloro al cabreo y de ahí a evadirnos
con chistes. La experiencia que estamos viviendo es dura y cada uno lo lleva
como puede.
En
este duelo conjunto de todos, cada uno estamos en distinto momento y podemos
discutir con los cercanos, cuando unos están en la negación y otros estamos en
la rabia. Con alguien nos tenemos que enfadar y lo hacemos a veces con los de
más cerca, aunque no tengan ninguna culpa. O decimos el consabido no llores,
pues a algunos les viene bien llorar.
Y
aunque el coronavirus es de todos, no todos vivimos la misma realidad. No es lo
mismo para los que estamos “cómodamente” en casa que para los que están en primera
línea, en urgencias, en las UCIs. No vemos lo mismo y no arriesgamos lo mismo.
Es momento de reconocimiento y respeto. También de transitar el miedo, de los
que allí están, y de los que los queremos y estamos a la expectativa. Casi se
me saltan las lágrimas de la impotencia, de la tristeza de no poder hacer más.
Las
pérdidas se viven mejor acompañados, ahí están los ritos de despedida de los
seres queridos, cuando al funeral vienen familiares, amigos, vecinos,
compañeros. Y hasta eso hemos perdido en ocasiones, hasta el extremo de que
tenemos que despedirnos de nuestros seres queridos casi en privado (un abrazo
desde aquí Fernando), con los funerales restringidos a los más cercanos.
No
podemos recibir la compañía física, ni los abrazos piel con piel, lo que a
veces más reconforta en los momentos duros, el simple acompañar, sin decir
nada, cuando sobran las palabras.
Conocer
que el duelo es un proceso, con sus fases, me ayuda a entender un poco,
que está y estoy pasando, que para mí es importante. Dicen que el duelo es para
adaptarse a las pérdidas, es la forma que tenemos de aprender a vivir de otra
manera.
En
estos momentos tengo muy presente una historia, la historia del anillo del Rey, vivo en la confianza de que esto también pasará y
sin duda hay que pasarlo.
¡Cuidaros
mucho!
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