Cada cierto tiempo merece la pena parar y mirar. En ocasiones, vamos a toda velocidad a ningún lugar (o donde no queremos ir) y si no paramos, ni nos damos cuenta. Podemos pasarnos la vida en la rueda del hamster, haciéndola girar, entretenidos, esforzándonos, continuando con lo mismo.
Parar y mirar, mirar para ver
Es un reto desafiar el ritmo acelarado de nuestro tiempo, reducir el veloz ritmo de cada día. Pero si vamos demasiado deprisa no podremos ver bien el camino. Al parar sentimos la voz interior que nos dice "¿Qué haces ahí parado? ¡Vamos! Es difícil resistirse y no echar a correr de nuevo.
Hay gente que lo hace de manera natural, otros tenemos que parar conscientemente, en caso contrario, ni nos damos cuenta de lo rápido que vamos cada día.
Mi cambio de ritmo se da en Canarias, donde todo va a otra velocidad. Al salir de mi lugar habitual también dejo atrás los hábitos y tareas diarias, desconecto de lo cotidiano, cada día es un día nuevo. Es más fácil poner conciencia, vivir el momento, quitando el automático.
El placer de no hacer nada "Dolce far niente", la felicidad de no hacer nada. El no hacer que deja espacio para lo nuevo, la creatividad. No hacer nada nos puede dar mucho. Por eso el momento eureka surge al parar, por ejemplo en la ducha. Después de haber dado muchas vueltas a algo, lo ves claro cuando dejas de pensar en ello.
Cuando te has hinchado a hacer es momento de parar, dejar espacio, ver con ojos nuevos, mirar para otro lado, hacerte nuevas preguntas.
Muchas empresas se retiran a otro lado a hacer su plan estratégico, salen de sus oficinas habituales y van a una nueva ubicación, para no dejarse arrastrar por el día a día y mirar más lejos. Ver que esta pasando a su alrededor y cómo enfocar su futuro ¿Por qué no hacerlo con la empresa más importante que eres tú?
Para mi hay tres preguntas fundamentales sobre lo que estoy haciendo ¿Me gusta? ¿Se me da bien? ¿Contribuye a mi entorno?
Preguntas que me ayudan a ver lo que quiero hacer. Después es cuestión de ponerse en camino, sin prisa, con las pausas que hagan falta.
Recuperar el agricultor paciente que llevamos dentro. No se puede tirar del tallo de la planta para que crezca más deprisa, lo arrancaríamos.
Cuidar lo que sembramos, con paciencia y perseverancia, dejando que el entorno, la naturaleza, haga lo suyo, haciendo lo que nos toca y observando que cuidados son necesarios. Los frutos llegarán.
Buenas! Aquí Jaír, de EfectiVida.
ResponderEliminarPues sí, toda la razón. Canarias va a otro ritmo. Yo nací en Madrid, pero vivo en Gran Canaria desde hace bastantes años. Me encanta la tranquilidad que hay aquí. Por supuesto, eso no impide, como bien dices, seguir siendo efectivo, aunque a veces parezca que paramos.
Un saludo!