De
pequeño nos enseñan a ser educados. Así que, si alguien llama a la puerta de tu
casa, un día que estás ocupado, la visita puede comenzar así:
Visitante:
¡Hola! Pasaba por aquí y me he dicho voy a saludar ¿Molesto?
Tú:
¡Qué vas a molestar! Pasa, pasa
Hasta
puedes insistir si el visitante te dice que no quiere molestar, que es mala
hora, que seguro que estás ocupado.
De
ahí pasas a ofrecer una cerveza o un café, olvidando lo que estabas haciendo o
querías hacer. Tampoco es educado invitar a nadie a que se vaya de tu casa, así
que estás “atrapado” hasta que decidan irse.
Y
lo más curioso es que quizá la otra persona está ahí, queriéndose ir y
sintiendo que lo educado es estar una hora, ya que ha entrado de visita.
Este
es solo un ejemplo, como se dan otros muchos en los más diversos ámbitos: con
la familia, entre amigos, en el trabajo. Seguro que se te ocurren múltiples
ejemplos.
Y
el verano se presta especialmente a estas situaciones, cuando parece que tienes
la obligación de divertirte o acudir a un montón de eventos, salidas, comidas,
celebraciones.
Tememos
que si miramos lo que queremos hacer y no es lo socialmente aceptable vamos a
ser rechazados, se van a enfadar con nosotros. Qué si decimos que ahora no es
buen momento nunca va a ser buen momento.
Es
probable que si siempre hemos dicho que sí y empezamos a decir que “no” al
principio se enfaden. Poco a poco irán
respetando lo que tú quieres, tus límites, si es que los muestras. Es difícil para alguien al que
siempre has dicho que sí a sus propuestas, a sus peticiones, aceptar que ya
no es así. A la gente le encanta que nos comportemos del modo más conveniente
para ellos, intentarán hacerte sentir mal si no lo haces, una forma de
manipularte.
Lo
cierto es que puedes escoger, puedes decidir
no ir a esa comida, a esa salida. Puedes decir a quien viene a visitarte que en
ese momento te pilla mal. Serás tú quien decidas si lo que quieres hacer es ver
es película que te está esperando desde hace diez días en lugar de recibir al
visitante.
La libertad es tuya si quieres cogerla. A veces somos esclavos de nosotros mismos. Imagen de Jackie Ramirez en Pixabay |
Cuando
hablo de esto en las formaciones de gestión del tiempo muchas veces surge la
polémica. Me dicen que esto es egoísta, que a mí no me gustaría que me dijesen
que no. Es cierto que no me gusta que me digan que no, pero lo acepto y lo
respeto.
De
hecho, creo que se respeta más a las personas que dicen que no de vez en
cuando, lo que no quiere decir siempre. Encontrar el equilibrio entre negarte y
aceptar. Me gusta la opción de decir, ahora me va mal, que te parece que nos
veamos mañana.
Es
tiempo de que empieces a respetar tu tiempo como respetas el de los demás.
Equilibrar el respeto hacia el prójimo con el respeto a ti mismo y a tu tiempo.
Jesucristo dijo, ama al prójimo como a ti mismo, pero no dijo que lo amases más
que a ti mismo.
Si no proteges tú tiempo, si no decides que quieres hacer,
alguien lo decidirá por ti
En
nuestro tiempo con otros, todo es más fácil si cada uno dice lo que quiere,
olvidándose de las expectativas de lo que quiere el otro o lo que es correcto.
Ser transparentes con nuestros deseos ayudará a encontrar mejores alternativas
para todos y también para ti mismo.
Mi
compromiso para este verano es escuchar que es lo que quiero y decirlo si es
que implica a otros. Hacer un experimento de transparencia al que te animo a
unirte. Un compromiso de dos pasos, saber lo que quiero (no siempre es fácil) y
ponerlo sobre la mesa.
Puedo hacer lo que quiero
y aceptar las consecuencias
No hay comentarios:
Publicar un comentario