Mi
abuelo Ignacio era un hombre de montaña. Nació y creció en un entorno desafiante,
donde las dificultades del terreno y el clima forjan un carácter. Tuvo que
desarrollar cualidades para sobrevivir en un entorno riguroso. Complicado
imaginar para un niño de hoy como era ser niño en esas condiciones, hace más de
100 años (nació en 1910).
Nuestros
mayores nos dejan un legado, de mi abuelo recuerdo su constancia y perseverancia. Con más de 90 años le costaba caminar. Aun
así, todos los días, caminaba. Recuerdo verle dando sus paseos diarios, incluso
en el pasillo de casa y contento porque un día más había dado esos paseos.
Resalto lo de diarios, porque ahí está la clave, no fallar ni un día. Si lo
dejas por un día, porque total un día, va siendo la excusa perfecta para fallar
más días. Todos los días, aunque cueste; no abandonar a las primeras de cambio.
Mi abuelo Ignacio, su constancia y perseverancia que dejan legado |
Es un
legado que me gustaría dejar a los que siguen, la capacidad de ponerte incluso los días que apetece menos.
Que me vean mis hijos me impulsa a seguir los pasos de mi abuelo. Dicen que se
enseña más con el ejemplo que con las palabras.
Las
cosas que merecen la pena suelen necesitar de constancia. Casi todo lo que nos
gusta tiene también partes que nos gustan menos y que también hay que hacer. Como un músculo, la constancia se trabaja,
la fuerza de voluntad se ejercita. Si nunca la entrenas, no va a estar
disponible cuando la necesites.
Supongo
que el entorno ayudó, las dificultades de la montaña desarrollan la capacidad de
mantener un esfuerzo sostenido, a pesar del cansancio y las adversidades.
Precisamente, ese entorno difícil, actúa de campo de entrenamiento. La importancia
de hacer lo que hay que hacer para la
supervivencia.
Me pregunto si ahora la vida no será demasiado fácil o si será que me estoy haciendo mayor y por eso pienso que es más fácil. Ahora los retos de nuestros niños y jóvenes son distintos. Me pregunto si les dejamos enfrentarse a esos retos como entrenamiento, si dejamos que se den cuenta de que sus acciones tienen consecuencias, si les permitimos navegar las dificultades de la vida y desarrollar la constancia y la perseverancia. No les solucionemos lo que pueden solucionar por sí mismos.
Dice
un proverbio inglés que “un mar en calma
no hace buenos marineros”. Las dificultades son un campo de entrenamiento
para abordar retos mayores. Dejemos que nuestros niños y jóvenes aprendan, que
aborden sus propias dificultades, forma parte de la vida y del aprendizaje. La
perseverancia en el aprender nos ayuda a estar mejor preparados cuando el mar
no está en calma.
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