Hoy me
he despertado tarde, el reloj del móvil marcaba una hora más de lo habitual,
aunque la luz que entraba en casa era casi la misma de otros días al
levantarme. Me fui a la cama más o menos a la misma hora, he dormido prácticamente
lo mismo y es una hora más tarde. Hoy es el domingo en el que hacemos el cambio
de hora de primavera, a las dos de la mañana han pasado a ser las tres, una
hora ha desaparecido, este domingo tendremos solo 23 horas, una hora menos.
Un día
de 23 horas puede ser una auténtica pesadilla si necesitas cada minuto, si con
24 horas ya no tenías tiempo suficiente. Será que somos demasiado ambiciosos
con lo que podemos hacer con nuestro tiempo. Afortunadamente el cambio se hace
en domingo, cuando la agenda suele ir menos apretada.
“En un
mundo donde siempre falta tiempo, que te quiten una hora de golpe puede
sentirse como un robo”
Cada
primavera, un día como este, perdemos una hora, algunos de sueño, otros de
actividad y entramos en un pequeño caos temporal. Si quedas hoy con un grupo
siempre habrá algún despistado que llegue una hora tarde ¡No se había dado
cuenta del cambio de hora! A la hora de comer no tienes todavía hambre, el
cuerpo se siente extraño, hay un vago desconcierto flotando en el aire.
Lo
curioso del cambio de hora es que, aunque los relojes digitales se ajustan
automáticamente, nuestro reloj interno no lo hace con la misma rapidez. Vivimos
con dos relojes simultáneamente: el que marca el tiempo oficial y el biológico,
que irá ajustándose poco a poco. Para la mayoría, el cuerpo tardará entre cinco
y seis días en sincronizarse, hay quienes lo hacen en un solo día y otros que
necesitarán casi un mes. Es un pequeño jet-lag de una hora, una especie de
reajuste forzado que nos saca de nuestra rutina habitual.
Los
domingos solemos movernos con más libertad, siguiendo el ritmo de nuestro reloj
biológico, sin tanta presión por la hora. Pero mañana será lunes, el primero
con el nuevo horario, y nos tocará encajar en la rutina impuesta. Veremos si
nuestro cuerpo empieza a aceptar el cambio o si seguimos arrastrando la
sensación de haber perdido algo. Al final, el tiempo no se detiene, con o sin
cambio de hora, aunque nosotros vayamos un poco a destiempo.
La
hora que perdemos este domingo nos la devolverán en otoño, con un domingo de 25
horas, como si el tiempo pudiera prestarse y devolverse sin más. Pero, mientras
tanto, ¿cómo nos afecta? Para algunos, solo es una anécdota; para otros, una
alteración real del sueño y del estado de ánimo. Hay quienes se sienten más
cansados, quienes tienen hambre a horas raras y quienes simplemente no notan
nada. ¿Y tú? ¿Cómo llevas vivir con una hora menos?
Si quieres ver cuando publico una nueva entrada, puedes seguirme en LinkedIn. Pulsa aquí