domingo, 7 de mayo de 2023

Vivir es una maratón, no una carrera de 100 metros

Vivimos con demasiada prisa, con rapidez. Estamos inmersos en la cultura de la inmediatez, todo tiene que ser para ya, si no es que tenía que haber sido para ayer. Urgencia por acabar lo siguiente, lo que tenemos encima de la mesa.

Inmersos en el corto plazo, en la próxima entrega, en el próximo examen, en el próximo proyecto. Perdemos la visión del largo plazo. Es como si estuviésemos corriendo constantemente carreras de 100 o 200 metros.

La mayoría de lo que importa se construye en el largo plazo. Se parece más a una maratón que a una carrera de 100 metros. Lo importante no es el próximo examen, sino como vamos construyendo nuestro conocimiento para apoyar lo siguiente.

No es la próxima entrega del proyecto, sino como eso forma parte de un proyecto más grande.

Esto no quita importancia a las pequeñas cosas, que construyen las más grandes. Las relaciones de largo plazo se construyen con pequeños detalles. Cada detalle tiene su importancia, pero no podemos poner toda nuestra energía en todo detalle. No podemos correr una maratón como si sumásemos carreras de 100 metros. Después de correr 100 metros a tope necesitas descansar.

Encontrar el ritmo adecuado para las grandes distancias, las de toda una vida, ya sea de aprendizaje, de relaciones, de proyectos y logros profesionales.

La tortuga: ccon constancia, siempre llega (aunque tarde)
Relativizar la importancia del corto plazo, de la perfección de cada cosa, es imprescindible para mantener la energía en el largo plazo, la visión y la realidad de quien somos y quienes queremos ser.

Si estamos demasiado estresados, demasiado ocupados, quizá es momento de parar y mirar ¿Dónde nos lleva esto en el largo plazo? ¿Qué efectos tiene tanto en el largo como en el corto plazo? Para después continuar al ritmo adecuado.

La cultura de la inmediatez lleva al estrés. Creo que la mayoría de las cosas que merecen la pena llevan su tiempo, su constancia, su persistencia. No aprendemos todo lo necesario de una sentada, las relaciones se construyen con presencia, la maestría en una profesión se logra con pequeños pasos (repasar la regla de las 10.000 horas) y una vida se construye en el largo plazo.

Cuando queremos hacer todo para ya nos encontraremos abrumados, desbordados y muchas veces sin dirección.

A mis alumnos, que cursan tercero de una carrera universitaria, les hago una pequeña reflexión. Tienen unos 50 años de carrera profesional por delante (si echamos hasta sus 70 años, aunque cada uno escogerá cuanto durará); no hace falta hacerlo todo el primer año, ni en los primeros cinco años, hay mucho tiempo por delante. Esa es la buena y la mala noticia.

Incluso en mi caso, que me acerco a los 50, espero que quede mucho tiempo por delante (aunque mucho y poco es relativo). Quiero hacer muchas cosas, de momento voy a hacer las que tocan esta semana para acercarme a eso en lo que quiero convertirme, mientras disfruto del camino.

Hoy me quiero acordar de ese amigo, el sabrá a quien me dirijo. Hace unas tres semanas ha tenido un susto, lo que parece un accidente cardiovascular, puede ser por ir demasiado rápido, abarcando demasiado… No lo sé, no soy médico, él lo sabrá mejor que yo. Quizá es momento de ir más despacio, de encontrar otro ritmo, que le permita seguir contribuyendo y disfrutar del camino por muchos años.

Pensar en el largo plazo me relaja, me permite saber que queda tiempo, que no todo lo tengo que hacer hoy, aunque hoy puedo seguir avanzando en la dirección que quiero, o parar a descansar si es lo que necesito. Equilibrar el corto y el largo plazo.