lunes, 17 de abril de 2017

Tiempo para conversar

Estamos en la sociedad de la prisa, todo se hace deprisa, parece que el tiempo es escaso y no da para hacer todo lo que queremos o todo lo que se nos ofrece y se nos presenta como apetecible.

Tanto correr recorremos caminos sin darnos cuenta de por donde hemos pasado y si nos preguntan que hemos hecho esta mañana apenas nos acordamos.

Prima la cantidad frente a la calidad e incluso en vacaciones nos estresamos por la cantidad de cosas que queremos-tenemos que hacer, a no ser que alguien sensato nos diga: “No nos vamos a estresar, que estamos de vacaciones”.

Esta misma enfermedad se extiende a nuestra comunicación, después de hablar con alguien apenas recordamos lo comentado, defecto de escucha. Mantenemos conversaciones de forma compulsiva y es rara la conversación pausada, que nos permita escuchar lo que se dice, cómo se dice y los gestos que lo acompañan.

En general puedo estar de acuerdo que centrarse en un objetivo puede ser productivo, aunque si nos centramos demasiado perdemos todo lo que pasa alrededor. Si mantenemos una reunión con poco tiempo conseguiremos intercambiar opiniones sobre la mayoría de las cosas relevantes y conocidas, aunque sin un tiempo de reflexión e intercambio creativo perderemos opiniones, opciones, oportunidades y aportaciones interesantes.

Estas vacaciones he podido disfrutar de conversaciones significativas, sin preocupación por el tiempo del reloj (cronos), dando el tiempo adecuado para la experiencia (kairos) y es algo que no sólo se debe quedar en las vacaciones, aunque parece que ahí tenemos más tiempo, los días siguen teniendo 24 horas y podemos reservar tiempo para lo importante.
Recordemos conversar como cuando éramos niños, cuando no había prisa, cuando el tiempo no importaba. Los niños siguen sin preocuparse demasiado del tiempo a no ser que se lo recordemos, simplemente lo ocupan sin preocuparse.

Esas conversaciones sin interrupciones, sin los móviles sonando, que son cómo sin tiempo, algunas veces profundas y otras veces ligeras, conversaciones de estar presentes, de generar relación e intimidad, esas conversaciones que no debemos perdernos con gente importante: los amigos, con los padres, con los hijos, con la pareja y que ahora también podemos disfrutar con compañeros de trabajo.

Algunos pueden ver las conversaciones como pérdida de tiempo a pesar del valor que tienen en sí mismas, en el propio disfrute de la experiencia, para los más  escépticos diré que también son una gran fuente de confianza, que junto con la comunicación honesta son el aceite que engrasa las relaciones. Con confianza todo se puede hacer más rápido y sobre todo más a gusto.

Por mi parte esta semana he disfrutado de grandes conversaciones y es algo que voy a seguir haciendo ¿te animas a conversar? (mejor con el móvil lejos si es que no puedes aguantarte sin mirarlo). 

jueves, 6 de abril de 2017

Estar a lo que estás

Según datos de la OCDE (2015) en España se trabajan 1.691 horas al año frente a las 1.868 de nuestra vecina Portugal, 1.790 de Estados Unidos, 1.766 de media en la OCDE, 1.612 de Suecia o 1.371 horas/año en Alemania.

Un programa sueco parodia a los españoles cómo los más trabajadores de Europa, lo que como vemos no es cierto. Aunque somos de los que más tarde salimos del trabajo y de los que más horas empleamos para comer. La parodia nos puede servir para plantearnos cómo trabajamos y cómo aprovechamos las horas de trabajo. Las horas trabajando no lo dicen todo.
En cualquier caso las horas trabajando no lo dicen todo. Si no consigues resultados a pesar de estar muchas horas trabajando dos preguntas pueden aclarar la causa:
  • Del tiempo en el trabajo, ¿Cuánto tiempo estás trabajando?
  • Del tiempo trabajando ¿Cuánto tiempo en actividades que llevan a resultados?

Hace unas semanas un amigo expatriado en Estados Unidos estuvo una semana en España y me comentó que ahora la sorprendía la forma que teníamos de trabajar, todo lo que se socializa y lo que se pierde el tiempo en el trabajo. Esto no deja de ser una generalización y seguro que muchos aprovechan su jornada.

El tiempo en el trabajo sin trabajar lo podemos llamar presentismo, absentismo emocional (parece que estamos pero no estamos). Si no nos encontramos motivados por el trabajo encontramos múltiples entretenimientos que nos alejan del objetivo.
También podemos tener el foco mal puesto, estar haciendo cosas (trabajando), sin saber para que las hacemos, mucho esfuerzo y pocos resultados, algo estaré haciendo mal. Trabajar mucho no es siempre sinónimo de obtener resultados. Nos centramos en lo irrelevante y nos olvidamos de lo importante.

Hay cuatro razones para salir tarde del trabajo:
  1. Empiezas tarde,
  2. Tienes demasiado trabajo (un gran problema si no es puntual),
  3. Eres torpe para realizar tu trabajo (no sabes lo suficiente),
  4. Pierdes mucho tiempo durante la jornada.

Un compañero de consultoría casi siempre era de los últimos en irse, a eso de las 23 horas y se apresuraba a aclarar que era porque le gustaba socializar, siempre disponible para tomar un café, para un descanso o una charla.

Si eres de los que sales tarde de trabajar o de los que trabajas demasiado observa qué es lo que haces, sobre todo si no obtienes resultados. Trabajar demasiado influye en el resto de tus ámbitos de vida (salud, familia, amigos…)

Las personas que tienen reducción por cuidado de hijos en muchas ocasiones hacen el mismo trabajo en mucho menos tiempo. Será que los hijos nos vuelven más productivos o es que tenemos una buena razón para salir a una hora prudencial y por eso nos centramos en lo que tenemos que hacer.

Creo que lo que sucede es que están a lo que están, tienen claros los objetivos en el trabajo para poder centrarse y conseguir su objetivo personal de estar pronto en casa.


Cuando consigamos estar pronto en casa no lo estropeemos estando físicamente en casa (de presencia) y mentalmente en otro sitio (como puede ser en el trabajo). Estar donde estás supone que tu mente y tu presencia se quede dónde estás físicamente.