domingo, 25 de octubre de 2020

El enfado adecuado

 Todos andamos alterados, nerviosos, con el COVID-19, con la normativa, con el cambio al que nos lleva, con la incertidumbre que nos rodea, sin saber cuál va a ser el siguiente paso.

Ahora es el nerviosismo que viene de este no saber a qué atenernos, del miedo a las consecuencias. Si no hubiese COVID podría ser otra cosa. Algunos expresan este nerviosismo, miedo o tristeza con enfado.

Es muy fácil enfadarse, lo difícil es enfadarse adecuadamente:

  • Con la persona adecuada (¿Quién?);
  • En el grado exacto, con la intensidad justa, de modo correcto (¿Cómo? y ¿Cuánto?);
  • En el momento oportuno (¿Cuándo?);
  • En el contexto adecuado (¿Dónde?);
  • Con el propósito justo (¿Para qué? Distinto de ¿Por qué?).

Tenemos opiniones diversas, se dan situaciones nuevas y en muchas ocasiones acabamos discutiendo con el de más cerca, soltando una rabia que no le toca.

Don Quijote atacaba molinos de viento, creyendo estar defendiéndose de gigantes. La embestida solo le hizo daño a sí mismo. Nos pasa lo mismo al enfadarnos cuando no existe el motivo.

El coronavirus no solo está dañando la salud, la economía y la confianza. También está dañando relaciones importantes, cercanas, de muchos años. La impotencia, la incertidumbre, está dañando amistades de toda la vida, relaciones familiares y de pareja, colaboraciones profesionales.

Cada uno tenemos diferentes sensibilidades, diferentes miedos. El respeto a las diferencias ayuda a establecer y mantener relaciones.

La bronca con quién no toca, cuándo no toca y de una intensidad inadecuada daña las relaciones y no nos deja más tranquilos. Usar esa válvula de escape tiene consecuencias.

Enemistades creadas, relaciones arruinadas, entre viejos amigos, entre familiares, por la distinta visión que tenemos de las medidas que habría que adoptar, aunque a nosotros no nos toque decretarlas. O por cómo cada uno decide hacer las cosas. ¿Merece la pena o es mejor hablar de otra cosa? Para que perder demasiado tiempo en lo que no podemos cambiar.

Una vez en el conflicto, cuando nos sentimos dañados, la carga emocional aumenta. Es difícil resolver de manera racional lo que ha escalado emocionalmente (recordar lo que nos une más que lo que nos separa y saber perdonar).

El resentimiento es un veneno que tenemos preparado para otro y que solo nos daña a nosotros mismos. El perdón frente al resentimiento, incluso sin expresarlo, resulta liberador.

Es momento de apostar por el respeto a la diferencia, a las opiniones diferentes. Es momento de comunidad; común unidad ¿dónde están los límites? ¿hasta dónde llega mi libertad? ¿dónde empiezo a dañar la libertad del otro? Algunas preguntas que cada uno debe responderse.

Por otra parte, ¿Quién está pagando los platos rotos de mi frustración? Quizá los que tenemos más cerca. A veces hay que enfadarse, procuremos que ese enfado sea adecuado.

domingo, 11 de octubre de 2020

Ansiedad

 La ansiedad es frecuente en un mundo competitivo y lleno de actividad, con altas expectativas que no siempre se cumplen. La ansiedad puede ser una reacción normal al estrés, provocada por el temor a aspectos supuestamente negativos de un futuro desconocido.

Podemos extraer tres características de este tipo de ansiedad:

  • Anticipación del futuro.
  • De carácter negativo (anticipamos resultados que nos desagradan).
  • Ante un futuro incierto.

Puede ayudar a adaptarnos, a ponernos en marcha, buscar soluciones, a actuar, a ocuparnos en lugar de preocuparnos, ante ese futuro que imaginamos.

Por otra parte, si nos desborda, puede paralizarnos. Incapaces de actuar, los pronósticos negativos tienen más posibilidades de suceder (la verdad autocumplida).

Ansiedad y depresión van, en ocasiones, dadas de la mano. Dibujo de Leyre Fontaneda

Existe una gran diferencia entre una ansiedad puntual, reacción a un momento de estrés, de la que se prolonga en el tiempo. Una ansiedad prolongada compromete nuestra salud a largo plazo, en su triple dimensión: física, mental y social. Lo que escribo se refiere principalmente a la ansiedad puntual.

Explorando la anticipación del futuro aversivo (desagradable), esta anticipación puede provenir de, entre otras cosas:

  • Falta de control percibido: un entorno en cambio, desconocido, puede despertar la inseguridad, es imposible predecir el futuro, sin una bola de cristal que funcione ¿Podemos aceptar que no podemos controlarlo todo? Está claro que “no somos omnipotentes, aunque a veces nos presionamos como si lo fuésemos”.
  • Auto-exigencia y el perfeccionismo: La imaginación sigue jugándonos malas pasadas, sobre lo que somos capaz, además, sin demasiado esfuerzo. Nos convertimos en nuestro peor juez, exigiéndonos más de lo que exigiría cualquiera, de lo que exigiríamos a cualquiera. Con ese nivel de exigencia es imposible llegar, el resultado solo puede ser decepcionante.
  • Demasiadas cosas que hacer y que no haces, con la sensación de que estás perdiendo el tiempo. La fantasía de poder hacerlas todas (otra vez la omnipotencia).

La imaginación, la expectativa, juega un papel fundamental en la ansiedad. Darnos cuenta de lo que estamos imaginando es un primer paso. Muchas veces no somos ni conscientes de lo que está pasando en nuestra cabeza.

Cada uno reaccionamos de una manera ante la ansiedad. Las reacciones pueden no ser muy saludables: puede que nos enfademos ante cualquier motivo, atraquemos la nevera, nos atiborremos de chocolate, fumemos más de la cuenta, bebamos más cerveza o un largo etcétera. Ver esas reacciones nos puede dar pistas de que algo nos está sucediendo.

Los primeros pasos si te encuentras así:

  • Parar y darnos cuenta de lo que nos pasa, de dónde nos viene la sensación.
  • Ser conscientes de que la mayoría de las cosas que nos preocupan no llegan a ocurrir. Y si han de ocurrir afrontarlas cuando lleguen y no por anticipado. Pre-ocuparse es ocuparse antes de tiempo.
  • Ordenar la lista de tareas inacabables, descartar unas cuantas y decidir por dónde comenzar. Empezar por la primera, pasar de preocuparse a ocuparse.
  • Aceptar la incertidumbre del futuro, que traerá cosas buenas y no tan buenas, como siempre sucede.

Todo esto se puede complementar con hábitos saludables:

  • Buscar buena compañía y compartir tus sentimientos.
  • Hacer ejercicio, libera endorfinas y nos pone a punto. Mejor si es en la naturaleza.
  • Risoterapia, los efectos saludables de la risa. Echarse unas risas.
  • Centrarte en la respiración. El Mindfulness puede ayudarte a quedarte en el presente y darte cuenta de lo que te está pasando.
  • Yoga que ayuda a liberar la tensión en el cuello o los hombros que puede acompañar a la ansiedad.
  • Volver a lo fundamental. Realmente necesitamos muy poco. Podemos ser felices con mucho menos.

Si en lugar de una ansiedad puntual esta es prolongada, se puede estar sufriendo un trastorno de ansiedad. En este caso es recomendable buscar apoyo y ayuda de un profesional. La ansiedad puede desembocar también en un trastorno de depresión.

La ansiedad es algo natural y normal en ciertas situaciones. Si se hace intensa, crónica o incapacita para tareas habituales busca ayuda de un profesional.