domingo, 29 de marzo de 2020

¿Cómo quiero salir de la cuarentena? ¿Cómo quiero vivir después de esto?


Un día, esperemos que no muy lejano, “esto pasará”, cualquier cosa que sea esto (ahora el coronavirus). Mucho se ha hablado y escrito estos días de cómo va a cambiar todo y cómo vamos a cambiar todos.

Hablando del futuro y comentando que esta es una lección de presente, estar aquí y ahora, cuando el futuro es incierto. Esta es una oportunidad en la que percibimos más que nunca esta incertidumbre.

Siempre me he sentido parte activa en ese futuro incierto. No podemos controlar nuestro futuro y sí influir en él. Cómo el agricultor, que sembrando no puede garantizar una buena cosecha, en la que sus cuidados solo incrementan las posibilidades, aunque siempre pueda llegar un pedrisco. Como reza la ley de la cosecha:

“Recoges lo que siembras, y no siempre”

Se puede emplear como excusa y no sembrar, así tienes claro lo que recoges: Si no siembras nada, nada recoges.

Ley de la cosecha: "Recoges lo que siembras, y no siempre"
Para poder decidir qué es lo que sí puedo-quiero hacer, cómo creo que puedo influir en mi futuro y en el futuro de los que me rodean, me planteo esta semana hacer dos listas, con respuestas a estas dos preguntas:
  • ¿Qué quiero conservar de lo que estoy viviendo ahora?
  • ¿Cómo quiero, qué quiero, vivir después de esto?

De la primera pregunta (qué estoy disfrutando ahora) me sale: jugar, especialmente con mis hijos, hacer peleas de cosquillas de las que hacía de niño, desayunar huevos fritos, estar más cerca de los que están lejos, …

De la segunda (la que mira al futuro): paseos por la naturaleza, ir a la playa, largos paseos, tocar más, acercarme a la gente, …

Hoy os pido ayuda, seguro que tenéis ideas, y es más fácil pensar o soñar todos juntos. A todos los que de vez en cuando leéis el blog o habéis caído aquí por casualidad, a través de Facebook, Linkedin, Twitter; os pido que compartáis alguna idea, de la primera lista (qué quiero conservar de la cuarentena) y de la segunda (qué echo de menos o qué quiero hacer cuando esto haya pasado). La semana que viene espero que tengamos una lista más completa.

Es curioso, cuando me pongo a soñar, lo que me viene son las cosas más sencillas.

Os deseo una buena semana a todos.

domingo, 22 de marzo de 2020

Duelo por la pérdida


Hace diez días vivíamos en otro mundo, otra realidad, con otras preocupaciones y ahora somos conscientes de que el mundo no volverá a ser igual. Hemos perdido mucho, en el peor de los casos a seres queridos, y todavía estamos en la mitad de la crisis.

Ante tanta pérdida, la semana pasada hablaba de la aceptación de lo que no podemos cambiar. Esta aceptación no es ni fácil ni automática, para llegar a ella atravesamos distintas fases, aunque no todos pasamos todas ni las sentimos con la misma intensidad.

Son las fases del duelo, que cada uno vivimos con distinta duración y consciencia, algunas veces intentando huir de la rabia (ira) o de la tristeza, a veces cerrando los ojos y no queriendo ver lo que está pasando.

Según Elisabeth Kübler-Ross, experta en la materia, con libros muy recomendables para estos días, las fases del duelo son:
  1. Negación: no queremos ver la pérdida, no puede ser cierto, negamos la realidad, actuamos como si no estuviese pasando.
  2. Enfado, rabia o ira: lo vemos como una injusticia, volcamos nuestra rabia contra algo o alguien que lo ha hecho mal, buscamos culpables y a veces hasta nos culpamos a nosotros mismos. Estamos enfadados con el mundo.
  3. Negociación: intentamos buscar soluciones, formas de encarar la pérdida, podemos fantasear con que no ha ocurrido, con que todo tiene solución.
  4. Tristeza: que si va al extremo nos puede llevar a la depresión. Apatía, sin ganas de hacer nada. Podemos estar pasando estos días en casa, metidos horas en la cama, sin ganas ni de movernos y solo con ganas de llorar.
  5. Aceptación: la hora de seguir adelante, de aceptar eso que no podemos cambiar, de adaptarnos a la nueva realidad.

Foto tomada de https://zoraidarodriguezvilchez.es/

Las etapas no siempre son lineales, no se dan en el mismo orden, podemos empezar por la rabia, pasar un rato en la tristeza e irnos a la negación. Además, podemos repetir y volver a pasar por la rabia, aunque ya habíamos estado allí ayer y hoy estábamos en la tristeza. Pasar del lloro al cabreo y de ahí a evadirnos con chistes. La experiencia que estamos viviendo es dura y cada uno lo lleva como puede.

En este duelo conjunto de todos, cada uno estamos en distinto momento y podemos discutir con los cercanos, cuando unos están en la negación y otros estamos en la rabia. Con alguien nos tenemos que enfadar y lo hacemos a veces con los de más cerca, aunque no tengan ninguna culpa. O decimos el consabido no llores, pues a algunos les viene bien llorar.

Y aunque el coronavirus es de todos, no todos vivimos la misma realidad. No es lo mismo para los que estamos “cómodamente” en casa que para los que están en primera línea, en urgencias, en las UCIs. No vemos lo mismo y no arriesgamos lo mismo. Es momento de reconocimiento y respeto. También de transitar el miedo, de los que allí están, y de los que los queremos y estamos a la expectativa. Casi se me saltan las lágrimas de la impotencia, de la tristeza de no poder hacer más.

Las pérdidas se viven mejor acompañados, ahí están los ritos de despedida de los seres queridos, cuando al funeral vienen familiares, amigos, vecinos, compañeros. Y hasta eso hemos perdido en ocasiones, hasta el extremo de que tenemos que despedirnos de nuestros seres queridos casi en privado (un abrazo desde aquí Fernando), con los funerales restringidos a los más cercanos.

No podemos recibir la compañía física, ni los abrazos piel con piel, lo que a veces más reconforta en los momentos duros, el simple acompañar, sin decir nada, cuando sobran las palabras.

Conocer que el duelo es un proceso, con sus fases, me ayuda a entender un poco, que está y estoy pasando, que para mí es importante. Dicen que el duelo es para adaptarse a las pérdidas, es la forma que tenemos de aprender a vivir de otra manera.

En estos momentos tengo muy presente una historia, la historia del anillo del Rey, vivo en la confianza de que esto también pasará y sin duda hay que pasarlo.

¡Cuidaros mucho!

domingo, 15 de marzo de 2020

Coronavirus = Incertidumbre, vulnerabilidad, cómo las vivo


Esta semana se caracteriza por la incertidumbre, el no saber, el cambio. Lo escrito hace una semana, lo que pensábamos hace dos días, ya está desfasado y aparentemente esto va a seguir así un tiempo.

Los planes cambian, y lo que había previsto hace una semana parece un sueño. Viajes sin hacer, proyectos que se quedan a medias o que ni siquiera empiezan, cosas que cancelamos o nos cancelan. Cuesta cambiar los planes, lo que teníamos previsto, perder eso que ya habíamos imaginado.

Las emociones nos acompañan y es normal que estemos tristes con tanta pérdida: de planes, proyectos, compañías a las que no nos podemos acercar. La tristeza es la emoción que nos ayuda a adaptarnos a la pérdida.

Además, la incertidumbre, el “no saber” hacia dónde evolucionará la situación, cuánto tiempo estarán los niños sin cole, cómo estará todo cuándo pase lo más gordo, cómo vamos a cambiar y van a cambiar las circunstancias. Esa incertidumbre que mira al futuro, difícil de pronosticar y más en estos casos, que nos hace sentirnos vulnerables y nos lleva al miedo y a protegernos. Buscamos compañía, esa pertenencia a un grupo más grande, en la que nos sentimos menos vulnerables. Estando en un país distinto esta vulnerabilidad se siente más.

En la distancia física igual estamos más próximos que nunca, pensando en los que queremos, en los que no nos son tan cercanos y comunicándonos a distancia, por redes sociales, hablando con amigos, con los que hace tiempo no hablamos. Al menos así lo estoy viviendo yo.

Podemos ver el vaso medio vacío, de hecho, se ha vaciado mucho, y también podemos ver lo que nos queda, cada uno con su mirada. En las circunstancias nuevas tenemos miradas nuevas, igual que cuando probamos un nuevo plato puede que nos guste, algo podemos encontrar en lo que la vida nos trae.

Ante tanta incertidumbre y cambio, encuentro un marco para entender, sentir y actuar. El marco lo encontré en el libro “los siete hábitos de la gente altamente efectiva” de Stephen Covey:

Aceptación de lo que no puedo cambiar,
Valor para cambiar lo que puedo cambiar,
Y sabiduría para ver la diferencia”

Aceptar lo que viene, en este caso el coronavirus, algo que no puedo cambiar. En mucho me toca confiar, en los sanitarios, en los que organizan, confiar en los que pueden saber más o pueden estar más informados que yo.

Dejar de preocuparme de lo que no depende de mí y empezar a ocuparme de lo que si depende, encontrar la energía y la fuerza. Saber estar en casa, si de eso se trata, lavarme las manos a menudo, establecer mi rutina (leer, hacer ejercicio, bailar…), la que me vaya bien. No paralizarnos de tanto pensar y salir de los bucles negativos. Está bien estar informado y también el exceso de información nos puede sentar mal y confundirnos más que aclararnos.

Y entre los dos extremos, entre lo que podemos cambiar o no, entre lo que podemos hacer y lo que no, tener la sabiduría suficiente para ver la diferencia. En muchos casos solo depende de saber mirar, de prestar atención y ver cuándo lo que pensamos y sentimos nos lleva en alguna dirección o sólo a la queja.


Es momento de cambio, es una oportunidad para vivir de otra forma, escoge cómo quieres vivir estos días, vete probando que es lo que te va bien y quizá este enclaustramiento obligado, que parece un castigo, dé sus frutos. En oriente tienen la metáfora del Yin Yang, dentro de todo lo malo hay algo bueno y dentro de todo lo bueno hay algo malo, vamos a encontrar lo bueno.

Puedes poner la atención en lo que ahora ya no puedes hacer, quedarte en la pena, la queja y la inactividad, o poner la atención en lo que todavía sí puedes hacer y aprovechar, dentro de tus circunstancias.

“Escoge si poner atención a lo que no puedes hacer o a lo que sí puedes hacer”

No escogemos las circunstancias, pero escogemos como respondemos a esas circunstancias.

Mis mejores deseos para que todos vivamos estas circunstancias de la mejor manera posible. Parte de ello depende de cada uno de nosotros.

domingo, 8 de marzo de 2020

No es fácil salir de la zona de confort “voluntariamente”


Salir de la rutina suena bien, salir de la zona de confort se oye mucho y no suena tan bien. Confort, comodidad, bienestar… ¿Para qué salir de ahí? ¡Con lo bien que se está!

Después de muchos años pensando en ir a vivir al extranjero ¡con lo bien que se está en casa! nos hemos lanzado y ya llevamos 5 semanas en Cork (Irlanda), toda la familia.

Enero fue un mes frenético, buscando colegio para los niños y casa. Intentándolo a distancia no funciono, la presencia física sigue siendo importante y tuve que venir a Cork unos días antes.

Google también ayuda mucho con lo nuevo. Burgos - Cork
Vuelves a lo básico, tener dónde vivir. Encontrar casa para alquilar en Cork no es fácil, no sabes cómo funciona el sistema y si no te lo explican, no sabes ni encender la ducha.

Afortunadamente, entre tanta incertidumbre hay gente que te ayuda, que ya ha pasado por dónde vas a pasar. Tuve la suerte de encontrar a Jaime, paisano, con 7 años de experiencia en Irlanda, que, con pequeños consejos, que parecen simples, ayudo mucho a nuestra llegada (gracias Jaime).

Primer punto a tener en cuenta para el cambio: Ante lo desconocido, lo nuevo, buscar guías, gente con más experiencia, preguntar, no pretender saberlo todo. Hay buena gente que nos ayuda. Ir acompañado en momentos complicados, cuando más vulnerable eres, no conoces la cultura, el marco legal y además los contratos están en otro idioma. Ser capaz de aceptar la incertidumbre, el no saber en muchos casos.

Ante lo nuevo se agudizan los sentidos, estás más abierto a las experiencias, al aprendizaje, dejas de ir en automático, te das más cuenta de lo que hay a tu alrededor. Con el tiempo todo te resulta familiar y te deja de llamar la atención. Por eso cuando hay cambio el tiempo parece ir más lento, ante la rutina los días vuelan, todos son iguales, y así las semanas, los meses y los años pasan en un abrir y cerrar de ojos.

“No es lo mismo vivir 15 veces un año que 15 años distintos, la diferencia está en el cambio, en la evolución, en las experiencias”

El cambio, en general, y el cambio de lugar de residencia en particular, es un momento también de cambio de hábitos, dejar rutinas que tienes asociadas a los lugares, a las costumbres, a la gente con la que tratabas y establecer nuevas rutinas. Si lo haces desde la consciencia puede ser momento para empezar a hacer deporte de forma regular, leer, etc.

Con los sentidos más despiertos puedes poner el foco en lo que quieres conseguir. Si quieres aprender inglés, poner la atención en estar con gente que hable esa lengua y no esconderte buscando entre los de tu propio idioma. Te puede dar tanto miedo el hablar en una lengua que no dominas que te escondas varios meses antes de ser capaz de salir (cada uno tiene sus tiempos). Son varios retos los que se presentan, y los retos te hacen estar vivo y atento.

Y una vez que sales te preguntas a veces ¿Por qué no me vuelvo? Porque fuera de la zona cómoda también hay momentos duros, y el volver siempre es una opción. Valoras más las cosas que vivías y que seguramente volverás a vivir desde otro sitio, con otra conciencia, al volver.

Ser nuevo hace que tengas menos compromisos, más calma, más tiempo para vivir más despacio, para escoger que hacer, sin dejarte llevar por la corriente. Te permite vivir más despacio y darte cuenta de la prisa que en muchas ocasiones llevamos en el día a día, saltando de una cosa a otra. No hace falta irte a otro sitio para darte cuenta de esto, pero sin lugar a dudas, el cambio ayuda a ampliar la consciencia.

Los ritmos son distintos, no es lo mismo vivir en Madrid o cualquier otra ciudad grande, con un ritmo frenético que te arrastra, a vivir en un sitio más tranquilo, más amable, que también te arrastra a ir más despacio, a relativizar el tiempo, la prisa.

No hay tantas cosas importantes, la salud, ahora que todo el mundo está preocupado con el Coronavirus, tener qué comer y dónde cobijarse. Eran necesidades que no siempre estaban cubiertas hace 200 años y ahora lo damos por sentado en los países desarrollados ¡Qué suerte hemos tenido!