domingo, 27 de septiembre de 2020

Terminar lo que empiezas

 ¿Cuántas cosas tienes empezadas sin acabar? Por mi parte unas cuantas. Ocupando espacio en mi cabeza, lo inacabado en ocasiones me provoca malestar y no aporta nada.

Puede ser que esté inacabado porque no quiero continuar con ello, no quiero seguir ese camino, ni me merece la pena. Aun así, el esfuerzo hecho, las expectativas que tenía al empezar, no me dejan abandonarlo. Si este es el caso es posible que haya llegado el momento de soltar esas expectativas, dejar ir el esfuerzo realizado, el tiempo invertido, y continuar sin esa carga de lo inacabado. Puedo abandonar cosas a medias si yo quiero, aceptando las consecuencias.

Un tejado a medias no protege mucho de la lluvia. Imagen de Capri23auto. 

Por otra parte, está lo inacabado que me gustaría acabar, que voy posponiendo por distintos motivos, puede ser pereza, porque me disperso con diversos intereses (empiezo mucho más de lo que acabo). En este mundo, con cada vez más estímulos, es cada vez más difícil mantener la atención y la constancia.

Puede ayudar vislumbrar la meta, sentir como será acabar, disfrutar de algún fruto por anticipado. En un viaje los últimos kilómetros parecen más largos. Pero si ante esos kilómetros que parecen largos te paras y nunca los haces, no llegarás a ver ese paisaje que espera, no llegarás a disfrutar de esos frutos, que ya están maduros.

Si paras, pospones el llegar, puede que la fruta, ahora madura, se pase o se pudra. Si después del esfuerzo de plantar, cuidar lo sembrado, no recoges los frutos llegado el momento, puede ser que ya nunca los puedas recoger y tengas que empezar de nuevo.

Algunas veces es el perfeccionismo el que no deja acabar. Todo, siempre, se puede mejorar. La única forma de acabar es decidir que ya es suficiente, aceptar que no todo tiene que ser perfecto. Así, esta breve entrada, aunque corta, puede ser suficiente.


Te invito a un reto este mes de octubre que va a empezar, dedicarlo a acabar pendientes, a cerrar cosas si no las quieres acabar, a aligerar la mochila para andar más ligero y poder incorporar otras cosas, si es lo que quieres.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Incertidumbre, revolución, cambio

Soy profe, comienza el curso y las expresiones que me salen son ¡menudo follón! ¡Vaya lío! ¡cuánto cambio! Más que un cambio es una revolución. Este año académico va a ser todo un reto, un reto anunciado porque llevamos más de seis meses conviviendo con el COVID-19.

El miedo, la incertidumbre, se palpan en el ambiente. Cada uno vive su propia realidad. El miedo puede llevar a quedarnos paralizados, a salir corriendo. Ese miedo desata las críticas al que hace y al que no hace, críticas no siempre constructivas, que entorpecen más que facilitar. Lleva a discusiones, que, sin nuevas soluciones, nos dejan a todos peor.

Cómo profesores somos responsables de facilitar el aprendizaje de nuestros alumnos y también de cuidar la salud, la suya y la nuestra, en su triple dimensión: física, mental y social. Así lo recoge la definición de la Organización Mundial de la Salud.


No estamos solos. A pesar de las críticas, veo a muchos que han estado trabajando estos meses, entre ellos la dirección de mi centro, con las herramientas que tienen, con las dudas y la incertidumbre.

La desconfianza se ha extendido, ya no sabemos que pensar, en quien confiar. Sin confianza estamos perdidos. Elijo confiar en los que han estado trabajando, los que son responsables de dirigir, los que tienen más información, los que saben con qué medios podemos contar.

“No se puede vivir con desconfianza en todo y en todos, la vida deja de ser vida”

Escojo asumir mi responsabilidad, en mi ámbito, emplear la energía y el tiempo en lo que depende de mí. Dejar de perder energía y tiempo en lo que corresponde a otros. Dejar que aquel que tenga la responsabilidad de dirigir de directrices claras.

“Si no lo hacemos en equipo, todos juntos, va a ser mucho más difícil”

Son demasiadas cosas, demasiados problemas, para asumirlos todos, centrarse en lo importante. Conocer hasta dónde llega mi responsabilidad. En ese ámbito, hacer todo lo que pueda, y no más, cuidándome para poder cuidar. Cada día cambia, no puedes controlarlo todo, el camino se va abriendo al andar.

Las directrices se están ocupando de la dimensión física, de que no nos contagiemos. Es nuestra labor complementar, si podemos, lo que se puede estar olvidando más. El cuidado de las dimensiones mental, emocional y social de la salud.

Y cómo profesor, algo tan simple y complicado cómo facilitar el aprendizaje. El aprendizaje que será diferente, como cada año es diferente. Los nuevos retos de este año nos traen nuevos aprendizajes, también a los profesores, que emplearemos nuevos medios.

Como empezaba, este año es todo un reto, en casa, en la educación, en el trabajo, en el día a día de cada uno. Tiempo para ocuparse y adaptarse, hacer lo que podemos y aparcar lo que no podemos (No podemos con todo). Tiempo de apoyar a y apoyarse con los demás; las dificultades del camino se superan mejor acompañado.


domingo, 13 de septiembre de 2020

Los nuevos comienzos

El año nos regala dos momentos significativos de nuevo comienzo. El comienzo de principio de año (enero) y el comienzo después del verano (septiembre).

Este comienzo de septiembre es especial, después de un tiempo diferente, donde en muchos casos hemos estado confinados y la movilidad se ha reducido.

Un nuevo curso comienza en septiembre. Los nuevos comienzos. Dibujo de Leyre Fontaneda
Con menos viajes exteriores hemos tenido la oportunidad de hacer más viajes hacia el interior, hacia el autoconocimiento. Hemos podido vernos, darnos cuenta de cómo vivíamos antes del coronavirus, descubrir nuevas aficiones y cosas que nos gustan, soñar con cómo queremos vivir, con cómo queríamos que fuesen las cosas en el nuevo comienzo.

Han podido aparecer crisis, personales o relacionales. En cada crisis está la semilla de la oportunidad para un nuevo nacimiento, un cambio, un nuevo comienzo.

Comenzar va de la mano con terminar, decidir que dejamos atrás, que ya no queremos, a qué decimos NO para poder decir SÍ.

Y ahora que volvemos a empezar se nos pueden olvidar los sueños, lo que queremos. Corremos el riesgo de volver a la vida en automático, sin saborearla, sin darnos cuenta.

“Vivir tu tiempo”, que da título a este blog, quiere dar un enfoque a la gestión del tiempo no centrada en ser productivo, en el sentido social del término. No somos máquinas, robots programables. Cada uno decide lo que quiere producir y lo más productivo, para ti, a veces, puede ser no hacer nada, simplemente estar.

La respuesta a “¿Cuál es el mejor uso de mi tiempo?” depende de qué resultado quieras conseguir. El resultado se puede dar en el presente, en lo que estás viviendo o en el futuro, hacía dónde quieres caminar. Equilibrar presente y futuro, lo que vives ahora con lo que esperas vivir en el futuro. El presente, lo único real, se puede escapar, soñando con el futuro imaginario. También el presente, lo que haces ahora, te lleva a tú futuro, eres responsable de los pasos que das.

“Vivir tu tiempo” está enfocado en ser consciente de cómo vives tu vida, darte cuenta de lo que sí quieres y de lo que no quieres, de lo que te pasa. También, hacerte responsable de tus resultados, de tus relaciones, que son fruto de tus decisiones, de tus elecciones, sin echar pelotas fuera.

Puedes ser más productivo, según tu propio criterio, viviendo más tu vida, haciéndote responsable de tus decisiones, buscando los resultados que quieres. Implicándote y decidiendo, haciendo lo que sí puedes hacer y dándote cuenta de tus límites.

Cada día es un nuevo comienzo. Puedo, puedes, podemos escoger cómo vivir a partir de ahora. Escogiendo estar menos limitados por nuestro pasado. Viviendo ahora y encaminándonos hacia el futuro que soñamos.

Tú eliges cómo quieres comenzar cada día. Tú eliges cómo quieres vivir este año que comienza.

domingo, 6 de septiembre de 2020

No puedes acabar una tarea a menos que la empieces

 Hay días que soy un maestro de la procrastinación (hacer cosas triviales posponiendo las importantes), de dejar para mañana lo importante, entreteniéndome con mil tareas menores, sin importancia, que me dan la sensación de que hago algo productivo, mientras lo importante, lo que quería hacer sí o sí se queda en el tintero, sin hacer. Nos consolamos diciendo, “al menos estoy haciendo algo”.

El problema se agrava si esté hábito improductivo se alarga: una semana, varias semanas... Puedo ser consciente si me doy cuenta de que lo importante lleva demasiado tiempo sin avanzar.

Mejor no hacer nada que estar ocupado en cosas poco útiles que te despistan

Cuando lo importante no avanza y tiene fecha límite, con el tiempo, se convierte en una crisis. Al ser importante, va a tener consecuencias, y como al ir dejándolo, queda poco tiempo para la fecha límite, el estrés aparece. Si el estrés es moderado y puntual nos puede ayudar a superar esa crisis. Otro problema es cuando las crisis son una constante, el estrés se convierte en crónico, saltando de una crisis a la siguiente.

“Posponiendo lo importante provocamos crisis en nuestra vida cuando se convierte en urgente”

Lo importante puede pasar inadvertido cuando no hay fecha límite, lo podemos posponer de manera infinita. Suelen ser las que nos llevan a resultados muy positivos si las hacemos y que, sin embargo, pasan desapercibidas si no las hacemos. Si pones fecha a lo importante, al menos te darás cuenta de por cuanto tiempo lo vas posponiendo.

Lo importante es lo que tiene consecuencias. Lo que hacemos nos lleva a resultados. Las consecuencias pueden ser muy buenas cuando hago algo con importancia o al hacerlo puedo evitar unas consecuencias negativas.

Dejar para mañana es un hábito, cuanto más vas dejando una cosa más fácil es que la sigas dejando para más adelante. Si procrastinas en algún ámbito de tu vida es más fácil que también lo hagas en otros. Si quieres obtener resultados diferentes tienes que romper el hábito.

“Si lo dejas para mañana un día, es probable que los días vayan pasando uno tras otro”

Puedes ir dejando lo que te desagrada, aun sabiendo que lo tienes que hacer, con lo que la preocupación y el desagrado irán creciendo. Hazlo primero, cuanto antes, y disfruta del resto. Es más fácil hacer lo que nos gusta, aunque las consecuencias no sean las que nos gustan. Inteligencia para ver las consecuencias de nuestros actos.

Otro motivo es encontrar la tarea abrumadora o demasiado difícil, no sabes por dónde empezar. Puedes dividirla en tareas más pequeñas, empezar a hacer y normalmente el camino aparece ante ti. No puedes ver todos los giros hasta que no empieces a andar ¡Cuantas veces lo que parece tan difícil no lo es tanto si nos ponemos a ello!

No puedes acabar una tarea a menos que la empieces

También nos lleva a posponer las cosas el perfeccionismo, que nos paraliza, la indecisión ante la necesidad de acertar, no equivocarnos. Aunque no actuar puede ser un error mayor. Los autores perfeccionistas siempre están revisando el primer capítulo, así que rara vez terminan un libro.

Algunas preguntas que te pueden ayudar a tomar conciencia: ¿Qué suelo procrastinar? ¿Qué estoy posponiendo ahora? ¿Cómo me siento al darme cuenta? ¿Qué causa mi hábito de dejar para más tarde? ¿Cuáles son las consecuencias?

Por otra parte, ver lo que dejas para más adelante, puede hacerte ver que realmente no lo quieres hacer, no te toca (es responsabilidad de otro), no está de acuerdo con tus valores y prefieres aceptar las consecuencias de no hacerlo. En ese caso, es momento de pasar página, dejarlo y dejar de sentirte culpable por no hacerlo.

Dos reglas para conseguir cualquier cosa: primero empieza y después continúa ¿Qué quieres conseguir? Pues es momento de empezar, deja de ponerte excusas.