sábado, 25 de abril de 2020

El árbol de la vida


El árbol, cómo metáfora de nosotros mismos, nos puede llevar a muchas reflexiones. Desde dónde tenemos las raíces, que no se ven, conectadas con lo que se ve, con el tronco, cada rama y cada hoja. Los valores y creencias que están en nuestras raíces son la base de nuestras acciones, qué es lo que se ve.

Siempre me han gustado los árboles en la naturaleza y también los árboles familiares, dónde en el tronco están nuestros mayores desde donde crecen ramas nuevas. En la familia se apoyan nuestras raíces (valores y creencias), la base de nuestra vida y que nos acompaña siempre en nuestro desarrollo. La sabia sube desde allí hasta la última de las hojas, siempre conectados en nuestra evolución a través del tiempo, los años e incluso los siglos.
Foto tomada de pixabay - de silviarita 
Ayer murió mi tía Tere, realmente tía de mi madre. Vivíamos puerta con puerta, a pesar de ser dos casas parecían una sola. Llegamos al edificio casi al mismo tiempo, yo para nacer y ella para cuidar de mis bisabuelos, el tronco de una gran familia. Dejó los hábitos y de ser monja, cuidando a muchos siguió cuidando a otros, primero a sus padres y después a su hermana Feli con una esclerosis múltiple.

Tere y Feli, muchos años juntas, compañeras de vida, entre discusiones y cariño, cómo entre todos los hermanos, en familia. Tías solteras que actúan como pegamento de la familia, con las puertas de casa abiertas, haciendo de nexo de unión entre todos. Imborrable recuerdo de Tere haciendo churros con chocolate y los bingos en casa de Vitoria que juntaban a más de 100 familiares.

El árbol familiar es en este caso grande, diez hermanos, 34 sobrinos, más de 50 resobrinos y muchos sobrinos-biznietos. Su casa parecía un museo de tantas fotos de bodas, de recuerdos, de familia. Ella nos tenía presentes como nosotros la tenemos presente ahora.

Tere sigue viviendo en cada uno de nosotros, que hemos bebido de sus raíces, hemos crecido con su ejemplo. Igual que muchos de los que nos dejan ahora siguen viviendo en los que compartieron su vida con ellos y esa semilla se mantendrá en el futuro.

El árbol evoluciona, cambia, va añadiendo un nuevo anillo al tronco y va creciendo una rama. Se adapta a las circunstancias, a las estaciones, al invierno (el confinamiento) y a la vuelta de la primavera, en la que florece.

Este invierno está siendo duro y ataca especialmente a los árboles más longevos, que han servido de base y semilla para el resto del bosque. Cómo todos los inviernos, este acabará dejando una marca de su paso, afectando al anillo correspondiente de cada tronco. En mi anillo quedará el recuerdo de Tere, de Jose Mari (su hermano que nos dejó también con el Coronavirus), de tantos momentos compartidos y de esas vivencias que continúan en mis raíces y también pasarán a futuras generaciones.

Las ramas crecen en distintas direcciones, toman distintos cruces de camino. Aunque parezca que cada vez están más lejos siempre están unidas por las mismas raíces. En algunos casos esas raíces se unen haciendo a cada árbol más fuerte, como sucede con las secuoyas y en otros casos se entrelazan las ramas de distintos árboles, como sucede con los plataneros. Somos como árboles separados y unidos al mismo tiempo. En los momentos duros la unión ayuda a mantenernos a flote.

domingo, 19 de abril de 2020

Paso rápido o paso lento del tiempo


Ya llevamos 5 semanas de cuarentena, 35 días. Los niños dejaron el colegio hace 38 días, nos acercamos a los 40 y todavía esto se va a alargar más. Esta semana he sentido cómo se me hace largo, será que veo el final.

Lo siento como un maratón o un viaje largo, donde cuesta ponerse en marcha, hasta que coges ritmo, hábito, y los kilómetros parecen pasar más rápido. Cuando ya sientes que llegas, cuando ya ves el final del camino, esos últimos kilómetros se hacen eternos, sobre todo si tienes ganas de llegar.

Así siento la cuarentena, siento o quiero sentir que el final está cerca, y eso hace que los días pasen más despacio, pongo más atención al aburrimiento, a la rutina de los pequeños pasos. Y resulta que, cuando el final parece que está ahí, llevan la meta más lejos (alargan la cuarentena), como cuando subes una montaña, crees que ya falta solo el último repecho y al llegar a lo que crees que es la cumbre tienes ante ti una nueva pendiente.

No sabemos cuánto se va a alargar, la incertidumbre pesa ¡si al menos supiese cuando podré volver a la normalidad! ¿Cuál va a ser la nueva normalidad? Cada día vemos, leemos, oímos noticias nuevas.

¿Cómo quieres que pase el tiempo? ¿rápido o despacio? Haciendo cosas nuevas el tiempo pasa más despacio y lo podemos disfrutar y apreciar. Las rutinas hacen que el tiempo pase más rápido, casi sin darnos cuenta. Lo nuevo se puede transformar en rutina, como ese primer café que disfrutaba y ahora lo tomo sin darme cuenta, y el tiempo vuela sin darnos cuenta.

La persistencia en la memoria de Salvador Dali (relojes blandos o derretidos)

Podemos escoger a que prestamos atención. Ya hemos visto qué si estamos prestando atención a la meta, al final del camino (de la cuarentena), empezamos a sentir que el tiempo se hace largo, que cuesta, que nos aburrimos. En cambio, si prestamos atención al camino, a lo que hacemos cada día, a lo que nos gusta de la nueva situación, la sensación, el sentimiento, puede ser muy distinto (disfrutar del paisaje subiendo la montaña, sin pensar de momento en lo que vamos a contemplar desde la cima).

“Dejar de fijarnos tanto en la meta para disfrutar del camino”

Cada uno aprecia distintas cosas, hay a quien le gusta ir a correr (a mí) y para otros es un castigo (para mi hija). Algunos que gozan el tiempo en la montaña y otros en el centro comercial. Al que no le gusta ir de compras una hora comprando se le hace eterna, al que le gusta está esperando la oportunidad para pasar toda una mañana.

Lo que tenemos es vivir cada día, cada día tiene su afán, su camino en sí mismo. Y me pregunto ¿qué oportunidades me brinda este día? ¿qué me gusta de estar en casa? ¿qué disfruto?

Tenemos libertad de escoger, tenemos multitud de opciones, y tenemos libertad de decidir a qué préstamos atención, a lo que nos gusta o a lo que nos hace sufrir.

Un libro para este confinamiento, si no lo has leído, es “el hombre en búsqueda de sentido” de Víctor Frankl, que vivió durante la segunda guerra mundial en un campo de concentración. Para él, siempre nos queda la capacidad de elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias. Las circunstancias son las que son ¿cuál va a ser tu actitud?

Como dice la canción de Rozalén (enlace), estamos como aves enjauladas con ganas de volar, aun así vivimos y aumentamos nuestras ganas de vivir, de compartir. Podemos volar con la imaginación, viajar sin salir de casa, solos o inspirados por un libro, una película, una canción. Y llegará el día en el que volvamos a volar.

viernes, 10 de abril de 2020

Cuarentena como rito de paso, cambio, transformación


La incomunicación ha coincidido con parte de la Cuaresma, que dura desde el miércoles de ceniza a la víspera del domingo de Pascua, 46 días. Algo más de cuarenta días que viene a describir una cuarentena. Todavía no sabemos lo que va a durar la cuarentena por el Coronavirus.

Este domingo es domingo de Pascua, o de resurrección. La Pascua es un rito de paso, un salto, una transformación. Y está ligada a la resurrección, un renacimiento en una forma nueva.
Recuerdo esas Pascuas con los jóvenes de la parroquia, unos días de reflexión personal y encuentro con los demás (compartir), donde otras cosas paraban y encontrabas el espacio para encontrarte a ti mismo y en relación con los otros. Muchos echamos estas Pascuas de menos. U otras experiencias más cercanas también vividas en Pascua, como el introductorio al SAT, de Claudio Naranjo.
Huevos: metáfora de la posibilidad de un nuevo nacimiento

La Cuaresma y la Pascua se celebra como un tiempo de transformación, de morir al hombre viejo y nacer al hombre nuevo, un periodo de reflexión de cómo estoy viviendo y cómo quiero vivir. Transformación (cambio) que se habla mucho en los medios que traerá aparejada este confinamiento.

No estoy tan seguro del cambio, que solo llegará si queremos cambiar y hacemos algo al respecto. Dicen que de los errores se aprende y también que el ser humano es el único que tropieza dos veces en la misma piedra, lo que pone de manifiesto que no siempre de los errores se aprende. Para aprender primero hay que ser consciente, segundo tener propósito (propósito de la enmienda) y actuar en la próxima ocasión antes de volver a lo mismo.

Para Einstein la definición de locura es “querer obtener resultados diferentes haciendo lo mismo”. Si quieres resultados diferentes haces cosas diferentes.

La Pascua tiene su origen en el éxodo del pueblo judío, desde Egipto a la tierra prometida. Y ¿Cuál es nuestra tierra prometida? ¿Cuál es tu tierra prometida? ¿Cuál es mi tierra prometida?

Hace dos semanas preguntaba qué quieres conservar de la cuarentena y qué echo de menos y quiero hacer cuando haya pasado y estas son algunas de las respuestas que han llegado (un poco mezcladas y resumidas) y que también hago mías:

¿Qué quiero conservar? ¿Qué quiero hacer cuando haya pasado?
  • Conversaciones con la gente que quiero (virtuales o presenciales). Conversaciones que en muchos casos se posponían.
  • Ha mejorado mi comunicación con todo el mundo, estoy más abierto a expresar sentimientos y emociones.
  • Escuchar mejor y a quejarme menos.
  • Ratos de soledad.
  • La Economía del bien común. Ganas de ayudar y quitar presión a mi gente (familia, amigos, compañeros). Cuidarme más y estar más pendiente de los demás.
  • Incrementando el número y tiempo de los abrazos a los que quiero. Abrazar a los míos, tan largo como pueda. Abrazar a mi hijo (¡Qué duro estar lejos de los que quieres!)
  • Dar gracias a la vida porque seguimos aquí (“no somos inmortales”). Valorar las cosas que realmente tienen valor. Valorar más las cosas y a los amigos
  • Disfrutar de todo con pasión (como los niños, como si fuera la primera vez). Disfrutar de la naturaleza (tantas veces olvidada). Salir a correr, tomar una cerveza con amigas/os y abrazar mucho. Disfrutar 24 horas al día de mi hijo y de mi pareja. Disfrutar de la familia y amigos, con más tiempo (y de más calidad). Ir a la cafetería y jugar al pádel. Deporte en compañía.

Espero que el cambio, si es que lo hay cuando esto pase, vaya en la dirección que queremos.

Saber lo que queremos es la mitad del camino. Después solo queda ir a por ello.


sábado, 4 de abril de 2020

La muerte unida con la vida


Corren tiempos difíciles; la vulnerabilidad, la enfermedad y la muerte se sienten cerca, no solo en las frías cifras que hoy nos dicen que ya ha habido, por lo menos, 11.744 muertos por Coronavirus en España.

Cada una de esas muertes tiene una historia, toda una vida y un entorno de seres queridos que la han acompañado. Hoy escribo acordándome de mi tío Jose Mari, con el que tanto he compartido y del que tanto he aprendido.

Ha muerto en el amanecer del 2 de abril, en un momento donde el duelo es especialmente duro, por la distancia que nos separa, a pesar de las redes sociales.

Siempre recordaré su sonrisa, los chicles que nos daba en nuestra infancia, su pasión por los bolos (el me enseñó a jugar), el fútbol (su Real Madrid), la buena mesa, la buena conversación y el buen humor (pasión por la vida). Vivía en el mismo edificio, tres pisos más abajo ¡Cuántas horas he pasado en su casa jugando con sus hijos Jorge y Josemari!

Con el equipo campeón de bolos 2014 - Quintanilla Vivar
Foto tomada de idj.burgos.es (Instituto Provincial para el Deporte y la Juventud)

¿Qué dirán cuando muramos? ¿Qué nos gustaría que dijesen? Familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, aquellos con los que hemos estado compartido vida. Me gustaría oír lo que oigo de Jose Mari, una buena persona, con buen humor, siempre son la sonrisa. Con él daba gusto compartir tiempo. Era una suerte, si en una boda o evento, compartías mesa con él y con MariCruz, su mujer, el buen rato estaba garantizado. Y somos muchos los que lo sentimos así.

Con 87 años tenía más energía que otros de 20 y muchas ganas de seguir viviendo, todavía pensaba en el próximo cordero asado que iba a comer. La muerte se une a la vida, en la muerte apreciamos mejor la vida y su valor. De lo que estoy convencido es de que Jose Mari vivió, no solo dejo pasar la vida, tendría apuntados muchos momentos realmente vividos si los llevásemos por cuenta (como en el cuento de Jorge Bucay "El buscador").

Las palabras se quedan cortas para despedir a alguien querido. Alguien que sigue viviendo en nosotros, nunca lo olvidaremos.