Vivimos con demasiada prisa, con rapidez. Estamos inmersos en la cultura de la inmediatez, todo tiene que ser para ya, si no es que tenía que haber sido para ayer. Urgencia por acabar lo siguiente, lo que tenemos encima de la mesa.
Inmersos
en el corto plazo, en la próxima entrega, en el próximo examen, en el próximo
proyecto. Perdemos la visión del largo plazo. Es como si estuviésemos corriendo
constantemente carreras de 100 o 200 metros.
La mayoría
de lo que importa se construye en el largo plazo. Se parece más a una maratón
que a una carrera de 100 metros. Lo importante no es el próximo examen, sino
como vamos construyendo nuestro conocimiento para apoyar lo siguiente.
No es
la próxima entrega del proyecto, sino como eso forma parte de un proyecto más
grande.
Esto
no quita importancia a las pequeñas cosas, que construyen las más grandes. Las
relaciones de largo plazo se construyen con pequeños detalles. Cada detalle
tiene su importancia, pero no podemos poner toda nuestra energía en todo
detalle. No podemos correr una maratón como si sumásemos carreras de 100 metros.
Después de correr 100 metros a tope necesitas descansar.
Encontrar
el ritmo adecuado para las grandes distancias, las de toda una vida, ya sea de
aprendizaje, de relaciones, de proyectos y logros profesionales.
La tortuga: ccon constancia, siempre llega (aunque tarde) |
Si estamos
demasiado estresados, demasiado ocupados, quizá es momento de parar y mirar
¿Dónde nos lleva esto en el largo plazo? ¿Qué efectos tiene tanto en el largo
como en el corto plazo? Para después continuar al ritmo adecuado.
La cultura
de la inmediatez lleva al estrés. Creo que la mayoría de las cosas que merecen
la pena llevan su tiempo, su constancia, su persistencia. No aprendemos todo lo
necesario de una sentada, las relaciones se construyen con presencia, la
maestría en una profesión se logra con pequeños pasos (repasar la regla de las
10.000 horas) y una vida se construye en el largo plazo.
Cuando
queremos hacer todo para ya nos encontraremos abrumados, desbordados y muchas
veces sin dirección.
A mis
alumnos, que cursan tercero de una carrera universitaria, les hago una pequeña
reflexión. Tienen unos 50 años de carrera profesional por delante (si echamos hasta
sus 70 años, aunque cada uno escogerá cuanto durará); no hace falta hacerlo
todo el primer año, ni en los primeros cinco años, hay mucho tiempo por
delante. Esa es la buena y la mala noticia.
Incluso
en mi caso, que me acerco a los 50, espero que quede mucho tiempo por delante (aunque
mucho y poco es relativo). Quiero hacer muchas cosas, de momento voy a hacer
las que tocan esta semana para acercarme a eso en lo que quiero convertirme,
mientras disfruto del camino.
Hoy me
quiero acordar de ese amigo, el sabrá a quien me dirijo. Hace unas tres semanas
ha tenido un susto, lo que parece un accidente cardiovascular, puede ser por ir
demasiado rápido, abarcando demasiado… No lo sé, no soy médico, él lo sabrá
mejor que yo. Quizá es momento de ir más despacio, de encontrar otro ritmo, que
le permita seguir contribuyendo y disfrutar del camino por muchos años.
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