domingo, 27 de abril de 2025

Demasiados pendientes llevan a la parálisis. Cómo recuperar la calma

Hoy me pasó algo que quizás a ti también te resulte familiar: tenía muchísimas cosas que hacer, algunas que quería y otras que debía hacer. Me encontré atrapado en ese punto incómodo en el que no sabes por dónde empezar y, como resultado, no avanzas en nada. Paralizado por la abundancia, como el que tiene demasiadas elecciones y no elige.

Algunas veces, en lugar de ponerte con eso, te entretienes con cualquier cosa, para no abordar la montaña que te espera. Entretenido, en lugar de avanzar en lo que quieres/tienes entre manos.

Vencer la parálisis del exceso

Cuando te ves en esta situación, hay dos posibilidades:

  • Aunque tienes muchas tareas hay tiempo para todas. Solo hay que organizarse.
  • O puede que, simplemente, no tengas tiempo para hacer todo lo que te gustaría.

En ambos casos, el primer paso es parar y organizarse. No se trata de perder media mañana planificando, sino de dedicar unos minutos, el tiempo justo para poner un poco de orden en medio del caos mental.

Si descubres que tienes tiempo para todo, la clave estará en ponerte en marcha y no despistarte demasiado. Una cosa a la vez, avanzando paso a paso.

Si, por el contrario, ves que no hay manera humana de llegar a todo, es el momento de seleccionar conscientemente qué cosas sí vas a hacer... y, muy importante, qué cosas no vas a hacer. Renunciar no siempre es fácil, pero es necesario para liberar espacio mental y emocional.

Ese momento de pausa te lleva a la claridad: tener claro lo que vas a hacer (y lo que no) aporta una tranquilidad que permite avanzar, en lugar de quedarse paralizado frente a un listado infinito de tareas.

Así que, si hoy te sientes como yo esta mañana, recuerda: respira, organiza, elige, y empieza.

“Parar, respirar y elegir”

Con calma y con claridad. Así, entre otras cosas, he escrito esta entrada en el blog. Aunque no disponía de tiempo para todo y he tenido que elegir.

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domingo, 20 de abril de 2025

Cuenta atrás

En algún sitio he leído que la vida es una enfermedad terminal. Nacer es el comienzo de un proceso que termina con la muerte… y entre este principio y final hay espacio para significado, conexión, arte, amor, lucha y también dolor.

Vivimos como si siempre hubiera un “después”, una promesa de mañana, de años por delante. Pero no sabemos cuánto tenemos. Algunos, como Gabi, lo tienen más claro. O, al menos, lo intuyen con una certeza más cercana, más punzante.

Cuando alguien convive con una enfermedad que le pone fecha al futuro, la vida cambia de color, de textura, de urgencia. Lo que para muchos es abstracto, para otros se convierte en una cuenta atrás real, con días que pesan más y momentos que se sienten con otra intensidad.

Gabi, con quien tengo la suerte de compartir amistad, es uno de esos seres lúcidos. Me ha regalado este poema. Me dijo que podía publicarlo. Y lo hago aquí, con su permiso, con orgullo y con el nudo en la garganta de quien sabe que las palabras también pueden ser un refugio, una resistencia, un testimonio.

El poema es crudo, valiente y profundamente humano. O al menos a mi me lo parece, de esos del realismo sucio que entre el y otro poeta amigo, Javi, me presentaron.

Este es su poema. Este es su momento. Su título “Cuenta atrás”

Cortarle las alas.

Cerrarle el cielo.

Que caiga a plomo.

Enjaularlo con agua y pan duro.

Esposarlo a la cama

sin sexo de por medio.

Encerrarlo con llave

en la habitación del pánico.

Enterrarlo bajo tierra

junto a los demás tesoros.

Agarrarlo por la solapa

cuando levante la voz.

Parece maltrato

y en los tiempos que corren,

este poema,

supone asumir riesgos,

pero en realidad se trata,

simple y llanamente,

de miedo a su paso,

a que termine demasiado pronto

esta cuenta atrás.

Gracias Gabi por compartir tu poesía, gracias simplemente por ser.

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domingo, 13 de abril de 2025

Cargado puedo disfrutar, sobrecargado sufro

A veces entro en ciclos. Me ilusiono con ideas, proyectos, propuestas. Me apunto a cosas porque me motivan, porque me hacen sentir vivo, útil, conectado. Sin darme cuenta, me voy cargando. Un compromiso aquí, otro allá. Un "sí" que parecía pequeño, otro que parecía inofensivo. Y cuando me quiero dar cuenta, ya estoy tirando de demasiadas cuerdas a la vez.

Lo curioso es que no paro. Sigo. Me esfuerzo por cumplir con todo lo que me he echado encima. Me desgasto. Empiezo a notar el cansancio, el mal humor, esa sensación de ir todo el día corriendo, pero sin disfrutar del camino. Ahí es cuando me doy cuenta: no estoy simplemente cargado, estoy sobrecargado.

Demasiado cargado no avanzo en nada, como el burro de la foto
Cargado está bien. Cargado es tener cosas que hacer, responsabilidades, retos. Pero todavía con margen, con energía, con claridad mental.

“Cuando estás cargado, puedes disfrutar; Cuando estás sobrecargado, sobrevives”.

Cuando llego a ese punto, sé que toca empezar a soltar. Decir que no. Renunciar, aunque me cueste. Porque si no empiezo a quitarme carga, reviento. Así de claro.

La buena noticia es que, con el tiempo, cada vez me doy cuenta antes. He aprendido a identificar en cuántos fregados me estoy metiendo. Y aunque me sigan apeteciendo muchas cosas, empiezo a ser capaz de decir "no". Me cuesta, sobre todo si la propuesta me ilusiona, pero lo digo; cuando no me apetece es más fácil decir no. Pero incluso cuando sí me gustaría… empiezo a saber elegir.

Y si aun así me paso de rosca, también noto antes que me estoy sobrecargando. Y entonces empiezo a descargar antes de explotar. Me centro en lo importante, en lo que realmente cuenta. Lo demás puede esperar, porque no puedo con todo, porque no soy Superman. Y, sobre todo, porque:

“quiero vivir mi tiempo, no simplemente llenarlo”.

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miércoles, 9 de abril de 2025

Deja de controlarlo todo: más calma, más tiempo, más tú

Inspirado en el libro "Cómo tener tiempo para todo", de Patricia Ramírez (Patri Psicóloga). Gracias @Patri Psicologa, me ha encantado el libro.

¿Cuántas veces al día te sorprendes intentando controlarlo todo (incluso lo incontrolable)? La respuesta, si somos sinceros, probablemente es: demasiadas. Queremos controlar lo que hacen los demás, lo que sienten, sus decisiones, sus despistes, su ritmo. Queremos anticipar todos los resultados, prever todos los errores, evitar todos los imprevistos. Buscamos sentir que el control nos da seguridad y paz, pero ese afán nos llena de ansiedad, frustración y agotamiento.

Una de las claves para vivir con más calma es aceptar que hay cosas sobre las que no tenemos ningún poder, aunque sean importantes. Y que por mucho que pensemos, analicemos o nos preocupemos, no vamos a cambiar el curso de esos asuntos. Entonces, ¿por qué dedicarles tanta energía? Dice Patricia Ramírez:

“Lo importante no es la relevancia del problema para ti, sino tu capacidad para solucionarlo.”

Hay una pregunta mágica que deberíamos hacernos cada vez que algo nos genera tensión: ¿Tengo capacidad real para solucionarlo? Si la respuesta es no, toca soltar. No porque no nos importe, sino porque ocuparnos de lo que no podemos cambiar solo nos desgasta.

Una práctica sencilla es hacer una lista con todas esas cosas que solemos rumiar o intentar controlar. Personas, decisiones ajenas, imprevistos, resultados... Escríbelas. Léelas. Y después, haz un compromiso contigo mismo: “A esto no le voy a dedicar atención”. No se trata de indiferencia, sino de cuidar tu energía y tu salud mental.

Es fundamental entender que no eres responsable de los olvidos y despistes ajenos. No puedes hacerte cargo de todo. Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Dejarles que asuman sus responsabilidades y no estar tú para solucionarlo todo permite que crezcan y aprendan. Si no saben, puedes enseñar, para no tener que seguir encargándote de todo. Pero si ya saben, observa si es tu necesidad de control lo que te hace seguir encima (especialmente con los hijos, son más capaces de lo que a menudo pensamos).

No tienes control sobre el resultado, solo sobre lo que haces y dices. Tú puedes cuidar lo que haces, dar lo mejor, comprometerte… pero el resultado puede variar. Porque hay factores externos, cambios, personas, circunstancias. Ahí está la clave: pon tu energía en lo que depende de ti. Lo demás, suéltalo.

Y esto aplica incluso a tu agenda. ¿Tienes que mover una cita? ¿Cambió el plan? ¿Alguien te pidió reprogramar algo? En lugar de enfadarte o verlo como un fracaso de organización, adapta tu mente. Dice Patri Psicóloga:

“Una agenda flexible necesita una mente flexible”.

También puedes recuperar parte del control de tu vida poniendo límites, diciendo “NO” cuando te conviene y “SÍ” cuando quieres. Puedes dedicar tu tiempo a las necesidades de los demás, está bien, pero no olvidando tus prioridades y necesidades. Sino los demás controlan tu vida, te llenarán el día de compromisos que no has elegido. Tú tienes control sobre tus límites, sobre a qué te comprometes, y a qué decides renunciar. Y eso no te hace egoísta. Te hace responsable.

Hoy te propongo que escribas tu propia lista de "cosas que ya no voy a controlar". Pon ahí todo lo que no depende de ti, todo lo que solo te agota, todo lo que el tiempo, o los demás, deben resolver.

¿Te animas a escribir tu lista de lo que vas a soltar hoy?

¿Crees que se puede vivir controlando menos? ¿Quieres más ideas para organizarte con calma y vivir con sentido? Te leo en los comentarios o te invito a seguir explorando el blog.

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domingo, 30 de marzo de 2025

Un día de 23 horas ¿Es una pesadilla?

Hoy me he despertado tarde, el reloj del móvil marcaba una hora más de lo habitual, aunque la luz que entraba en casa era casi la misma de otros días al levantarme. Me fui a la cama más o menos a la misma hora, he dormido prácticamente lo mismo y es una hora más tarde. Hoy es el domingo en el que hacemos el cambio de hora de primavera, a las dos de la mañana han pasado a ser las tres, una hora ha desaparecido, este domingo tendremos solo 23 horas, una hora menos.

Un día de 23 horas puede ser una auténtica pesadilla si necesitas cada minuto, si con 24 horas ya no tenías tiempo suficiente. Será que somos demasiado ambiciosos con lo que podemos hacer con nuestro tiempo. Afortunadamente el cambio se hace en domingo, cuando la agenda suele ir menos apretada.

“En un mundo donde siempre falta tiempo, que te quiten una hora de golpe puede sentirse como un robo”

Cada primavera, un día como este, perdemos una hora, algunos de sueño, otros de actividad y entramos en un pequeño caos temporal. Si quedas hoy con un grupo siempre habrá algún despistado que llegue una hora tarde ¡No se había dado cuenta del cambio de hora! A la hora de comer no tienes todavía hambre, el cuerpo se siente extraño, hay un vago desconcierto flotando en el aire.

Lo curioso del cambio de hora es que, aunque los relojes digitales se ajustan automáticamente, nuestro reloj interno no lo hace con la misma rapidez. Vivimos con dos relojes simultáneamente: el que marca el tiempo oficial y el biológico, que irá ajustándose poco a poco. Para la mayoría, el cuerpo tardará entre cinco y seis días en sincronizarse, hay quienes lo hacen en un solo día y otros que necesitarán casi un mes. Es un pequeño jet-lag de una hora, una especie de reajuste forzado que nos saca de nuestra rutina habitual.

Con una hora menos podemos damos cuenta de cuánto se puede hacer en ese lapso: leer unas páginas de un libro, dar un paseo, hacer ejercicio o simplemente descansar. Nos obliga a valorar cada instante y a preguntarnos cuánto tiempo dejamos escapar sin darnos cuenta. Quizá esta sensación de pérdida, de escasez, nos ayude a aprovechar mejor cada momento, independientemente de la hora que marque el reloj.

Los domingos solemos movernos con más libertad, siguiendo el ritmo de nuestro reloj biológico, sin tanta presión por la hora. Pero mañana será lunes, el primero con el nuevo horario, y nos tocará encajar en la rutina impuesta. Veremos si nuestro cuerpo empieza a aceptar el cambio o si seguimos arrastrando la sensación de haber perdido algo. Al final, el tiempo no se detiene, con o sin cambio de hora, aunque nosotros vayamos un poco a destiempo.

La hora que perdemos este domingo nos la devolverán en otoño, con un domingo de 25 horas, como si el tiempo pudiera prestarse y devolverse sin más. Pero, mientras tanto, ¿cómo nos afecta? Para algunos, solo es una anécdota; para otros, una alteración real del sueño y del estado de ánimo. Hay quienes se sienten más cansados, quienes tienen hambre a horas raras y quienes simplemente no notan nada. ¿Y tú? ¿Cómo llevas vivir con una hora menos?

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domingo, 23 de marzo de 2025

Poner fácil hacer lo que te conviene

Hay días que ponerme a escribir es más fácil, casi fluye sin esfuerzo. Curiosamente, esos días casi siempre coinciden con una misma situación: mi ordenador ya está enchufado, el tiempo reservado y tengo tres líneas escritas con la idea sobre la que escribir. No tengo que decidir si escribir o no, todo está dispuesto para que lo haga sin pensar demasiado.

También hay días en los que voy al gimnasio de forma automática. Acabo de almorzar, la ropa de deporte está a mano y la mochila está preparada con lo necesario. Simplemente me dejo llevar y aparezco montado en la elíptica.

Estos pequeños detalle me llevan a reflexionar sobre cómo podemos alterar nuestro entorno para hacer que nuestras mejores decisiones, las que nos sientan bien, sean las más fáciles de tomar. La fuerza de voluntad es limitada y, si dependemos de ella para todo, tarde o temprano fallamos. En cambio, si diseñamos nuestro entorno con inteligencia, podemos reducir la necesidad de disciplina y hacer que nuestros hábitos positivos sucedan casi por inercia.

Netflix lo sabe bien, por eso cuando terminamos un capítulo de una serie, por defecto, el siguiente empieza automáticamente, a menos que hagamos algo para detenerlo. Tenemos que hacer un esfuerzo para resistir esa tentación.

O buscar estrategias como Ulises, que no podría resistirse al canto de las sirenas, así que pidió que lo ataran al mástil de su barco. En nuestro caso, si pasamos demasiado tiempo en redes sociales, podríamos eliminar las aplicaciones del móvil, esconder el mando a distancia de la tele, tapar el chocolate en la despensa para no verlo o quitar las notificaciones del móvil.

Poner más difícil hacer lo que no nos conviene, modificar nuestro entorno para que las tentaciones, que nos llevan por el camino que no queremos, pierdan fuerza, sean menos atractivas o menos visibles.

A la vez, poner fácil hacer lo que nos conviene: Si queremos hacer ejercicio por la mañana, dejar la ropa de deporte preparada la noche anterior; Si queremos comer saludable, dejar fruta a la vista en lugar de galletas; Si queremos practicar un idioma, cambiar el idioma de nuestro móvil y nuestras aplicaciones; Si queremos beber más agua, tener siempre una botella cerca.

Para generar cambios sostenibles, debemos eliminar la fricción entre nosotros y los hábitos que queremos adoptar. Si algo nos conviene, debemos ponérnoslo fácil.

Pequeños ajustes en nuestro entorno pueden marcar una gran diferencia. No se trata de tener más fuerza de voluntad, sino de diseñar nuestro espacio y rutinas de manera que nuestras mejores decisiones sean las más sencillas de tomar. ¿Qué cambios podrías hacer hoy para facilitarte la vida?

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domingo, 16 de marzo de 2025

La importancia de la claridad de cada día

Comenzar el día sin una dirección clara es como subirse a un barco sin rumbo: podemos avanzar, pero corremos el riesgo de dar vueltas sin sentido, desperdiciando energía en distracciones y tareas poco importantes. Tener claridad sobre lo que queremos hacer y lograr nos permite aprovechar mejor el tiempo, mantenernos enfocados y, sobre todo, sentirnos más satisfechos al final del día.

La planificación diaria es el hilo que te guía para hacer lo que quieres cada día. Tener clara la visión de lo que te dejará contento al final del día
Por mi parte, cuando tengo claro qué voy a hacer, todo cambia. Me resulta más fácil apartarme de las distracciones, evito interrupciones innecesarias y dejo de posponer tareas importantes. Incluso aspectos como el ejercicio se ven beneficiados: si sé a qué hora voy a ir al gimnasio y recuerdo por qué es bueno para mí, es mucho más probable que lo haga, lo que me deja con mejor cuerpo, además de satisfecho. También noto que, si tengo un plan, es más fácil que priorice una siesta reparadora en lugar de perder el tiempo con el móvil. Paradójicamente, cuando sé lo que tengo que hacer, puedo incluso permitirme fluir de manera más consciente durante la tarde, sin sentir que estoy procrastinando; incluso puedo reservar tiempo para lo que surja, sabiendo que todos los días surge algo. Es más probable que tome una caña con los amigos o que lea con mi hijo un rato. Primero está el propósito, seguido por el plan, con lo que es más fácil la puesta en marcha.

Tener un día productivo no significa llenarlo de tareas sin descanso. Al contrario, se trata de asegurarnos de que lo que hacemos tiene un propósito. Y para lograrlo, hay un ejercicio muy sencillo que puede marcar la diferencia: dedicar cinco minutos al comenzar la jornada a visualizar el día. Preguntarnos:

¿Qué quiero o necesito haber hecho al final del día?

Nos ayuda a establecer prioridades, tomar mejores decisiones y terminar el día con la satisfacción de haber avanzado en lo que realmente importa.

Tener claro lo que quiero, los pasos a dar, las actividades del día, para evitar correr de un lado a otro sin llegar a ningún lugar.

El momento de la verdad no está en los grandes planes ni en las metas a largo plazo, sino en el día a día. Un objetivo anual solo se cumple si cada jornada aporta un pequeño avance. Lo que realmente cuenta no es lo que queremos hacer en el futuro, sino lo que hacemos hoy. No mañana ni pasado, sino ahora. Por eso, tener claridad sobre el día es fundamental: cada decisión, cada tarea completada y cada hábito reforzado son los ladrillos con los que construimos nuestros logros.

Si perdemos de vista el presente, los planes quedan en intenciones y el tiempo se nos escapa sin resultados.

Cinco minutos que pueden marcar la diferencia ¿Qué tal si pruebas mañana? ¿Qué tal si pruebas cada día? Cinco minutos para planear pueden hacer que tu día sea completamente diferente. 🚀

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miércoles, 12 de marzo de 2025

Nuevos comienzos, volver a empezar, retomar rutinas

Mi propósito es escribir y compartir reflexiones los domingos, escribo esta entrada en el blog tarde, no es la primera vez. Últimamente, me cuesta cumplir con lo que me propongo, me distraigo con cualquier cosa y, entre otras cosas que se van quedando en espera, está dedicar tiempo a escribir un libro (el gran objetivo de este año). Me pesa reconocerlo, pero no estoy avanzando como me gustaría. Sé lo que quiero, sé lo que me mueve, pero a veces pierdo el hábito de escritura que se disuelve en la inercia de los días.

No quiero perderme en el lamento, en el sentimiento de culpa por no dedicar tiempo a lo prioritario. Sé que despistarme o no cumplir con lo que me he marcado no significa que todo esté perdido. El arrepentimiento puede servir, especialmente si confiesas, como estoy haciendo aquí, para reencontrar la energía para retomar lo que hemos abandonado. Al menos eso espero compartiendo esta reflexión. Tengo propósito de enmienda, para liberarme de la culpa, dejar de fustigarme por lo que no he hecho, reconocerlo, dejarlo atrás y mirar hacia adelante con un compromiso renovado.

Nuevo comienzo - cada día una oportunidad
Es como cuando llegan los exámenes y no has hecho lo suficiente en su momento, puedes perderte en el lamento o emplear esa energía en retomar el foco, aprovechar el tiempo que quede e intentar sacar el objetivo adelante. Pensando más en el aprendizaje que en la nota.

Me arrepiento de haberme dejado llevar por la pereza o la falta de enfoque. No es una justificación, es el cimiento sobre el que quiero retomar la rutina de escritura, es un nuevo comienzo. Recordar lo que quiero y para qué lo quiero me ayuda.

"Cada día es una oportunidad para volver a empezar"

No importa cuántas veces me haya desviado del camino, siempre puedo regresar. Y regreso, no con culpa, sino con la determinación de dar el siguiente paso.

Estoy seguro que puedes verte identificado, no importa cuántas veces caigas si eres capaz de levantarte, de seguir adelante, con energía renovada. Así que aquí estoy, escribiendo, volviendo, empezando de nuevo.

Si te pasa lo mismo te animo a sacar fuerza del arrepentimiento, confesar si hace falta (no hay porque avergonzarse, al menos eso pienso, nos pasa a todos, creo) y seguir adelante.

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martes, 4 de marzo de 2025

El poder transformador del silencio y la pausa

Este fin de semana he estado en un retiro de silencio. Me costó apuntarme, me gusta la acción, hablar con la gente y estar en constante movimiento. Además, meditar nunca ha sido mi fuerte y, para ser sincero, la dieta vegetariana no me convencía demasiado. Animado por Amor Hernández, decidí darme la oportunidad de experimentar el silencio, aprovechar para desconectar con lo externo y conectar conmigo mismo, desconectar del ruido externo para conectar con el mundo interior.

Vivimos en un mundo lleno de ruido y actividad. Desde el momento en que despertamos hasta que nos dormimos, estamos rodeados de sonidos, conversaciones, notificaciones y distracciones constantes. En medio de este caos, la idea de un retiro de silencio puede parecer desafiante, incluso intimidante. Sin embargo, es un viaje profundamente transformador.

Este retiro ha sido corto, desde el viernes al domingo. Durante ese tiempo nos hemos abstenido de hablar, usar dispositivos electrónicos, leer o escribir. Tuvimos meditaciones guiadas, tiempos de meditación juntos y meditación individual, cada uno en su habitación. Comidas en silencio acompañados (una gran experiencia comer parando el discurso automático) y tiempos de “descanso” para simplemente estar.

Agradezco a Miguel Angel de Alvaro, gestaltista ordenado monje y lama,  su guía suave y desde el humor, quitando peso, haciendo fácil lo que parece difícil y acompañando la dificultad que también aparece.

El silencio puede parecer incómodo, acostumbrados como estamos a llenar el vacío con palabras y distracciones. Sin embargo, el silencio, más que ausencia se convierte en presencia, surge una nueva conciencia sobre el cuerpo, la mente, las emociones y el entorno.

Serenidad e introspección del silencio
Al dormir los sueños son más vividos, la mente se calma y aparece la claridad, como cuando el agua de un estanque está en calma y podemos ver más profundo. A mi me ha aportado tranquilidad y calma, incluso al volver, cuando el mundo sigue con su vorágine.

Después de este fin de semana creo que me conozco un poco más, estoy más conectado con el ahora, con el presente (espero que no se me pase demasiado pronto), me es más fácil respirar antes de responder y creo que el silencio me ayuda a escuchar mejor.

Curioso ha sido como en los momentos libres sentía esa ansia por coger el móvil. Afortunadamente estaba lejos, en una caja, para no “entretenernos” con lo que no merece la pena. No me daba cuenta de mi dependencia, de mi enganche (o un poco sí). Ahora mi objetivo es alejar el móvil, al menos unas horas al día.

Salir de un retiro de silencio puede ser tan impactante como entrar en él. El bullicio del mundo parece más intenso, pero la percepción ha cambiado. Por mi parte he regresado con una nueva apreciación por el silencio, con otro ritmo, con una consciencia que me permite incorporar momentos de quietud a mi vida diaria.

Si alguna vez has sentido el deseo de desconectar para reconectar contigo mismo, un retiro de silencio puede ser una experiencia que marque un antes y un después (al menos eso ha sido en parte para mi). En el silencio, lejos del ruido del mundo, es donde realmente podemos escucharnos. La transformación se queda con nosotros para poder vivir de otra manera, incorporar un nuevo registro.

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domingo, 23 de febrero de 2025

Tu actitud cambia tu resultado, puedes elegir

Uno de mis primeros trabajos fue en un puesto de cajero en Caja Madrid, en una oficina cerca de la plaza Colón, en Madrid, donde estábamos cuatro personas atendiendo la ventanilla toda la mañana, sin parar. La cola era constante, no dejaba de entrar gente. Entre los clientes había de todo, algunos con prisa y otros con poca paciencia

En mi cuarto día de trabajo un compañero me tenía admirado, atendía a todo el mundo con una sonrisa en la cara, no importaba cuántas personas tuviera delante o lo complicadas que fueran las operaciones, él seguía igual: amable, tranquilo, sonriente y con una actitud envidiable.

No pude evitar preguntarle ese día:

  • ¿Cómo lo haces? ¿Cómo puedes estar siempre tan sonriente y de buen humor?

Me miró, sonrió (una vez más) y me dijo algo que nunca olvidaré:

  • Mira, tenemos que estar aquí siete horas al día sí o sí. Eso no va a cambiar. Así que prefiero pasarlas con una sonrisa y atendiendo bien a la gente; Cuando sonrío me suelen sonreír de vuelta. Si estoy cabreado o con mala cara, no solo hago que el día sea peor para mí, sino también para los demás. Al final del día, me voy a casa más contento y tranquilo, menos amargado y con la sensación de haber hecho las cosas bien.

Un consejo, simple y efectivo, que cambia el impacto en los demás y en el que tiene una buena actitud. La ley de la reciprocidad hace que si tratamos bien a la gente tiendan a tratarnos bien, si sonreímos tienden a sonreírnos. Algo que siempre podemos hacer, elegir la actitud con la cual hacemos las cosas.

Tu actitud cambia tus resultados. Sonríe y te sonreiran de vuelta
No siempre podemos controlar las circunstancias, pero sí cómo reaccionamos ante ellas. Pasar horas en un trabajo que puede ser repetitivo o estresante es una realidad para muchos. Pero vivir esas horas con amargura o con una sonrisa es una elección personal.

Además, una actitud positiva no solo nos beneficia a nosotros. Los clientes lo notan, los demás lo detectan y lo reciben. El ambiente mejora. Y, sobre todo, nuestra salud mental nos lo agradece.

Aquel día aprendí una valiosa lección que me acompaña, que procuro que no se me olvide, que puedo hacer las cosas con buen humor, con una sonrisa. Sin duda hay días difíciles y momentos de frustración, pero si recuerdo sonreír, conectar con las personas desde la amabilidad, todo es mucho más llevadero.

“Una sonrisa no cuesta nada, pero vale mucho”

A veces subestimamos el impacto de los pequeños gestos. Una sonrisa puede desarmar a una persona enfadada, aliviar tensiones o incluso alegrarle el día a alguien que lo está pasando mal. Y lo mejor es que también nos hace sentir mejor a nosotros mismos.

Si tienes que estar en tu trabajo siete horas (o más), plantéate esto: ¿cómo quieres vivir ese tiempo? ¿Desde la amargura o desde la calma? No se trata de forzar una felicidad falsa, sino de encontrar el equilibrio y cuidar de ti mismo mientras haces tu trabajo.

Porque al final del día, como me enseñó mi compañero, te irás a casa más tranquilo, menos amargado y, sobre todo, más en paz contigo mismo. Tu eliges.

El momento publicitario: Vivir tu tiempo de una mejor manera tiene que ver con la actitud. Si vives en Burgos o cerca tienes la oportunidad de reflexionar sobre esto y otras cosas parecidas, lanzo una nueva edición presencial en Burgos del curso de “Gestión de tiempo, gestión de vida”. Máximo 15 personas, empezamos el 3 de marzo, no te quedes sin sitio. Más información en el siguiente enlace

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jueves, 20 de febrero de 2025

Crisis: entre el abismo y la transformación

A lo largo de la vida, todos atravesamos momentos en los que el suelo parece desaparecer bajo nuestros pies: pérdidas, fracasos, dudas existenciales, momentos en los que no sabemos para donde tirar o situaciones que desafían nuestra identidad.

La palabra “crisis”, que recoge el significado de esos momentos, proviene del griego krisis, que significa decisión o cambio. También se ha extendido la idea de que “crisis” en chino se compone de dos caracteres, el primero de los cuales significa “peligro” y el segundo “oportunidad”.

Así que las crisis aparecen en momentos de cambio, externos o internos, y las podemos vivir con un peligro o una oportunidad. La crisis se identifica con períodos oscuros, muchas veces dolorosos, que tienen el potencial de convertirse en catalizadores para un crecimiento profundo.

Ante una crisis, a menudo nos sentimos atrapados en un abismo emocional. El miedo, la ansiedad y la confusión nos invade; nuestra mente solo puede enfocarse en el peligro, donde nos sentimos especialmente vulnerables y sin saber por dónde tirar.

Es fácil quedar paralizados por el miedo, evadir la situación o adoptar actitudes que no nos sientan bien. Reconocer el abismo es el primer paso para salir de él.

La crisis es un momento entre lo que es y lo que puede llegar a ser, es un periodo en el que nos vemos impulsados al cambio, al desarrollo, a dar un paso adelante. Anhelamos el cambio y a la vez el cambio asusta. No queda otra, el cambio es necesario, la crisis hace que seguir igual no sea viable.

“La crisis impulsa al cambio necesario”

La crisis tiene una oportunidad oculta, la transformación. El caos aparente es una invitación al cambio, nos hace cuestionarnos lo establecido y abre a nuevas posibilidades, surge la posibilidad de reinventarnos, de hacer las cosas de otra forma.

“La crisis puede liberar la creatividad”

La transformación no ocurre de inmediato ni sin esfuerzo. Requiere introspección, aceptación y, a menudo, apoyo externo. Es un proceso de reconstrucción interna donde, poco a poco, descubrimos nuevas fortalezas, redefinimos nuestros valores y encontramos un propósito renovado.

Algunas recomendaciones ante la crisis:

  • Aceptar la crisis, ver nuestra parte vulnerable y lo que nos duele.
  • Buscar apoyo de amigos, familiares o profesionales que nos puedan aportar nuevas perspectivas.
  • Practicar la introspección consciente, buscar momentos con nosotros mismos para mirar hacia dentro y entender lo que necesitamos.
  • Abrazar el cambio, ante el obstáculo no queda otra que cambiar de camino, que adaptarnos a lo que es, a la realidad, no a lo que nos gustaría que fuese.

Aunque la crisis puede parecer insuperable también nos impulsa al crecimiento y la transformación. Tu actitud ante las crisis, ante los momentos difíciles, puede cambiar el resultado.

Si estás en crisis puede ser buen momento para parar y reflexionar hacia dónde vas, cómo vives tu tiempo. Si vives en Burgos o cerca tienes la oportunidad de hacer algo al respecto, lanzo una nueva edición presencial en Burgos del curso de “Gestión de tiempo, gestión de vida”. Máximo 15 personas, empezamos el 3 de marzo, no te quedes sin sitio. Más información en el siguiente enlace

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domingo, 9 de febrero de 2025

Optimista o pesimista ¿Ser optimista nos hace ser mejores?

Hoy he estado escuchando una charla de Estanislao Bachrach sobre cómo tomar mejores decisiones. Uno de los asistentes ha dicho que en nuestra sociedad “El pesimismo se ve como algo malo y el optimismo como un gran valor” y ha lanzado la pregunta de si ser optimistas nos hace ser mejores.

A la que ha contestado con un cuento de la India, de una familia que tiene tres hijos a los que mandan a por aceite con una botella.

El primero va a por el aceite, tropieza en el camino de vuelta y se le cae la mitad del aceite. Cuando llega a casa llora y se lamenta amargamente con su madre de haber perdido la mitad del aceite, pide perdón y se preocupa de haber perdido la mitad del aceite.

El segundo va a por el aceite, también tropieza en el camino de vuelta y se le cae la mitad del aceite. Cuando llega a casa se lo cuenta a su madre y se alegra de que ha salvado la mitad del aceite y de las muchas cosas que pueden hacer con ese aceite, se alegra por haber salvado la mitad del aceite.

Al tercer hijo le sucede lo mismo, en el camino de vuelta también se le cae la mitad del aceite. Cuando llega a casa cuenta a su madre que se le cayó la mitad del aceite pero que queda la otra mitad, con esa mitad podemos cocinar y yo voy a hacer lo posible por recuperar la otra mitad.

Podríamos decir que el primero es pesimista y se fija especialmente en lo que perdió; el segundo es optimista y pone atención en lo que tiene, olvidando lo que perdió; el tercero podemos decir que es optimista-realista y pone atención tanto en lo que tiene como en lo que puede hacer para estar en una mejor posición.

Como uno piensa tiene impacto en cómo se siente y esto impacta en cómo actúa. No es lo que sucede sino como reaccionamos ante lo que sucede lo que marca la diferencia en cómo nos encontramos y qué es lo que hacemos.

A todos nos van a ocurrir cosas buenas o malas y también tenemos nuestro papel en lo que nos sucede, aunque no podemos controlarlo todo.

“Lo que hacemos impacta en cómo nos sentimos y los resultados que tenemos”

Podemos buscar excusas y lamentarnos por la situación o ver lo que tenemos y buscar soluciones para obtener lo que queremos y hacer lo que podemos al respecto.

Ser optimista fomenta la resiliencia ante los problemas, la capacidad de enfrentarnos a ellos y no quedarnos paralizados, esperando que lo que hacemos mejore las cosas. Nos anima a perseguir nuestras metas con confianza. Aunque también, cuando tenemos un optimismo excesivo, puede hacer que confiemos en la suerte de forma poco realista y no hagamos lo que nos conviene.

El pesimismo puede ayudarnos a prevenir problemas, preparándonos para ellos. Un amigo me dice que lo que aporta a los proyectos es pesimismo, detectar lo que puede ir mal para solucionarlo. Este es un pesimismo activo, que busca soluciones, aunque es probable que te prepares para muchas cosas que terminan por no ocurrir.

También encontramos el pesimismo pasivo, relacionado con lo que los psicólogos llaman “la indefensión aprendida”, suponiendo que no podemos hacer nada, nos quedamos parados y solo nos lamentamos como víctimas, en lugar de buscar soluciones.

El pesimismo pasivo solo lleva a lamentaciones, el activo busca soluciones y previene problemas. El optimismo extremo hace que lo confiemos todo a la fortuna. Lo más adecuado parece ser practicar un optimismo realista, ver el lado positivo con una visión consciente de las dificultades, confiar en que nuestros esfuerzos darán sus frutos.

Hay quienes se quejan de que no tienen tiempo, en lugar de ver que todos tenemos el mismo, 24 horas todos los días. Son precisamente los que más se quejan lo que creen no tener tiempo para aprender a aprovecharlo mejor. Nunca es tarde para reflexionar sobre este tema y aprender nuevas habilidades, si vives en Burgos o cerca tienes la oportunidad de hacer algo al respecto, lanzo una nueva edición presencial en Burgos del curso de “Gestión de tiempo, gestión de vida”. Si quiere apuntarte, serán 8 lunes, de 18 a 20, empezando el 3 de marzo. Más información en el siguiente enlace

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lunes, 3 de febrero de 2025

¿Cuándo es tarde? Nunca es tarde (o sí)

La vida no deja de sorprendernos y si estamos abiertos podemos aprender y disfrutar cosas nuevas. Este fin de semana he estado en Palma de Mallorca, me fui a la presentación del libro de poemas “Versos abuhardillados” de mi amigo Gabriel Briones.

Imagen inspirada en la firma de libros tras la presentación
La poesía nunca me había enganchado, las clases de lengua y literatura las sufría más que disfrutarlas y es posible que eso me alejase de las letras. Recuerdo todavía algún poema que me hicieron aprender de memoria.

Tuve la suerte de llegar por la mañana, con Javier Revilla, otro amigo al que llamamos “el poeta”, que iba a hacer de maestro de ceremonias. Pasé unas horas acompañando los preparativos y rodeado de poesía, mientras veía como escogían de entre diversos autores que les habían influenciado. Ahí me enganché a lo que oía, pude ojear y leer por mi cuenta algunos libros y puedo decir que he leído más poesía en estos cuatro últimos días que en los 50 años anteriores (como supondréis no había leído mucha). Aquí tengo a mano un libro con una antología poética de Roger Wolfe.

Esto me lleva a reflexionar sobre las creencias que muchas veces nos limitan. Con la creencia de que la poesía no me gusta me he privado de ella muchos años, teniendo al lado a amigos que me podían enseñar a disfrutarla y orientar sobre su lectura.

También pensamos que no podemos hacer ciertas cosas porque no somos “expertos” o porque alguien, en algún momento, nos hizo creer que no seríamos buenos en ello. Yo no era muy bueno escribiendo, tampoco sé si lo soy ahora, aunque me permito escribir y lo disfruto.

Cuando nos atrevemos, cuando nos lanzamos a hacer algo simplemente por el placer de hacerlo, ocurre algo maravilloso: disfrutamos, aprendemos y crecemos; al menos me gusta pensar así.

Hay quienes dicen que te haces mayor cuando dejas de aprender. Yo prefiero pensar que la juventud del espíritu se mantiene mientras sigamos abiertos a nuevas experiencias. Con el paso del tiempo, tenemos la oportunidad de redescubrirnos y de encontrar placer en cosas que antes ignorábamos.

Podemos sorprendernos a nosotros mismos disfrutando de una pintura cuando alguien que sabe del tema nos comparte su visión. Lo mismo sucede con la poesía: es más fácil apreciarla cuando estás con alguien que la ama y te muestra cómo encontrar esas sutilezas que antes te pasaban desapercibidas. Así que para aprender y disfrutar de cosas nuevas viene bien encontrar la buena compañía.

La clave está en estar dispuestos a aprender de los que saben, de los que disfrutan. Esto se puede aplicar a casi cualquier cosa: el campo, la vela, o incluso algo que ni siquiera imaginabas que podía interesarte ¿De qué te estás privando que quizás disfrutes?

Hoy me doy cuenta de que las nuevas experiencias no tiene edad. Solo necesitamos la voluntad de abrirnos a lo desconocido y dejar de lado esas creencias que nos atan. Porque la vida, en cada una de sus facetas, siempre tiene algo nuevo que enseñarnos.

Recuperar la niñez, la mentalidad de las primeras veces, la ilusión por cada momento, como este fin de semana veía a Lara, la hija de Gabi, de cinco años, llena de energía, con la ilusión de ir probando.

Nunca es tarde para empezar a vivir tu tiempo, tu vida, como tú quieras. Lanzo una nueva edición presencial en Burgos del curso de “Gestión de tiempo, gestión de vida”. Si quiere apuntarte serán 8 lunes, de 18 a 20, empezando el 3 de marzo. Más información en el siguiente enlace

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