domingo, 13 de abril de 2025

Cargado puedo disfrutar, sobrecargado sufro

A veces entro en ciclos. Me ilusiono con ideas, proyectos, propuestas. Me apunto a cosas porque me motivan, porque me hacen sentir vivo, útil, conectado. Sin darme cuenta, me voy cargando. Un compromiso aquí, otro allá. Un "sí" que parecía pequeño, otro que parecía inofensivo. Y cuando me quiero dar cuenta, ya estoy tirando de demasiadas cuerdas a la vez.

Lo curioso es que no paro. Sigo. Me esfuerzo por cumplir con todo lo que me he echado encima. Me desgasto. Empiezo a notar el cansancio, el mal humor, esa sensación de ir todo el día corriendo, pero sin disfrutar del camino. Ahí es cuando me doy cuenta: no estoy simplemente cargado, estoy sobrecargado.

Demasiado cargado no avanzo en nada, como el burro de la foto
Cargado está bien. Cargado es tener cosas que hacer, responsabilidades, retos. Pero todavía con margen, con energía, con claridad mental.

“Cuando estás cargado, puedes disfrutar; Cuando estás sobrecargado, sobrevives”.

Cuando llego a ese punto, sé que toca empezar a soltar. Decir que no. Renunciar, aunque me cueste. Porque si no empiezo a quitarme carga, reviento. Así de claro.

La buena noticia es que, con el tiempo, cada vez me doy cuenta antes. He aprendido a identificar en cuántos fregados me estoy metiendo. Y aunque me sigan apeteciendo muchas cosas, empiezo a ser capaz de decir "no". Me cuesta, sobre todo si la propuesta me ilusiona, pero lo digo; cuando no me apetece es más fácil decir no. Pero incluso cuando sí me gustaría… empiezo a saber elegir.

Y si aun así me paso de rosca, también noto antes que me estoy sobrecargando. Y entonces empiezo a descargar antes de explotar. Me centro en lo importante, en lo que realmente cuenta. Lo demás puede esperar, porque no puedo con todo, porque no soy Superman. Y, sobre todo, porque:

“quiero vivir mi tiempo, no simplemente llenarlo”.

Gracias por leerme. Si te ha resonado esta entrada, puedes seguirme en LinkedIn para no perderte la próxima. Haz clic aquí.

miércoles, 9 de abril de 2025

Deja de controlarlo todo: más calma, más tiempo, más tú

Inspirado en el libro "Cómo tener tiempo para todo", de Patricia Ramírez (Patri Psicóloga). Gracias @Patri Psicologa, me ha encantado el libro.

¿Cuántas veces al día te sorprendes intentando controlarlo todo (incluso lo incontrolable)? La respuesta, si somos sinceros, probablemente es: demasiadas. Queremos controlar lo que hacen los demás, lo que sienten, sus decisiones, sus despistes, su ritmo. Queremos anticipar todos los resultados, prever todos los errores, evitar todos los imprevistos. Buscamos sentir que el control nos da seguridad y paz, pero ese afán nos llena de ansiedad, frustración y agotamiento.

Una de las claves para vivir con más calma es aceptar que hay cosas sobre las que no tenemos ningún poder, aunque sean importantes. Y que por mucho que pensemos, analicemos o nos preocupemos, no vamos a cambiar el curso de esos asuntos. Entonces, ¿por qué dedicarles tanta energía? Dice Patricia Ramírez:

“Lo importante no es la relevancia del problema para ti, sino tu capacidad para solucionarlo.”

Hay una pregunta mágica que deberíamos hacernos cada vez que algo nos genera tensión: ¿Tengo capacidad real para solucionarlo? Si la respuesta es no, toca soltar. No porque no nos importe, sino porque ocuparnos de lo que no podemos cambiar solo nos desgasta.

Una práctica sencilla es hacer una lista con todas esas cosas que solemos rumiar o intentar controlar. Personas, decisiones ajenas, imprevistos, resultados... Escríbelas. Léelas. Y después, haz un compromiso contigo mismo: “A esto no le voy a dedicar atención”. No se trata de indiferencia, sino de cuidar tu energía y tu salud mental.

Es fundamental entender que no eres responsable de los olvidos y despistes ajenos. No puedes hacerte cargo de todo. Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Dejarles que asuman sus responsabilidades y no estar tú para solucionarlo todo permite que crezcan y aprendan. Si no saben, puedes enseñar, para no tener que seguir encargándote de todo. Pero si ya saben, observa si es tu necesidad de control lo que te hace seguir encima (especialmente con los hijos, son más capaces de lo que a menudo pensamos).

No tienes control sobre el resultado, solo sobre lo que haces y dices. Tú puedes cuidar lo que haces, dar lo mejor, comprometerte… pero el resultado puede variar. Porque hay factores externos, cambios, personas, circunstancias. Ahí está la clave: pon tu energía en lo que depende de ti. Lo demás, suéltalo.

Y esto aplica incluso a tu agenda. ¿Tienes que mover una cita? ¿Cambió el plan? ¿Alguien te pidió reprogramar algo? En lugar de enfadarte o verlo como un fracaso de organización, adapta tu mente. Dice Patri Psicóloga:

“Una agenda flexible necesita una mente flexible”.

También puedes recuperar parte del control de tu vida poniendo límites, diciendo “NO” cuando te conviene y “SÍ” cuando quieres. Puedes dedicar tu tiempo a las necesidades de los demás, está bien, pero no olvidando tus prioridades y necesidades. Sino los demás controlan tu vida, te llenarán el día de compromisos que no has elegido. Tú tienes control sobre tus límites, sobre a qué te comprometes, y a qué decides renunciar. Y eso no te hace egoísta. Te hace responsable.

Hoy te propongo que escribas tu propia lista de "cosas que ya no voy a controlar". Pon ahí todo lo que no depende de ti, todo lo que solo te agota, todo lo que el tiempo, o los demás, deben resolver.

¿Te animas a escribir tu lista de lo que vas a soltar hoy?

¿Crees que se puede vivir controlando menos? ¿Quieres más ideas para organizarte con calma y vivir con sentido? Te leo en los comentarios o te invito a seguir explorando el blog.

Gracias por leerme. Si te ha resonado esta entrada, puedes seguirme en LinkedIn para no perderte la próxima. Haz clic aquí.