Estamos a día 20 del mes… y esta es solo la segunda entrada que escribo en julio. Lo noto, lo reconozco. He perdido el ritmo.
Hasta
hace poco, escribir cada semana era parte de mi rutina, un hábito sencillo y
valioso: los domingos me sentaba a escribir, y desde ahí salía lo que quería
compartir. Me ayudaba a ordenar ideas, a escucharme, a mantenerme conectado
conmigo mismo y también con quien está al otro lado leyendo. Lo disfrutaba, me
aportaba, pero ese ritmo se ha ido difuminando.
Sin
embargo, no me fustigo, no me castigo, no me culpo por no haber escrito más
este mes. Me hago una pregunta más útil: ¿por qué dejé de hacerlo? ¿Qué cambió,
en mí o a mi alrededor? ¿Y quiero retomar? La respuesta es sí. Por eso escribo
esta entrada: no para ponerme al día con lo que no escribí, sino para volver a
empezar.
Es
como cuando has dejado de ir al gimnasio durante un tiempo. Al principio cuesta
volver. Te das cuenta de lo bien que te hacía cuando ibas, de lo que has
perdido sin darte cuenta. Pero tampoco se trata de hacer en dos días lo que no
has hecho en un mes. No es cuestión de correr ni de exigirse en exceso, casi
seguro que si empiezas demasiado fuerte te vas a lesionar, además de perder la
motivación y la fuerza para seguir. Se trata de volver con amabilidad. De
reencontrar el disfrute en lo que haces. De recordar que esto te sienta bien.
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Volver al gimnasio después de un tiempo cuesta. Especialmente el primer día |
Y si
tú también has perdido algún ritmo, algo que te sienta bien, te dejo algunas ideas
sencillas que hoy me estoy dando a mí mismo:
- Vuelve poco a poco. No hace falta compensar todo de golpe. Haz algo pequeño hoy.
- No empieces desde la culpa, sino desde el deseo de estar bien.
- Busca el disfrute, no solo el resultado.
- Sé constante, no intenso. La intensidad se agota rápido; la constancia puede sostenerse.
- Encuentra tu ritmo, no el que “debería” ser, el tuyo. Ese que te va.
Recuperar
el ritmo no es volver al punto exacto en el que lo dejaste. Es abrir un nuevo
espacio, parecido, pero no igual. Y, sobre todo, saber que siempre puedes
volver. Sin prisa. Sin presión. Como quien vuelve a casa.
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