domingo, 2 de agosto de 2020

¿Cambio o sigo como hasta ahora?


Muchas veces tenemos dos voces interiores, que nos impulsan en direcciones opuestas, a seguir como estamos o a cambiar ¿Cambio de trabajo? ¿Cambio de estudios? ¿Me voy a vivir a otra ciudad?

En psicología se hablar de la trampa de la inversión hecha. Si empiezas algo que te supone esfuerzo, dinero u otros recursos, cuanta más inversión hayas hecho, más costará abandonar, más costará ver la parte que no funciona de ese proyecto.

Los seres humanos tenemos aversión a las pérdidas. Nos cuesta reconocer cuando no merece la pena seguir, cuando es mejor dar por perdido lo invertido. Sucede si comenzamos un negocio, un trabajo, dejarlo supone reconocer la perdida de lo invertido.

Si hemos empezado a estudiar una ingeniería, llevamos un año, y sentimos que no es lo nuestro, costará cambiar de estudios, especialmente si nos ha ido bien con las notas. Atrapados por el éxito y por la inversión hecha. Un año nos parece una eternidad, una gran pérdida que nos hace seguir en lo mismo, sin pasión, durante muchos años, quizá toda la vida. Aunque no me gusta, como ya he empezado, he invertido mucho, le voy a dedicar toda la vida.

Podemos ir dejándonos llevar, sin cuestionarnos lo que hacemos, es una opción, quizá más tranquila. O podemos cuestionarnos si queremos seguir.

La trampa de la zona de confort: “Me gustaría cambiar, pero no estoy tan mal…”. Así que hasta que no llega algo que nos empuja al cambio nos acomodamos, no estamos tan mal. Tan siquiera exploramos otras posibilidades. Solo si el cambio externo nos obliga hacemos esos cambios que llevamos pensando mucho tiempo.

En inglés cambio y oportunidad se parecen. En el cambio aparece la oportunidad

El cambio puede dar miedo. Probar cosas nuevas tiene sus riesgos. También no probar tiene sus riesgos, aunque estos riesgos cuesta más verlos.

“Dejar pasar tu vida, sin hacer lo que quieres, pensando que tendrás tiempo de hacerlo más tarde”

El cambio puede dar miedo cuando lo vemos como una ruptura con todo lo anterior, que a veces puede ser conveniente. En la mayoría de los casos no hace falta un cambio radical, solo un enfoque más flexible. Tú decides si quieres cambiar y qué tipo de cambio quieres.

En lugar de dejarlo, puedes transformar tu trabajo, tu entorno y adaptarlo a lo que si quieres ¿Por qué las opciones tienen que ser “seguir con todo igual” o “dejarlo todo”? Entre los dos extremos hay infinitas posibilidades ¿Qué puedes hacer para mejorar tu situación actual? Algo te inquieta, te incomoda, puedes terminar o transformar tu trabajo, tu forma de vivir.

Reconocer lo que sí obtienes, lo bueno de la situación actual, y también lo que te gustaría obtener, experimentar, vivir, para acercarte a lo que quieres. Quizá encuentres el punto intermedio, por ejemplo, entre irte a vivir a otro sitio definitivamente o solo irte a temporadas.

Ante algunos cambios, el que no cambia, observa la valentía del cambio. Ojalá tuviese las narices suficientes para dejar este trabajo de 72 horas de a la semana, bien pagado, aunque no me satisface.

Ordenar tus pensamientos, sentimientos, para quedarte o irte, y decidir para comprometerte y vivir. La indecisión impide el compromiso y la vivencia del presente.

Hacer lo que te sientas llamado a hacer, con su componente de realismo, evaluando riesgos y alternativas, conociendo tus recursos, sin dejarte llevar por los convencionalismos sociales o lo que valoren los demás. Decidir equilibrando cabeza, corazón e instinto.

Y si no es ahora ¿cuándo? Nunca parece buen momento, siempre hay excusas.

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