domingo, 6 de diciembre de 2020

Con constancia y tiempo, se llega

Vivimos en un mundo de inmediatez, parece que todo tiene que estar a un clic de distancia. La cultura nos empuja al corto plazo, olvidando el largo recorrido ¡Lo queremos todo para ya!

Vivimos como la liebre, del cuento de la liebre y la tortuga, corriendo en distintas direcciones, en ocasiones sin dirección. La tortuga va despacio y llega, siempre llega. Mientras la dirección está clara todo le lleva a la meta ¿Cuál es tu meta?

Las cosas que merecen la pena, muchas veces, llevan su tiempo. No aprendimos a andar en un día, tampoco a hablar. Cosas, aparentemente sencillas, que nos permiten movernos y comunicarnos. Nos llevó su tiempo aprender, así aprender otras habilidades también lleva su tiempo.

Teníamos claro el propósito, dicen que un niño se cae, de media, 4000 veces antes de aprender a andar. Aun con todas esas caídas, aprendemos, somos constantes, tener claro el objetivo y ver a otros que lo han logrado nos estimula, sin darnos cuenta.

Descendemos de agricultores, que con paciencia y constancia cultivaban la tierra, la preparaban, sembraban y seguían cuidando la planta para que creciese, nutriéndola en cada caso con lo que necesitase. No se puede obligar a la planta a crecer más rápido tirando del tallo, la arrancaríamos.

Una planta no crece más rápido si tiras de ella, la arrancas y no podrá crecer

Dibujo de Leyre Fontaneda

Cultivar, con paciencia y constancia es la clave de la cosecha. La ley de la cosecha “recoges lo que siembras” y cuidas. Aunque a veces hay reveses, agentes externos que perjudican la cosecha, lo que está claro es que si no siembras no recoges.

Muchos no quieren pensar en objetivos, no quieren mirar al futuro, dicen que les estresa o se escudan en la importancia de “vivir el presente” ante un futuro indeterminado. También es una forma de vivir.

Por mi parte me gusta apostar por el equilibrio, entre presente y futuro, entre la producción de hoy y la inversión para el futuro. El disfrutar hoy y sentar las bases para seguir disfrutando en el futuro. De la cosecha de hoy, dejar semilla para sembrar y poder recoger mañana.

El futuro, sin olvidar el presente, que la meta no borre el camino que ahora recorres. Sin caer en la trampa de la felicidad derivada, esa que llegará algún día, olvidando la felicidad de cada día.

Como regla, hacer todos los días algo que disfrutes, para no perderte en el futuro, en lo que vendrá. Equilibrar el largo plazo con el corto plazo, los frutos que recoges y disfrutas hoy con la siembra y la cosecha futura.

La vida no es una carrera hacia la tumba ¿Dónde vamos corriendo tan rápido? Vivir a ritmo lento para poder contemplar el paisaje, disfrutar de la compañía y de los regalos de cada día.

La obsesión por el futuro, la prisa porque llegue, puede hacer que te olvides de vivir hoy. También el descuido del futuro lo hace más incierto. Hoy estás construyendo tu futuro. Encuentra tu equilibrio, no siempre es fácil.

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