¿Conoces
al perro de Pávlov? Iván Pávlov, que estudiaba el sistema digestivo de los
perros, se dio cuenta de que estos empezaban a salivar antes de que se les
diese la comida ¿Cómo podía ser?
Diseño
un experimento para investigar el fenómeno: hacía sonar una campana antes de
dar la comida a los perros; después de repetir esto varias veces, los perros
empezaban a asociar el sonido de la campana con la llegada de la comida. Una
vez la asociación estaba establecida, con solo oír la campana, los perros
salivaban, incluso si no se les presentaba comida.
Este
proceso de asociar un estímulo neutral (la campana) con un estímulo que provoca
una respuesta (la comida) y obtener una respuesta similar al solo presentar el
estímulo neutral se conoce como condicionamiento clásico. Primero se establece
la asociación y después con sólo el estímulo neutral se da la respuesta.
Nosotros
somos condicionados (dominados) por las
aplicaciones de nuestros teléfonos móviles como lo eran los los perros de
Pávlov por la campanilla. Al oír una notificación (la campanilla) corremos al
teléfono a recoger nuestra dosis, abandonando lo que tenemos entre manos.
Las
aplicaciones están diseñadas para captar tu atención, para atraparte, para
hacerte volver. Te estudian, saben cuando entras, cuando mandarte una
notificación y cómo hacerlo, para que tenga el mayor impacto.
Saben
lo que te gusta, lo que te mantiene enfrente de la pantalla, van recogiendo
datos, te enseñan los vídeos que no puedes evitar ver, lanzan mensajes que te
mantienen con curiosidad, te hacen dar un clic más.
Si es
un juego te lanzan retos, vas avanzando, rápido al principio, hasta que te
enganchas. Después se complica, algunos te piden dinero si quieres avanzar más
rápido, según estabas acostumbrado. Te van dando regalos, ponen normas para que
vuelvas y te lanzan notificaciones. Te comparan con otros y te ponen en
contacto con amigos, usan la presión social.
Cuando
son gratis es porque el producto eres tú, es tu tiempo. Son vampiros que chupan
tiempo, horas y minutos, al acecho. Te dejan sin energía, sin tiempo, sin vida,
porque la vida te la pasas enganchado. Como buen adicto piensas: “yo controlo,
lo dejo cuando quiera, pero el reloj sigue corriendo”.
Los
teléfonos móviles nos alejan de los que tenemos al lado, nos distraen de
asuntos más importantes, nos roban el tiempo, que es como robarnos la vida.
También
las llamadas son peligrosas, conectados 24 horas 7 días a la semana (24x7). Tenemos que estar siempre
disponibles. Si el teléfono suena, nos levantamos de la mesa para contestar,
hasta salimos de la ducha corriendo, abandonamos lo que estamos haciendo, nos
dejamos interrumpir, sin saber la importancia de la llamada, como si fuésemos
médicos de urgencias de guardia. Normalmente no es tan urgente, muchas veces
nos quieren vender algo. Alguna vez es alguien que apreciamos, con el que
queremos hablar, ese es el premio, lo que nos hará volver, aunque no toque,
como las máquinas tragaperras, que usan un refuerzo intermitente.
Muchas
aplicaciones de los móviles están diseñadas por maestros en psicología para la
manipulación, para mantenerte enganchado. Todos han leído el libro “Enganchado (hooked). Como construir
productos y servicios exitosos que formen hábitos” de Nir Eyal. Nos tratan
como perros a los que habitúan a volver al teléfono, nos manipulan.
Me llego por correo y me sentí identificado |
Te invito a que veas, en los ajustes de tu teléfono móvil, los datos de salud. Allí tienes información sobre las horas de uso, el tiempo con cada aplicación, hasta puedes configurar un tiempo máximo que te dejarás robar. Mucho tiempo puede pasar hasta que te das cuenta de que llevas unos grilletes que tu mismo te pones, que te roban la vida y después te quejas de que no tienes tiempo. Puedes dejar el teléfono como el que se desengancha de una droga. Puedes hacerlo de a poco, al principio unos minutos, después unas horas. O puedes tomar medidas más drásticas, tu eliges.
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