viernes, 5 de septiembre de 2025

Con menos tiempo tenemos más foco

Siempre me llama la atención lo productivo que soy justo antes de irme de vacaciones. Esa última semana suelo entrar en un modo de foco absoluto: priorizo lo importante, elimino lo accesorio y avanzo en tareas que quizá llevaba semanas aplazando. ¿Por qué? Porque quiero dejar todo listo, cerrar asuntos pendientes y marcharme tranquilo. De repente, el tiempo limitado, la cuenta atrás hacia el descanso, se convierte en mi mejor aliado para organizarme y rendir al máximo.

Lo curioso es que, a la vuelta de vacaciones, muchas veces perdemos ese impulso. Volvemos con la idea de que “hay tiempo”, que lo que no hagamos hoy podremos hacerlo mañana. Y en ese exceso de confianza en que el tiempo siempre estará disponible, vamos dejando que se diluya el foco que tanto nos ayudó antes de marcharnos.

Ahora que septiembre está aquí y muchos regresamos a la rutina, es buen momento para recordarlo: cuando sentimos que el tiempo es limitado, trabajamos mejor. Nos volvemos más selectivos, más claros y más decididos. Al contrario, cuando creemos que tenemos horas y días de sobra, caemos fácilmente en el autoengaño del “ya lo haré”.

No es casualidad el dicho popular: “Si quieres que algo se haga, encárgaselo a una persona ocupada”. Quien está ocupado no puede permitirse perder tiempo; quien tiene poco espacio en la agenda suele ser quien mejor lo aprovecha. Mientras tanto, quien está demasiado ocioso acaba postergando, atrapado en esa falsa comodidad de que siempre habrá un mañana.

La paradoja es evidente: con menos horas, respetamos más cada hora. Con menos tiempo, le damos más valor al tiempo. Y ese principio no solo aplica al trabajo: también a la vida misma. La consciencia de que el tiempo no es infinito nos ayuda a cuidarlo más, a priorizar lo que de verdad importa y a evitar perderlo en lo irrelevante.

Con menos horas disponibles:

  • Priorizas lo esencial.
  • Dices no a lo accesorio.
  • Tomas decisiones rápidas.
  • Evitas distracciones porque sabes que no puedes permitirte ese lujo.

Quizá la clave para mantener el foco de septiembre sea simple: vivir cada día como si estuviéramos a punto de irnos. Con la claridad de que no podemos abarcarlo todo, pero sí podemos dar lo mejor en lo esencial.

No se trata de vivir con prisa, sino con consciencia. Menos horas, bien enfocadas, producen mejores resultados que muchas horas diluidas. Y menos vida desperdiciada en lo irrelevante deja más espacio para lo que de verdad nos llena.

Porque el tiempo limitado no es una condena, es una brújula. Y nos recuerda lo que realmente merece nuestra atención.

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