Siempre me llama la atención lo productivo que soy justo antes de irme de vacaciones. Esa última semana suelo entrar en un modo de foco absoluto: priorizo lo importante, elimino lo accesorio y avanzo en tareas que quizá llevaba semanas aplazando. ¿Por qué? Porque quiero dejar todo listo, cerrar asuntos pendientes y marcharme tranquilo. De repente, el tiempo limitado, la cuenta atrás hacia el descanso, se convierte en mi mejor aliado para organizarme y rendir al máximo.
Lo
curioso es que, a la vuelta de vacaciones, muchas veces perdemos ese impulso.
Volvemos con la idea de que “hay tiempo”, que lo que no hagamos hoy podremos
hacerlo mañana. Y en ese exceso de confianza en que el tiempo siempre estará
disponible, vamos dejando que se diluya el foco que tanto nos ayudó antes de
marcharnos.
Ahora
que septiembre está aquí y muchos regresamos a la rutina, es buen momento para
recordarlo: cuando sentimos que el tiempo es limitado, trabajamos mejor. Nos
volvemos más selectivos, más claros y más decididos. Al contrario, cuando
creemos que tenemos horas y días de sobra, caemos fácilmente en el autoengaño
del “ya lo haré”.
No es
casualidad el dicho popular: “Si quieres que algo se haga, encárgaselo a una
persona ocupada”. Quien está ocupado no puede permitirse perder tiempo; quien
tiene poco espacio en la agenda suele ser quien mejor lo aprovecha. Mientras
tanto, quien está demasiado ocioso acaba postergando, atrapado en esa falsa
comodidad de que siempre habrá un mañana.
Con
menos horas disponibles:
- Priorizas lo esencial.
- Dices no a lo accesorio.
- Tomas decisiones rápidas.
- Evitas distracciones porque sabes que no puedes permitirte ese lujo.
Quizá
la clave para mantener el foco de septiembre sea simple: vivir cada día como si
estuviéramos a punto de irnos. Con la claridad de que no podemos abarcarlo
todo, pero sí podemos dar lo mejor en lo esencial.
No se
trata de vivir con prisa, sino con consciencia. Menos horas, bien enfocadas, producen mejores resultados que muchas horas
diluidas. Y menos vida desperdiciada en lo irrelevante deja más espacio
para lo que de verdad nos llena.
Porque
el tiempo limitado no es una condena, es una brújula. Y nos recuerda lo que
realmente merece nuestra atención.
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Que interesante… a mi me pasa que fácilmente llego exhausta a las vacaciones por cúmulo de tareas y dificultad para preveer y organizar la avalancha de asuntos a cerrar …inicialmente también rindo más y mejor, pero en los últimos días acabo increíblemente cansada , sobre todo, psicológicamente.
ResponderEliminarQue importante , detectar los robatienpos y limitarlos y ser previsores los días anteriores y posteriores al descanso vacacional … para que no resulten agotadores.
Feliz vuelta al trabajo a ti y a todos los seguidores del blog!🙏