domingo, 7 de septiembre de 2025

El peligro de auto-explotarte

Estamos en comienzo de etapa, se acaba el verano (o el invierno, según tu hemisferio) y nos proponemos retomar rutinas, proyectos, metas: aprender un idioma, apuntarnos al gimnasio, preparar una nueva asignatura, organizar la casa… Todo cabe. A menudo, esa ilusión se convierte en una lista interminable que solo trae frustración: “no me da tiempo”, “no llego a todo”, “me exijo demasiado y acabo exhausto”. Y ahí está la trampa: en nuestra férrea voluntad de aprovechar el tiempo, lo exprimimos… y nos exprimimos.

Este es el peligro de sobrecargar la agenda: autoexplotarse. Poner en el calendario objetivos demasiado ambiciosos nos conduce a la sensación de fracaso, a ese suspiro continuo de “no me da la vida”. Queremos ser súper productivos, encajar mil actividades, rendir en todos los frentes… pero sin dejar ni un hueco para respirar. A largo plazo, nos lleva al desgaste, a la pérdida de foco y, lo peor, al olvido de lo que hace que la vida merezca sentirse vivida.

¿La clave? Dejar huecos sin programar. Rincones libres en la agenda para lo inesperado, para la quietud o para las ganas sin motivo. Reservar al menos un tramo del día, o de la semana, para descansos verdaderos, para lo que surja en paz, sin otra exigencia que disfrutar.

Pensémoslo así: no se trata de bloquear cada hora, sino de equilibrar estructura con espontaneidad. De no convertir el tiempo en tareas y objetivos, sino en experiencias que sumen vida, no solo resultados.

Eso incluye darle espacio al hedonismo, al placer sencillo, al “no hacer nada” y disfrutar de esa nada o de cualquier cosa no ligada a su productividad, que disfrutamos en sí misma, como el juego cuando éramos niños. Una taza de café que se alarga, una pausa sin culpa, un paseo por el parque sin rumbo… Eso también es invertir bien el tiempo, al fin y al cabo, eso es vivir.

Así que te dejo algunas sugerencias:

  • Plantéate objetivos realistas, que no te lleven más allá del límite.
  • También una agenda realista, con espacios vacíos, que permita ajustes.
  • Reserva tiempo libre.
  • Aprende a saborear lo inesperado.

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