Estos
días he tenido la oportunidad de vivir una experiencia muy especial: el PLP2 (la
segunda etapa del Proceso de Liderazgo Personal). Este proceso lo inicié en
2012, cuando participé en el PLP1, de la mano de mi amigo Jose Juan Martínez,
que comenzó a compartir su metodología para elaborar un plan personal,
clarificar qué quería y qué pasos dar. Desde entonces, aquel primer taller se
ha ido enriqueciendo y profundizando, y esta vez he podido sumergirme aún más
en este proceso de crecimiento.
Lo que
hace único a este camino es que no se queda en la cabeza (en lo racional), sino
que también nos abre al corazón (la emoción), las tripas (el instinto) y el
espíritu (lo que va más allá de uno mismo, incluyendo la conexión con los
demás). Ha sido un espacio no solo para reflexionar, sino también para sentir y
sentirse, para habitar el cuerpo, para dejar que el movimiento, la respiración,
la sistémica y la presencia de otros nos recuerden que el camino nunca se
recorre en soledad.
Este
taller es aún más especial por las personas con las que lo he compartido. Cada
uno con su trayectoria, su historia, su experiencia, sus conocimientos y su
manera de estar, ha aportado algo valioso al grupo. Hemos construido juntos,
sumando voces, gestos y aprendizajes, incluso guiando algunos de los
ejercicios. Quiero agradecer no solo a Jose Juan, por la visión y la guía que
sostiene este proceso desde sus inicios, sino también a Elsa y a María Eugenia,
por el cuidado y la dedicación con los que han hecho posible este espacio tan
nutritivo y transformador.
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Caricatura del grupo |
Todo
esto ha ocurrido en un lugar muy especial: Oasis Norte-Sur, cerca de la playa
de Bolonia y de Tarifa. Un espacio de encuentro donde se unen el norte y el
sur, donde quienes hemos viajado desde Burgos hemos podido compartir con
quienes allí viven (Esther, Laura, Susana, Viña, Julia…), en una comunidad que siento
como seudohippie: vida sencilla, menos ruido externo e interno, más conexión
contigo mismo. Todo impulsado y sostenido por Elsa, guardiana de la energía,
que ha creado un espacio de encuentro, de naturaleza y de vuelta a lo esencial.
Quiero
destacar y agradecer el cuidado que han puesto en la alimentación. Confieso que
no suelo ser amigo de la comida vegana (con v), pero me ha sorprendido y
encantado lo que nos han preparado. Cada plato estaba hecho con dedicación, y
se notaba no solo en el sabor, sino en la energía con la que nos nutría.
También
he descubierto el valor de los rituales y de la preparación del entorno:
pequeños gestos, símbolos, formas de abrir y cerrar los espacios que ayudan a
que todo cale más profundo. Son detalles que marcan la diferencia y que hacen
que la experiencia sea más completa, más transformadora.
Han
sido días de claridad y propósito. Días que me recuerdan lo importante que es
darse un tiempo para reflexionar hacia dónde vas, sentir y dejarse sentir, y
qué bueno es hacerlo en buena compañía. Vuelvo con una energía renovada que me
impulsa a seguir caminando con un propósito claro.
Me
quedo con muchas imágenes, silencios, palabras, abrazos y sabores que resuenan
en mí. No hay palabras suficientes para expresarlo todo, pero sí puedo decir
que ha sido un verdadero oasis en el
camino.
Mi recomendación para ti, que lees estas líneas, es que te regales también un espacio así: un paréntesis en tu rutina para parar, respirar, sentir y escucharte. No hace falta irse lejos ni esperar al momento perfecto; basta con abrir un hueco para conectar con lo esencial. Te sorprenderá la claridad, la calma y la fuerza que pueden surgir cuando te das el permiso de estar presente contigo mismo y con lo que de verdad importa.
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