¿Sabes parar? ¿Cuándo sabes parar? ¿Se te olvida a veces parar?
¿Cuándo vas a parar? Vivimos en un mundo en prisa, mayor prisa cuanto mayor es
la ciudad o el pueblo en el que vivimos. Pensamos que llegamos tarde y vamos
corriendo, muchas veces a ningún sitio. Si nos preguntan a dónde vamos, paramos
a pensarlo un instante y sin darnos tiempo a escuchar la respuesta, salimos
corriendo “¡qué hacemos parados!”
Estamos abrumados por tantas cosas que hacer y se nos olvida para qué
las hacemos, por el camino perdemos el sentido y con el tiempo
hacemos en automático, sin pararnos de vez en cuando a plantearnos qué estamos haciendo y qué vamos a hacer.
Hay veces que sabemos que tenemos que parar, cuando se está acabando el depósito de gasolina del coche paramos a echar combustible, no esperamos a que se acabe del todo, porque si se acaba del todo la solución es más difícil, vamos a tener que parar más tiempo (¡con la prisa que llevamos!).
Foto de Ville Mlettlnen |
¿Sabes parar cuando el depósito se está acabando o no te das
cuenta de que se te acaba la energía? Mi abuelo tenía un coche en el que no
funcionaba la aguja que marcaba el combustible que quedaba, en alguna ocasión
tuvo que dejar el coche en la cuneta e ir andando, todos preocupados porque no
llegaba ¡cómo iba a llegar sin combustible!
Hay veces que se nos acaba la gasolina y no nos damos cuenta, pretendemos
que el coche (el cuerpo, la mente, el humor…) siga andando, no nos permitimos
repostar (dormir, sentarnos, desconectar, jugar…) y el coche deja de andar y
nos obliga a pararnos. El cuerpo nos puede mandar una enfermedad para que
paremos, espero que sepamos ver el indicador de combustible, sepamos sentir si
estamos con el depósito en mínimos y aprendamos a parar.
Cuando empieza un curso, una clase, nos interesa saber cuándo van
a ser los descansos. Si te vas un día a andar por la montaña llevas el
almuerzo, parar con el bocadillo es uno de los mejores momentos del día.
En grandes comidas, como en Navidad, si no sabes parar de comer
acabas con el estómago pesado, si no es con una indigestión. Paremos antes de llegar
a la indigestión mental, de tanto contenido; a la indigestión de experiencias;
a la indigestión de emociones… En la ciudad de Delfos, además del “conócete a
ti mismo” a la entrada del templo de Apolo, encontramos otra gran enseñanza “nada
en demasía” o “nada en exceso”. Un poco de vino es bueno, pero demasiado… Hacer
deporte es bueno, pero en exceso…
Cuando estamos con algo importante y que requiere tiempo, algo que
nos ocupa, vamos posponiendo todo, hasta posponemos el descanso, el pensar,
para cuando lo acabemos. Si el tema es de tres semanas, todo lo dejamos para
dentro de tres semanas: quedar con ese amigo o compañero de trabajo, arreglar
el armario, ir al médico, pagar el recibo… Y cuando pasan las tres semanas y
estamos soñando con descansar, nos encontramos con todo lo que hemos dejado
para dentro de tres semanas, seguimos estando hasta arriba de cosas. Tenemos
que planificar la parada, el descanso, reservar un hueco para ello, sino nunca
lo encontraremos.
Hay que parar para recuperar la energía, todas las clases de
energía: La energía espiritual si se nos ha extraviado el propósito, si
queremos recuperar nuestro para qué, necesitas tiempo para poder escucharte; La
energía física, si te sientes cansado, has dormido poco, has andado demasiado;
La energía mental del pensar demasiado, dar demasiadas vueltas a la cabeza,
quizá si paras después pensarás mejor; La energía emocional, la emoción que nos
pone en movimiento.
Te puedes permitir parar, date permiso. ¿Cuándo vas a parar? ¿Cuál
va a ser tu próximo descanso? Si estás abrumado programa uno, en el día, en
unas semanas, dentro de tres meses… Cuanto más esperes para el descanso más
tendrás que descansar. Encuentra lo que te recarga de energía.
Aprovechando la cuarentena para ese descanso, para leerte, e intentarlo
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