domingo, 11 de septiembre de 2022

El poder del grupo, de la comunidad. Vivir acompañado

Este fin de semana he estado en Los Molinos, en Fuerteventura. Una pequeña agrupación de casitas, casi casetas, donde comparten existencia unos cuantos privilegiados.

Ha perdido parte de su encanto, hace no tanto no tenía electricidad, ni tele, ni cobertura, tampoco agua corriente. Era un lugar mágico para desconectar.

Uno de esos lugares semiaislados, donde no hace tanto, unos 100 años, vivía gran parte de la población española.

En esas condiciones era imprescindible contar con el vecino, con el que vive al lado. Si tenías un problema, era el único que podía ayudar. La ayuda mutua era la regla, más que la excepción. Ahora, podemos vivir aislados, rodeados de gente, en un edificio en donde no sabemos ni el nombre del vecino.

En la comunidad de Los Molinos se sigue viviendo con el vecino. Si hay un problema con la barca, el que está al lado te echa una mano. Si una espina de un tuno se te ha metido en el ojo, la vecina te saca la pincha. Urgencias del Hospital parece quedar muy lejos. Dos cosas que he podido vivir muy de cerca este fin de semana.

Los vecinos se acercan a echar una mano en Los Molinos - Fuerteventura

Acostumbrados a no tener todos los servicios, entre todos generan las habilidades para vivir juntos. Unos aprenden de otros, alguien trae una innovación y pronto se ve en todas las casas. Como los paneles solares que han hecho llegar la electricidad.

Creo que el milagro de los panes y los peces que se narra en la biblia es el simple milagro de compartir. Si compartimos la comida que traemos, todos comen hasta hartarse y siempre sobra. Es algo que he experimentado con los amigos en múltiples ocasiones.

Es el gran beneficio de la economía del compartir. Compartimos coche con el BlaBlaCar, compartimos casa con otras aplicaciones. El beneficio de las casas rurales está en que compartimos espacio en lugar de cada uno tener el suyo.

Provengo del pueblo de Castilla, pueblos de menos de 200 habitantes, donde te juntabas con los vecinos para hacer la matanza, para los trabajos importantes, donde todo el mundo echaba una mano.

Formar parte de un equipo te hace más fuerte. Algo que parece que se nos olvida con la cultura individualista, de cada uno a lo suyo, del corto plazo, del beneficio rápido.

La grandeza de la familia, que te da raíces, un lugar donde estar y volver, una comunidad a pesar de las discusiones. La comunidad de origen y de desarrollo, donde encontrar apoyo en los momentos difíciles.

También la familia elegida de los amigos, con los que hemos compartido etapas en la vida. A veces perdemos el contacto, a veces estamos lejos ¡qué bonito el reencuentro! Ver que están ahí para seguir caminando y compartiendo.

La vida sabe mejor acompañado, el camino se disfruta más en compañía. Aunque también hay momentos para estar solo.

En la obsesión por la gestión del tiempo, por la productividad, a veces nos olvidamos de los que nos rodean. Nos olvidamos de una de las esencias de la vida, con quién la compartimos. Nos olvidamos de vivir.

De eso se acuerdan bien en las comunidades que siempre han estado ahí, como la de LosMolinos. Por eso, venir a los Molinos me reconecta, me tranquiliza, me ayuda a disfrutar de la conversación calmada y del paseo en compañía, por un entorno idílico. Gracias por siempre encontrar las puertas abiertas.

2 comentarios:

  1. Gracias a ti y a tu familia! Por disfrutar de tenerles aquí, las puertas siempre abiertas para ustedes y q la próxima vez podamos disfrutar más tiempo .un abrazo.

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  2. Eso digo yo siempre Ignacio. La magia de los Molinos y su gente que te hace desconectar del mundo.

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