domingo, 8 de noviembre de 2020

El método ABCDE para priorizar

 Vivimos en el mundo de la actividad, tan atareados haciendo cosas que en ocasiones olvidamos para qué las hacemos. Encontrar el momento de parar, pensar, escuchar, sentir y elegir que vamos a hacer nos permitirá encontrar las horas que se deslizan entre nuestros dedos, sin dejarnos tiempo para lo que consideramos importante.

Seguramente hayas oído hablar del método ABC para priorizar, donde clasificas cada actividad según su importancia. Las actividades A son las más importantes, después las B de una importancia media y las C con una importancia menor. Una vez clasificadas, teniendo claro que hay que empezar por lo importante, empiezas por las actividades A, hasta terminarlas; después sigues con las B y por último las C. De esta forma, si no logras terminar todo, las que se quedan sin hacer son las menos importantes.

Priorizar es establecer orden, decidir que va primero y qué después (o nunca)

Ampliando este método está el ABCDE. Dos letras más de una importancia capital. De hecho, hemos de empezar por la E, antes de clasificar actividades. La E de Eliminar, eliminar todas las actividades que no merece la pena hacer, que sabemos que no vamos a hacer si nos escuchamos.

Es difícil desechar muchas de nuestras actividades pendientes. Si están entre las pendientes es por algo. En ocasiones son las que van pasando en la agenda de semana en semana, posponiéndose en todas las ocasiones. Es momento de parar, decidir si realmente la queremos hacer y ponemos fecha o si por el contrario la vamos retrasando porque no merece la pena, o porque le tocaría resolverla a otra persona, o por otro motivo y es mejor eliminarla. Que deje de ocupar espacio en la agenda, en nuestras notas y en nuestra mente.

No cuenta lo que tenemos en la lista de pendientes, cuenta lo que hacemos. Así que, si no lo vamos a hacer, mejor tacharlo de la lista.

Con muchas de las actividades eliminadas, o devueltas al responsable de ejecutarlas, tendremos menos pendientes, lo que hace la clasificación más fácil.

El segundo paso es la D de delegar. Ver quien te puede echar una mano, en quien puedes delegar. Mucho mejor si, además, sirve a la otra persona para aprender, desarrollarse.

La delegación da fruto en el largo plazo. Delegar supone un proceso de enseñanza y aprendizaje que necesita tiempo para dar frutos. Primero hay que enseñar cómo hacer, acompañar en el hacer las primeras veces, para que después puedan hacer sin nuestra supervisión.

Un ejemplo de delegación es cuando enseñamos a nuestro hijo a hacer lentejas. Si no sabe, la primera vez, nos resultaría más fácil hacerlas nosotros. La delegación supone enseñar, que nos vea haciendo y después que haga y lo veamos haciendo, vayamos dando sugerencias, para que finalmente pueda hacer solo.

Lo mismo que para nuestro hijo aplica para el que llega nuevo a la empresa o para aquel que colabora con nosotros. Al principio cuesta delegar, después casi seguro que no lo hace como nosotros, debemos saber aceptar las diferencias. Cada uno tiene su estilo y seguramente, el alumno superará al maestro con la práctica suficiente.

Más libres, con menos tareas pendientes, después de haber eliminado y delegado, toca priorizar para empezar por lo importante. Mira esta semana que vas a eliminar, que decides no hacer, para encontrar el tiempo y hacer lo que sí que quieres hacer.

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