Acostumbramos
a hacer lo mismo, por eso se llama costumbre. Tenemos nuestras rutinas,
nuestros horarios, nuestras actividades, nuestros lugares. Lo habitual nos da
seguridad, lo conocido es previsible, vivir un montón de veces el mismo día, la
misma conversación, el mismo café.
Tenemos dos voces interiores, que nos impulsan en direcciones opuestas: una nos invita a seguir repitiendo, a seguir como estamos; la otra nos impulsa al cambio, a la exploración, al descubrimiento, a la aventura.
Hace unos días hablaba con una antigua alumna, dejó la universidad hace cinco años. Sus ganas de seguir explorando, probando, conociendo, descubriendo, resuenan en mi espíritu de continuo aprendiz.
Es un poco cuestión de edad. Los niños son exploradores natos, de forma natural quieren probar. Los adolescentes empiezan a descubrir un nuevo mundo, ganando en independencia cada día. Los jóvenes siguen manteniendo esas ganas. Con la mentalidad adecuada, a pesar de los años, mantienes el espíritu joven que impulsa hacia lo nuevo.
Espíritu explorador - mentalidad joven. Foto tomada de Pixabay |
Cansados de repetir, paradójicamente, seguimos haciendo lo mismo. La definición de locura para Einstein es hacer lo mismo y pretender obtener resultados distintos.
La trampa de la zona de confort: “Me gustaría cambiar, pero no estoy tan mal…”. Así, que hasta que no llega algo que nos empuja al cambio, nos acomodamos, no estamos tan mal. Tan siquiera exploramos otras posibilidades.
El cambio puede dar miedo. Probar cosas nuevas tiene sus riesgos. También no probar tiene sus riesgos, aunque estos riesgos cuesta más verlos.
El cambio puede dar miedo cuando lo vemos como una ruptura con todo lo anterior, que a veces puede ser conveniente. En la mayoría de los casos no hace falta un cambio radical, solo un enfoque más flexible. Tú decides si quieres cambiar y qué tipo de cambio quieres.
En lugar de dejarlo, puedes transformar tu trabajo, tu entorno y adaptarlo a lo que si quieres ¿Por qué las opciones tienen que ser “seguir con todo igual” o “dejarlo todo”? Entre los dos extremos hay infinitas posibilidades ¿Qué puedes hacer para mejorar tu situación actual? Algo te inquieta, te incomoda, puedes terminar o transformar tu trabajo, tu forma de vivir.
Reconocer lo que sí obtienes, lo bueno de la situación actual, y también lo que te gustaría obtener, experimentar, vivir, para acercarte a lo que quieres. Quizá encuentres el punto intermedio, por ejemplo, entre irte a vivir a otro sitio definitivamente o solo irte a temporadas.
Ante algunos cambios, el que no cambia, observa la valentía del cambio. Ojalá tuviese las narices suficientes para dejar este trabajo de 72 horas de a la semana, bien pagado, aunque no me satisface.
Ordenar tus pensamientos, sentimientos, para quedarte o irte, y decidir para comprometerte y vivir. La indecisión impide el compromiso y la vivencia del presente.
Hacer lo que te sientas llamado a hacer, con su componente de realismo, evaluando riesgos y alternativas, conociendo tus recursos, sin dejarte llevar por los convencionalismos sociales o lo que valoren los demás. Decidir equilibrando cabeza, corazón e instinto.
Quizá no sepas hacia dónde ir ¿Qué tal si vas caminando y así irás descubriendo el camino? Según avanzas el siguiente paso se ve más claro. Probar con realismo, desde tu realidad.
Y si no es ahora ¿cuándo? Nunca parece buen momento, siempre hay excusas. Al explorar y probar encontramos cosas nuevas, algunas muy buenas.
sdsd
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