Ayer
por la tarde quería ir al gimnasio ¡Qué bien sienta un poco de ejercicio!
¡Cuánto cuesta ir al gimnasio algunos días! Eran las 18, si me iba en 15
minutos, lo que tardo en prepararme, podía estar de vuelta en casa a las 19.45.
Sin darme cuenta, pasó una hora y cuarto, ya eran las 19.15, y yo sin prepararme
para ir al gimnasio.
Estuve
tentado de abandonar, ya casi era la hora en la que quería haber vuelto y no me
había puesto en marcha. El móvil me había atrapado. La verdad es que puedo
despistarme con cualquier cosa en el momento que aparece la pereza.
La
pereza suele hacer acto de presencia cuando estoy cansado, cuando quiero hacer
algo que apetece poco. Vaya contradicción, quiero hacer y apetece poco “¿Quiero
o no quiero?”, esa es la cuestión. Quiero verme con algo acabado, a la vez que cuesta
ponerse y hacerlo. Lo inmediato frente al resultado futuro (que puede ser un
futuro que se da en 10 minutos o una hora).
Hace
un momento, a las 10.30, me ha dicho mi hijo Juan que a las 11 se pone a hacer
la tarea. Tengo curiosidad por ver que pasa, ver si vence su pereza, que seguro
aparece. Ahora está jugando con el ordenador, las horas se le pasan sin darse
cuenta, tendrá que hacer un esfuerzo si quiere ponerse con la tarea ¡Qué bien
cuando esté hecha! Sobre todo, porque es condición para poder hacer otras cosas
esta tarde.
Viñeta del gran Quino (cogida de @MafaldaQuotes) |
Lo mismo
sucede con algunos descansos que van a ser de cinco minutos. Se alargan inconscientemente,
sin darme cuenta han pasado 30 minutos y sigo enganchado con cualquier tontería
(las redes sociales, cualquier jueguecito del móvil… las opciones son
variadas). Es fácil despistarse cuando algo apetece poco, más fácil despistarse
si estás cansado.
Bueno,
sabiendo que pasa ¿Qué podemos hacer? Lo primero es darnos cuenta de que se nos
está escapando el tiempo, prestar atención a ese Pepito Grillo interno que nos
cuenta que es lo que nos conviene ¿Por qué no hacemos lo que nos conviene? Al
menos, a veces.
Vencer
la barrera de la pereza, ponernos. Decidir por anticipado que queremos hacer
esta mañana, qué nos hará sentirnos satisfechos a la hora de comer. Eso nos
dará gasolina para empezar.
También
gasolina para continuar. Una vez
empezado suele ser más fácil seguir,
ir dando un paso detrás de otro, ir avanzando, hasta el objetivo final.
Tener
claro donde queremos llegar, qué queremos tener hecho, ya sea escribir esta entrada
en el blog o hacer la tarea. Anticipar la sensación que tendremos al terminar nos ayuda perseverar, mantener
la acción hasta llegar. No cuenta lo que empiezas, cuenta lo que terminas. Si
lo dejas a medias es peor que no haber siquiera empezado, produce más dolor
verlo a medias que nunca haber empezado.
Si nos
ponemos pronto después quedan más horas para otras cosas que apetecen más. Perdemos
el tiempo con cosas que nos aportan poco y que después nos hacen sentir
culpables.
¿Qué
te gustaría tener hecho para el final del día? ¿Para el final de la semana?
¿Para el final del mes o del año? Ahí tienes la guía para hacer lo que te
conviene.
Puedes
seguir tu visión o perderte por el camino, tus resultados y tu satisfacción
dependen en gran medida de ti y de vencer la barrera de la pereza. Si
perseveras los resultados llegarán.
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