Este
fin de semana, en España, el domingo ha tenido 23 horas en lugar de las 24
horas que tienen los días habitualmente. Tocaba cambio de hora de primavera, a
las dos había que poner el reloj a las tres. Si habitualmente ya sentimos que
nos faltan horas con 24 ¿Qué tal ha ido con 23? ¿Lo has notado mucho? ¿Todavía
lo estás notando?
Ahora
amanece una hora más tarde y anochece una hora más tarde. No porque la
naturaleza se haya vuelto loca, sino porque hemos acordado cambiar la hora del
reloj. El sol sigue a su ritmo, sale cuando toca y se esconde cuando toca.
Me
parece una buena metáfora de cómo ahora nos gestionamos por el reloj en lugar
de por el sol, o por las necesidades de nuestro cuerpo. El domingo habrá sido
un día diferente, igual has retrasado la hora de levantarte o de comer, porque
a la hora habitual todavía tenías sueño o no tenías hambre. Para tu cuerpo
todavía era una hora antes.
Mira
que quitarnos una hora del domingo, ya nos la podían haber quitado del lunes.
Si has vivido el domingo sin reloj, igual sientes que te la han quitado del lunes,
que es cuando tienes la obligación de ir a trabajar o de cumplir otros horarios.
El cambio de hora: a las dos serán las tres (El reloj manda) |
El cambio
de hora nos genera un mini-jet-lag. El cuerpo se tiene que adaptar al nuevo
desfase entre la hora del reloj y la hora del sol. Nuestro cuerpo se rige por
el sol, nuestra vida social habitualmente por el reloj.
Los
relojes facilitan ponernos de acuerdo, es una herramienta para la comunicación
social. Nos ayudan a programar nuestros días, con los demás y con nosotros
mismos. Quedamos a una hora para dar un paseo, tomar un café. Nos sirven para
ver cómo vamos de tiempo.
Te lo
digo yo, que a veces me obsesiono con el tiempo y con la cantidad de cosas que
tengo/quiero hacer. Así me convierto en ocasiones en esclavo del reloj,
olvidándome de mi ritmo natural, el que marca el sol y el cuerpo.
Nos
convertimos en esclavos del reloj
cuando la hora parece gobernar nuestras vidas. Pendientes del reloj desde que
nos levantamos hasta que nos acostamos. Corriendo contra el tiempo para cumplir
horarios, en una carrera frenética contrarreloj,
como si la vida fuese un sprint interminable. Prisioneros de un reloj que define
nuestra existencia diaria.
Para mí
la clave está en el equilibrio. Usar
el reloj a tu servicio, para aumentar la consciencia del día y del paso del
tiempo sin obsesionarte. También como herramienta eficaz para coordinarnos con
otros. No dejando de lado la capacidad para escuchar el cuerpo, cuando necesita
descanso, alimento, compañía o levantarte a dar un paseo; lo que te vaya
diciendo.
Esta
semana es una oportunidad especial para escuchar tu cuerpo, irte adaptando
dentro de tus posibilidades al nuevo horario. Darte cuenta de que los horarios nos
los imponemos, cuando estamos pendientes del reloj. Tenemos la oportunidad de
diseñar para nosotros nuevos horarios, que se adapten a lo que necesitamos.
Dejar de correr, olvidando lo que necesita nuestro cuerpo, adaptar el reloj a nuestras necesidades personales. Diseñar horarios que se ajusten a nuestras vidas, con mayor armonía y consciencia.
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