miércoles, 9 de octubre de 2019

El club de los vagos ¿te apuntas?


Cuántos han oído en casa de pequeños: hijo, hija, tu ante todo ¡No seas vago! ¡No seas vaga! Y otras frases similares cómo: “El tiempo es oro y el que lo pierde un bobo” “A Dios rogando y con el mazo dando” o “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Cultura del trabajo, del esfuerzo, que algunos llevan en vena y otros tienen totalmente olvidada. La clave es encontrar el equilibrio entre trabajar y el concepto de hacer el vago. Para algunos hacer el vago es dedicarse a cualquier cosa que disfruten, incluso jugar con sus hijos o pasar una tarde con los amigos.

Hay adictos al trabajo que ni son conscientes de su adicción. Una adicción que está bien vista y que normalmente lleva al éxito profesional, sacrificando otras parcelas de la vida. Adicción justificada en creencias bien arraigadas.

¿Hace cuánto que no te permites una tarde de sofá, tele y palomitas? ¡Menudo cargo de conciencia! ¡Con la cantidad de cosas que tengo que hacer! Incluso si solo estás un rato puedes sentirte culpable.

Adicción que puede presentarse antes de empezar a trabajar en el mundo laboral, obsesión por los estudios con olvido de la vida u obsesión por las labores de casa (¡cómo yo no lo va a hacer nadie!).

Puedes estar añorando el poder parar, descansar y disfrutar sin sentirte mal, sin sentirte culpable por no pasarte el día haciendo algo “productivo”. Como si descansar cuando hace falta no fuese productivo.

Muchas veces no tenemos el indicador de cansancio activo, no nos damos cuenta de que estamos agotados y nos llega una enfermedad que nos obliga a parar, como si nos hubiésemos quedado sin gasolina por no sentirnos. Hasta se dice que el cansancio es psicológico, como si no existiese.

La clave está en el equilibrio. Tenemos derecho a sentirnos cansados y a actuar en consecuencia. Puede que estemos sintiendo rozaduras en los pies y no paramos porque se puede andar un poco más… Pues las consecuencias pueden ser las que vemos en la foto, seguro que esas consecuencias no han sucedido de repente, aunque pueden suceder casi sin darlas importancia.


Cuando estás trabajando, trabajar y cuando estás a otra cosa, estar en esa otra cosa sin cargo de conciencia, equilibrando los tiempos. En el largo plazos acabamos recibiendo las consecuencias de trabajar muchas horas, las buenas y las no tan buenas, puede ser agotamiento o estrés u otras peores.

Parar cuando has hecho demasiado y estar atento a las señales de agotamiento. Como reza el cuarto acuerdo del doctor Miguel Ruiz “hacer todo lo que puedas y no más”. Muy importante el corolario de hacer lo que puedas y no más.

Y si ya estás con las ampollas, permítete recuperarte, tomarte el tiempo de descanso necesario, sin agobiarte porque otros en tus circunstancias han ido a trabajar (tampoco conoces sus circunstancias) y “disfrutar” cuidándote cuando es necesario.

Esta mañana me comentaba un compañero antropólogo que el secreto de los maratonianos africanos es el descanso, no tanto las rutinas de entrenamiento. No sé cuánto habrá de verdad en esto, lo que sí es claro es que el descanso es imprescindible para un vida bien vivida y también si queremos productiva.

Quizá a ti como a mí aún nos suene mal “ser un vago”, también es cierto que de vez en cuando es imprescindible hacer el vago, y mucho mejor sin cargo de conciencia.

Bienvenidos y bienvenidas al club de los vagos temporales, aquellos que a temporadas hemos trabajado demasiado. A veces nos podemos permitir ser vagos. No hace falta un club para permitirnos hacer el vago de vez en cuando.

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