domingo, 26 de julio de 2020

Recuperar la confianza para poder avanzar

Cuando hay confianza sobran las explicaciones. Con desconfianza, ninguna explicación es suficiente, toda acción u omisión se malinterpreta, los apoyos se pierden y el avance es trabajoso.

Tanto la confianza como la desconfianza se alimentan a sí mismas, crean una espiral creciente o decreciente. Con confianza todo es más rápido, los resultados se alcanzan más fácilmente y eso hace que aumente la confianza. Por otra parte, con la desconfianza, raramente se avanza, se siente que se dedica mucho tiempo para nada, no hay comunicación y esto hace crecer la desconfianza, que finalmente lleva al enfrentamiento.
Espiral creciente (decreciente) de confianza (desconfianza) - Dibujo de Leyre Fontaneda

Esta semana he estado envuelto en la espiral de la desconfianza. Un departamento amigo acudió a nuestro departamento por problemas internos que lo iban a hacer estallar. Sumidos en la desconfianza, estando todos de acuerdo en lo básico, detalles menores impiden encontrar soluciones.

Gente capaz, grandes profesionales, enfocando su energía en rencillas, malgastan su tiempo, en corrillos innecesarios, reuniones paralelas, conversaciones parciales interminables, estrategias ocultas, cuando los objetivos son comunes.

Romper espirales no resulta tarea sencilla, especialmente cuando te encuentras envuelto en la misma. Una posible solución es buscar ayuda imparcial, visión externa, mediación. Esta semana, otros dos compañeros y yo hemos podido mediar. Estoy contento y satisfecho de los primeros avances, aumenta mi confianza en las personas y en mi organización para encontrar soluciones beneficiosas para todos: involucrados, organización y sociedad.

La confianza se va construyendo poco a poco y puede perderse de forma inmediata. Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre cómo crear y mantener confianza, especialmente cuando se ha perdido y estos son puntos a tener en cuenta en su reconstrucción:
  • Poner de manifiesto la necesidad de recuperar la confianza para avanzar.
  • Empezar por los puntos en los que sí estamos de acuerdo. Objetivos comunes, pasos comunes.
  • Cuidar el lenguaje y la comunicación: con la confianza dañada somos más sensibles y susceptibles. Las palabras importan. Ser especialmente respetuosos al hablar o escribir y escuchar para entender en lugar de para contestar.
  • Ir paso a paso, despacio al principio para poder ir deprisa conforme la confianza vaya avanzando. Reconocer también nuestras diferencias, como un paso en el camino del acuerdo.
  • Coherencia: hacer lo que se dice.
  • Transparencia: decir lo que se hace.
  • Si es necesario buscar mediadores adecuados, que apuesten por la conciliación y no por el conflicto, que ayuden en la búsqueda de soluciones.
  • Confiar para que puedan confiar en ti. La confianza es un camino de doble vía, si tú no confías animas al otro a no confiar en ti. Lo que no quiere decir que no haya que tener los ojos abiertos a la realidad, aunque cada uno ve la realidad de distinta forma.

La confianza se construye paso a paso, ya sea en el trabajo, como ha sido en este caso o como puede ser con los amigos, la familia, los hijos, la pareja, etc.

La confianza importa para las decisiones y el camino que tenemos que andar hoy. Importa mucho más para el camino que viene en los próximos años, si es que va a ser un camino compartido. Con la recuperación de la confianza nos estamos jugando nuestros resultados en el largo plazo, no perder energía y tiempo con la desconfianza para poder emplearnos en lo que merece la pena.

Suerte en el camino, con relaciones de confianza se va más rápido y sobre todo mucho más a gusto.

domingo, 19 de julio de 2020

¿Estamos obligados a aprovechar nuestros talentos?

La parábola de los talentos del nuevo testamento tuvo un fuerte impacto en mi forma de encarar la vida. La interpreté como la obligación de aprovechar los dones o “talentos” que tenemos.

No está justificada la pereza, la vagancia, la falta de actividad. Totalmente en línea con lo que se nos vende en la sociedad, la acción sin límite, la falta de pausa, enfrascados en hacer, sin tener claro en ocasiones ni para qué se hace.

Siento que tengo muchos talentos y me he sentido responsable de aprovecharlos. No parecía tener derecho a descansar, a parar. Tenía anclada en la cabeza la frase “si quieres, puedes, tienes el talento suficiente”.

Esta cultura de esfuerzo, en la que sigo creyendo, me ha venido bien, me ha ayudado a conseguir muchos de mis objetivos. Pero como toda moneda tiene también su cruz, la dificultad de parar, la dificultad para desconectar.

El esfuerzo, derivado de la necesidad de aprovechar el talento, suele dar sus frutos, incrementa las posibilidades de obtener resultados y puede hacerte entrar en la espiral talento-esfuerzo-resultados.
La parábola de los talentos. Mateo (25,14-30)
Si siempre fuiste un estudiante ejemplar, de matrícula de honor, parece que tienes que seguir dando los mismos resultados brillantes. De esta forma entras en la espiral, atrapado en el esfuerzo que lleva a resultados.

Adicto a los resultados, con una nueva meta, seguirás esforzándote para conseguirlo de nuevo. Y las metas son infinitas. Después de tanto trabajo puedes tener cargo de conciencia por coger vacaciones.

Y el cargo de conciencia aumenta si tienes talento, se te da bien. Alguien me dijo que era una cárcel ser bueno y estar bien pagado en un trabajo que no te gusta. Atrapado en la trampa del talento, en la trampa de las expectativas, de las tuyas y de las de los demás.

Un sueño, unir la pasión al talento. Con pasión, el esfuerzo pesa menos, es más ligero, te nutre. No pretendo atacar el esfuerzo, sino encontrarle un sentido.

La sociedad nos presiona para ser Superman o Superwoman y nosotros se lo compramos. Ser super-profesionales, super-progenitores, super-amigos, etc; una vida llena de expectativas.

Te invito a bajarte del carro, a dejar de correr, abandonar las expectativas y disfrutar de tus dones, los que tienes y los que te trae la vida, fluir y descansar cuando lo necesitas, escuchándote sin dejarte arrastrar por lo que la sociedad, la cultura, dice que “deberías” estar haciendo.

Ahora es tiempo de vacaciones, puedes bajar de la espiral talento-esfuerzo-resultados. Es genial tener talento, si tu talento no se convierte en tu cárcel, en una trampa de actividad y de perfección.

domingo, 12 de julio de 2020

Escoger los objetivos y las batallas a luchar


Desde el final del confinamiento los compromisos se multiplican. Es algo típico de nuestra época, la multitud de opciones, las infinitas posibilidades. Muchos me han hablado de la tranquilidad de tener menos alternativas, con una elección más sencilla, mientras hemos pasado más tiempo en casa.

Con un aumento de nuestros proyectos, de ocio o trabajo, es posible pasarse todo el día haciendo, saltando de una cosa a otra, sin acabar ninguna, preguntándose al final del día ¿qué he hecho hoy? No he parado y estoy agotado. Si hago balance resulta que no siento que avance.

Despistado en demasiados pozos sin avanzar en lo importante - Dibujo de Sofía Fontaneda

Despistado entre tantas cosas llevo sin avanzar en lo importante dos semanas, perdido entre tareas menores, compromisos, socialización, etc. Quizá me hacía falta dispersarme un poco, perder el foco, para después volver con más energía.

No es cuestión de sentirse culpable y castigarse, sino darse cuenta y recentrarse, volver al camino que lleva al objetivo, después de haber explorado una zona.

En ocasiones, menos, es más, empezando menos cosas conseguimos acabar más. Y es que no cuenta lo que empiezas, cuentalo que acabas. Inmersos en demasiados proyectos nos perdemos, sin un foco claro, desperdiciamos el tiempo saltando de un objetivo a otro.

Ya lo dice el refrán, “el que mucho abarca poco aprieta”. Como no podemos hacerlo todo, la única salida es elegir que sí vamos a hacer. Esto debe venir acompañado de lo que dejamos para más adelante, o lo que directamente no vamos a hacer.

Si todo es importante resulta que nada es importante. La importancia resulta de comparar. Supone priorizar, poner primero, poner por delante ¿Qué es lo prioritario? ¿Si solo pudiese hacer una cosa que haría?

La multitarea, hacer varias cosas a la vez, es una quimera. Solo podemos simultanear tareas sencillas, que no requieran mucha concentración o que tengamos automatizadas. El cerebro funciona de forma secuencial, así que si simultaneamos tareas lo único que hacemos es trabajar cambiando muy rápido de una a otra y vuelta a empezar.

De forma que realmente solo hacemos una cosa en cada momento. Siendo así lo más sensato parece escoger una sola cosa y concentrarnos en ella.

Te propongo que al empezar cada día escojas una sola cosa, la que consideres más importante para el día y te centres en ella hasta darte por satisfecho. Después puedes pasar a otra.

La importancia la marcas tú. Lo más importante puede ser, si estás bloqueado en el trabajo, dedicarte a descansar. La inspiración puede venir en momentos de descanso. O cargar las pilas permite que mañana empieces con mayor energía.

Hoy he dado prioridad a escribir esta entrada del blog y puedo sentirme satisfecho de que está terminada. Puedo dar paso a la siguiente prioridad, disfrutar de la naturaleza en plenitud, equilibrar esfuerzo y disfrute.

domingo, 5 de julio de 2020

Cuando tu tiempo no parece tuyo

De pequeño nos enseñan a ser educados. Así que, si alguien llama a la puerta de tu casa, un día que estás ocupado, la visita puede comenzar así:

Visitante: ¡Hola! Pasaba por aquí y me he dicho voy a saludar ¿Molesto?
Tú: ¡Qué vas a molestar! Pasa, pasa

Hasta puedes insistir si el visitante te dice que no quiere molestar, que es mala hora, que seguro que estás ocupado.

De ahí pasas a ofrecer una cerveza o un café, olvidando lo que estabas haciendo o querías hacer. Tampoco es educado invitar a nadie a que se vaya de tu casa, así que estás “atrapado” hasta que decidan irse.

Y lo más curioso es que quizá la otra persona está ahí, queriéndose ir y sintiendo que lo educado es estar una hora, ya que ha entrado de visita.

Este es solo un ejemplo, como se dan otros muchos en los más diversos ámbitos: con la familia, entre amigos, en el trabajo. Seguro que se te ocurren múltiples ejemplos.

Y el verano se presta especialmente a estas situaciones, cuando parece que tienes la obligación de divertirte o acudir a un montón de eventos, salidas, comidas, celebraciones.

Tememos que si miramos lo que queremos hacer y no es lo socialmente aceptable vamos a ser rechazados, se van a enfadar con nosotros. Qué si decimos que ahora no es buen momento nunca va a ser buen momento.

Es probable que si siempre hemos dicho que sí y empezamos a decir que “no” al principio se enfaden. Poco a poco irán respetando lo que tú quieres, tus límites, si es que los muestras. Es difícil para alguien al que siempre has dicho que sí a sus propuestas, a sus peticiones, aceptar que ya no es así. A la gente le encanta que nos comportemos del modo más conveniente para ellos, intentarán hacerte sentir mal si no lo haces, una forma de manipularte.

Lo cierto es que puedes escoger, puedes decidir no ir a esa comida, a esa salida. Puedes decir a quien viene a visitarte que en ese momento te pilla mal. Serás tú quien decidas si lo que quieres hacer es ver es película que te está esperando desde hace diez días en lugar de recibir al visitante.

La libertad es tuya si quieres cogerla. A veces somos esclavos de nosotros mismos.
Imagen de Jackie Ramirez en Pixabay 

Cuando hablo de esto en las formaciones de gestión del tiempo muchas veces surge la polémica. Me dicen que esto es egoísta, que a mí no me gustaría que me dijesen que no. Es cierto que no me gusta que me digan que no, pero lo acepto y lo respeto.

De hecho, creo que se respeta más a las personas que dicen que no de vez en cuando, lo que no quiere decir siempre. Encontrar el equilibrio entre negarte y aceptar. Me gusta la opción de decir, ahora me va mal, que te parece que nos veamos mañana.

Es tiempo de que empieces a respetar tu tiempo como respetas el de los demás. Equilibrar el respeto hacia el prójimo con el respeto a ti mismo y a tu tiempo. Jesucristo dijo, ama al prójimo como a ti mismo, pero no dijo que lo amases más que a ti mismo.

Si no proteges tú tiempo, si no decides que quieres hacer, alguien lo decidirá por ti

En nuestro tiempo con otros, todo es más fácil si cada uno dice lo que quiere, olvidándose de las expectativas de lo que quiere el otro o lo que es correcto. Ser transparentes con nuestros deseos ayudará a encontrar mejores alternativas para todos y también para ti mismo.

Mi compromiso para este verano es escuchar que es lo que quiero y decirlo si es que implica a otros. Hacer un experimento de transparencia al que te animo a unirte. Un compromiso de dos pasos, saber lo que quiero (no siempre es fácil) y ponerlo sobre la mesa.

Puedo hacer lo que quiero y aceptar las consecuencias