domingo, 21 de abril de 2024

Lista de cosas que "no hacer" (en lugar de lista de cosas que hacer)

Obsesionado con la cantidad de cosas que tengo que hacer hay veces que me pierdo en cosas que “no” debería, ni quiero, hacer. Tener una lista de “cosas que hacer” es poderoso, salvo cuando la lista se alarga demasiado y no sabes por dónde empezar (aun así, da claridad).

¿Dónde encontrar tiempo? ¿Cuál es la barita mágica que permite que aparezca? No hay tiempo para todo. Para encontrar tiempo descubrir dónde y de qué manera se te escapa. Dejar de hacer algunas cosas es la única forma de encontrar tiempo para otras.

Todos los días tenemos 24 horas ¿Cuántas de esas horas son realmente vividas como te gusta vivirlas? ¿Cuántas son aprovechadas? ¿Cuántas se escapan en cosas que es mejor no hacer o que no compensan el tiempo dedicado?

Hoy te propongo hacer tu “lista de cosas que no hacer”, o las que vas a hacer menos. En la justa medida está la virtud. Me encanta el café, el problema es cuando me tomo muchos cafés; Me encanta socializar, el problema es cuando socializo demasiado, no me queda tiempo para avanzar en lo que quiero.

Como siempre, tú escoges, tú decides. Decidir no es fácil, esta semana escuchaba de una jovencita de 19 años que madurar es una faena, cuesta, hay que decidir y decidir es descartar, optar por una cosa y dejar otra.

Lista de cosas que "NO HACER"

Prueba esta semana a dejar algunas cosas: los videojuegos; ver las noticias del mediodía y las de la noche (se repiten); las redes sociales (o ponerte un límite; por ejemplo, de 30 minutos); la comida que no te sienta bien. Tú escoges, tú decides qué dejar (para encontrar tiempo para otras cosas).

También puedes dejar de juntarte con algunas personas que no te sientan bien; o juntarte menos. Hay personas que nos quitan energía y otras que nos la dan. Si dedicas tiempo a unas se lo quitas a otras. Tienes derecho a decidir con quien quieres pasar tu tiempo; lo digo porque, aunque parece obvio, mucha gente no lo siente así o a veces se nos olvida que nuestro tiempo es nuestro y con lo tuyo tú escoges. Puedes hacer una lista de personas con las que no juntarte (o juntarte menos).

Cuando estamos con alguien desde la culpa o la obligación, ese estar no sienta igual que cuando lo hacemos desde lo que queremos y disfrutamos. Puede sonar fuerte, pero puedes escoger con quien no quieres juntarte o con quien quieres juntarte menos, para juntarte más con aquellos que si quieres. Tú escoges, tú decides, con quién quieres pasar tu tiempo (y con quién no).

De la mano con lo anterior, decidir con quién no juntarte, viene la lista de las interrupciones que no vas a permitir. Puede que sea otra persona quien interrumpe; pero tú eres quien escoge y decide si aceptas la interrupción. Puedes también decidir cuáles son los momentos en los que no vas a permitir interrupciones permitiéndolas el resto del tiempo. Tú escoges, tú decides qué parte de tu tiempo quieres proteger, tu tiempo de “no interrupciones”.

También puedes escoger abandonar ciertas actitudes que llevan tiempo y consumen energía sin aportar mucho: la queja, el drama, la comparación constante con los demás, la procrastinación, la preocupación por lo que no puedes controlar, la necesidad de complacer a los demás, el qué dirán. Tú escoges, tú decides, cuál quieres que sea tu actitud.

Puede ser difícil, no es tan fácil soltar lo que no nos conviene, es a lo que estamos acostumbrados. Parece que llevamos tatuado el dicho “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Sal de la rueda del hámster y escoge, elige, decide. Es tu tiempo, tu vida, lo que está en juego. Cuidar de tu tiempo es cuidar de ti y de tu vida (el tiempo es vida).

Tú eliges, tú decides, a qué dedicas tu tiempo, a quién dedicas tu tiempo y con qué quieres enredarte. Dejando (cosas, personas, interrupciones, actitudes). Liberando el tiempo, dejando, aparece tiempo para lo que quieres.

Si quieres ver cuando publico una nueva entrada, puedes seguirme en LinkedIn. Pulsa aquí

lunes, 15 de abril de 2024

Entretenido entre una cosa y la siguiente

Jorge me dice que le cuesta cambiar de estado. Por las mañanas le cuesta levantarse y por las noches le cuesta irse a la cama. Adela me contaba que la cuesta el cambio, cerrar un tema para ponerse con el siguiente. Hay veces que se entretiene más de la cuenta con lo que tiene entre manos, posponiendo lo que sigue.

Por mi parte, hay veces que acabo una cosa y para cuando me quiero poner con la siguiente pasa media hora. Tiempo de cambio, tiempo para cambiar de una actividad a otra.

Raquel comentaba que no la molestaban demasiado las interrupciones porque era capaz de volver rápidamente a concentrarse en lo que tenía entre manos. A otros puede llevarles 15 minutos volver al punto en el que estaban tras una interrupción de 2 minutos. En este caso el tiempo de recuperación nos perjudica bastante más que la interrupción.

Es bastante común tener dificultades para empezar algo nuevo después de terminar una tarea o tardar en recuperarse de una interrupción.

Cambiar de tarea supone parar para volver a ponerse en marcha. Al parar nos podemos distraer con cualquier cosa, especialmente si no tenemos claro lo que vamos a hacer a continuación. No tener claro el siguiente paso puede generar indecisión.

Cambiar de tarea puede ser difícil para algunos debido a la resistencia al cambio, la indecisión y la distracción.

Tener claro el objetivo nos ayuda a recomenzar con lo siguiente una vez que cerramos algo. Aunque a veces no es suficiente. Tener caso el siguiente paso, la siguiente acción concreta, puede ayudarnos a ponernos en marcha.

Escribir la primera línea puede ser el disparador para hacer el informe. Lo mismo que ponerse las zapatillas y salir a la calle es la primera acción para ir a correr. Así que, si sientes que te atascas entre dos acciones, prueba a tener claro la siguiente pequeña acción concreta que comienza la siguiente tarea, dar el primer paso ayuda a dar los siguientes.

No te quedes enganchado en los descansos. En tiempos de estudiante, descansaba entre una asignatura y otra, entre un tema y otro. A veces los descansos eran demasiado largos, tan largos que no quedaba tiempo para ponerse.

Si no empiezas no acabas. Cuanto más tardes en ponerte, más tardarás en terminar. En ocasiones empezar es lo más difícil. Cuidado no te suponga media hora empezar a hacer algo que te lleva cinco minutos.

Para superar el tiempo de transición que se extiende, es útil establecer rutinas, planificar con anticipación y dividir las tareas en pasos más pequeños y manejables. Puede ayudar a iniciar nuevas tareas, incluso cuando no te sientas completamente motivado.

Si quieres ver cuando publico una nueva entrada puedes seguirme en LinkedIn. Pulsa aquí

miércoles, 10 de abril de 2024

Construir autoestima y autoconfianza

Ya llevo tres días de retraso, hoy es miércoles y el plan/compromiso era escribir una entrada en el blog los domingos. Ese compromiso tenía opción, si no lo escribía el domingo, hacerlo a lo largo de la semana. A veces los domingos se complican, así que aquí estoy.

Si no lo escribo probablemente la mayoría ni lo notéis, estáis demasiado ocupados con vuestras cosas como para prestar demasiada atención a un texto más. El que más lo iba a notar iba a ser yo.

Cuando alguien me dice que va a hacer algo y no lo hace pierde mi confianza. La gana cuando hace lo que dice, cuando es coherente. Además, gana mi estima y admiración. No todo el mundo es capaz de hacer lo que dice, algunas veces porque mienten y las más de las veces porque se despistan.

Pues lo mismo sucede conmigo mismo. Si cumplo lo que digo que voy a hacer, gano en autoconfianza, gano en autoestima. Cuando no cumplo con mi plan, la autoconfianza y la autoestima bajan.

La autoconfianza y la autoestima dan felicidad

Me he encontrado gente que no quiere hacer planes porque está convencida de que es incapaz de cumplirlo. De tanto no cumplir tienen la autoestima dañada y no la quieren dañar más. Es posible que tiendan a ser demasiado ambiciosos en el plan, metiendo demasiadas cosas. No cumplir con nosotros mismos nos hace daño. Lo primero, aprender a planificar adecuadamente.

Por mi parte trato de seguir el plan, si está bien hecho me pone las cosas más fáciles. También soy flexible cuando aparecen nuevas realidades, a veces es bueno cambiar el plan, no está escrito en piedra (mejor usar un lápiz para poder replanificar).

Además, cuando cumplo con el plan, cuando consigo el objetivo, eso me da un chute de energía y me ayuda para el siguiente plan, para el siguiente objetivo. Si me fallo a mi mismo, si me decepciono, pierdo energía.

Los ejemplos son múltiples. Ayer quería hacer bicicleta estática, ese era el plan. Estaba cansado, me daba mucha pereza y tenía a mi lado a mi hijo Juan, que ya es un experto en gestión del tiempo (sabe mucho, aunque aplica menos). El caso es que Juan me aconsejaba dejarlo, tampoco era tan importante.

Escuchar a Juan me ayudo a ponerme. No solo por mi autoconfianza, también por él. Quería que viese que, aunque a veces nos cuesta hacer lo que nos conviene, conviene hacerlo, porque nos conviene. Repito lo de conviene varias veces para que quede claro.

Así que conseguí hacer bicicleta, aunque deje la entrada del blog para hoy. Espero que algún día que Juan tenga pereza pueda encontrarse con estas líneas y vencer la barrera de la pereza, haciendo lo que le conviene.

Si quieres ver cuando publico una nueva entrada puedes seguirme en LinkedIn. Pulsa aquí

martes, 2 de abril de 2024

Esclavos del reloj. El cambio de hora da pistas sobre nuestra relación con el reloj

Este fin de semana, en España, el domingo ha tenido 23 horas en lugar de las 24 horas que tienen los días habitualmente. Tocaba cambio de hora de primavera, a las dos había que poner el reloj a las tres. Si habitualmente ya sentimos que nos faltan horas con 24 ¿Qué tal ha ido con 23? ¿Lo has notado mucho? ¿Todavía lo estás notando?

Ahora amanece una hora más tarde y anochece una hora más tarde. No porque la naturaleza se haya vuelto loca, sino porque hemos acordado cambiar la hora del reloj. El sol sigue a su ritmo, sale cuando toca y se esconde cuando toca.

Me parece una buena metáfora de cómo ahora nos gestionamos por el reloj en lugar de por el sol, o por las necesidades de nuestro cuerpo. El domingo habrá sido un día diferente, igual has retrasado la hora de levantarte o de comer, porque a la hora habitual todavía tenías sueño o no tenías hambre. Para tu cuerpo todavía era una hora antes.

Mira que quitarnos una hora del domingo, ya nos la podían haber quitado del lunes. Si has vivido el domingo sin reloj, igual sientes que te la han quitado del lunes, que es cuando tienes la obligación de ir a trabajar o de cumplir otros horarios.

El cambio de hora: a las dos serán las tres (El reloj manda)
Nos lleva unos días adaptarnos, como cuando tenemos jet lag al cambiar de uso horario, las distintas horas que nos rigen en distintos lugares. Por mi parte me cuesta más adaptarme cuando vengo de América a Europa que cuando voy de Europa para América.

El cambio de hora nos genera un mini-jet-lag. El cuerpo se tiene que adaptar al nuevo desfase entre la hora del reloj y la hora del sol. Nuestro cuerpo se rige por el sol, nuestra vida social habitualmente por el reloj.

Los relojes facilitan ponernos de acuerdo, es una herramienta para la comunicación social. Nos ayudan a programar nuestros días, con los demás y con nosotros mismos. Quedamos a una hora para dar un paseo, tomar un café. Nos sirven para ver cómo vamos de tiempo.

Te lo digo yo, que a veces me obsesiono con el tiempo y con la cantidad de cosas que tengo/quiero hacer. Así me convierto en ocasiones en esclavo del reloj, olvidándome de mi ritmo natural, el que marca el sol y el cuerpo.

Nos convertimos en esclavos del reloj cuando la hora parece gobernar nuestras vidas. Pendientes del reloj desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Corriendo contra el tiempo para cumplir horarios, en una carrera frenética contrarreloj, como si la vida fuese un sprint interminable. Prisioneros de un reloj que define nuestra existencia diaria.

Para mí la clave está en el equilibrio. Usar el reloj a tu servicio, para aumentar la consciencia del día y del paso del tiempo sin obsesionarte. También como herramienta eficaz para coordinarnos con otros. No dejando de lado la capacidad para escuchar el cuerpo, cuando necesita descanso, alimento, compañía o levantarte a dar un paseo; lo que te vaya diciendo.

Esta semana es una oportunidad especial para escuchar tu cuerpo, irte adaptando dentro de tus posibilidades al nuevo horario. Darte cuenta de que los horarios nos los imponemos, cuando estamos pendientes del reloj. Tenemos la oportunidad de diseñar para nosotros nuevos horarios, que se adapten a lo que necesitamos.

Dejar de correr, olvidando lo que necesita nuestro cuerpo, adaptar el reloj a nuestras necesidades personales. Diseñar horarios que se ajusten a nuestras vidas, con mayor armonía y consciencia.

lunes, 25 de marzo de 2024

Entre la autoexigencia y la mediocridad. La clave es la autocompasión

En el equilibrio está la virtud. Muchas veces me cuesta involucrarme con determinadas iniciativas porque sé que me acabo sobrecomprometiendo. En determinados ámbitos me cuesta decir “así es suficiente” y sigo exigiéndome más, algunas veces más allá de lo razonable.

Este sobreesfuerzo también me ha dado buenos resultados. Cuando le metes mucho trabajo todo suele ir bien. El tema es saber cuando es suficiente, cuando te estás pasando.

Esto puede pasar en distintos ámbitos, tanto en el trabajo como en casa. Aunque en general lleva a resultados, otras veces puede ser contraproducente. Cuando tienes un equipo y les llevas más allá de los límites, cuando te vuelves también exigente con los de alrededor, no solo cuando te pasas contigo mismo.

Estas últimas semanas he hecho el curso de mindfulness y autocompasión y una de mis conclusiones es que en determinadas circunstancias me va bien reducir mi autoexigencia.

Soltar determinadas cosas, reducir el esfuerzo en otras en las que solo yo percibo que hay que hacer más (cuesta darse cuenta). Soltar, deja tiempo para otros aspectos, que a veces son más importantes. Tener espacio hace que veas posibilidades.

Atrapados en la autoexigencia, que tiene que ver con el perfeccionismo, nos enredamos, me enredo, en pequeños detalles. Dejo sin hacer otras cosas, me agoto innecesariamente.

La autoexigencia está relacionada con el burnout, el síndrome del trabajador quemado. La excesiva dedicación, la autopresión constante, el perfeccionismo y la sobrecarga de trabajo puede llevar al agotamiento emocional y mental.

Agotada por el exceso

Ser compasivo conmigo tiene que ver con tratarme bien, saber que lo que me pasa a mí le pasa a más gente (humanidad compartida) y mindfulness (darse cuenta, estar aquí y ahora).

La gran pregunta “¿Qué necesito ahora?”. Que quizá no sea lo que quiero, o lo que me apetece, sino lo que me va bien.

Siempre se puede hacer más, lo que no quiere decir que hacer más compense, que sea lo que necesitamos. Tampoco la vía para llegar donde queremos llegar. Encontrar tu equilibrio, lo que te sienta bien, lo que te lleva donde quieres ir.

Soltar la autoexigencia tampoco significa conformarse con la mediocridad, sino más bien adoptar una perspectiva más realista y compasiva hacia ti mismo mientras buscas un equilibrio saludable en tu vida.

Reconoce tus límites, lo que te sienta bien. Se amable contigo cuando estás cansado, el descanso nos recarga. Encuentra tú equilibrio sin olvidarte de ti.

domingo, 17 de marzo de 2024

Saber lo que quieres y cómo lograrlo

Muchas veces podemos escuchar la frase “¡No sé lo que quiero!”, incluso puede que la hayamos dicho. Yo tuve un momento en el que pensaba así, que no sabía lo que quería. Alguien me hizo ver que sí lo sabía, pero que puede dar miedo saber lo que quieres, porque eso te responsabiliza a ir a por ello. Si no lo consigues ya no es que no sabes lo que quieres, es que no has sido capaz.

Descubriendo y apuntando al objetivo

Por eso muchas personas se resisten a ponerse objetivos, a definir lo que quieren. Otras, los ponen de manera poco concreta, de forma que se pueden implicar menos.

Uno de mis objetivos para este año es escribir una entrada en el blog semanal. Para concretarla me he comprometido conmigo mismo a escribir cada domingo. Y si no soy capaz, si surge cualquier otra prioridad, recuperar el lunes, o al menos durante la semana.

Imagina tu objetivo con todo detalle: ¿Qué es lo que realmente quieres alcanzar? ¿Cómo se verá y se sentirá cuando lo logres? Tener esta claridad te ayudará a mantenerte enfocado y motivado durante todo el proceso.

Un objetivo claro me motiva, me da un motivo para ponerme en marcha. Me ayuda a que durante la semana apunte alguna idea sobre la que escribir el domingo.

Con el objetivo claro te van surgiendo ideas que te pueden llevar a él. Sabiendo donde quieres ir es más fácil encontrar caminos para llegar a destino. También puedes ver lo que han hecho otros que ya han llegado.

Sabiendo el objetivo el siguiente paso es definir el camino. Puedes parar a ver posibilidades, buscar ideas, definir el trayecto y los primeros pasos, para empezar a caminar.

Si tienes claro el objetivo, comenzarás a ver oportunidades en cada paso que des hacia él. Las oportunidades no te pasarán desapercibidas, te saltarán a la vista. Igual que cuando te escayolan, parece que han escayolado a mucha gente, o que cuando te embarazas, parece que va a aumentar la natalidad.

El objetivo no es nada sin acción. Una vez que hayas definido como ir avanzando, es hora de poner manos a la obra. Toma acciones concretas que te acerquen a tu objetivo.

En resumen, tener claro el objetivo, definir cómo llegar a él y andar el camino. Si te resistes a ponerte objetivos, te estás resistiendo a vivir como quieres vivir.

domingo, 10 de marzo de 2024

Mirar a lo lejos, no solo el siguiente paso

Podemos estar tan abrumados por el día a día que no levantamos la vista de lo que tenemos entre manos, no paramos de hacer, pensando que, con trabajo duro, con dedicación, todo irá bien.

Todo el día haciendo es ir como pollo sin cabeza, sin saber si lo que hacemos es lo que nos conviene hacer, si es lo mejor que podemos hacer. Hay esfuerzos que no suponen ningún provecho, ni para mi ni para los demás. Nuestras fuerzas son limitadas, no podemos hacerlo todo, así que es mejor decidir a qué nos conviene dedicarnos.

Creo en la cultura del trabajo, del esfuerzo. Creo que los frutos vienen después de una acción coherente. Puede que alguna vez tengamos “suerte” por casualidad. La “suerte” recurrente se crea por la acción adecuada.

Puede que la línea recta sea la distancia más corta, pero no siempre es la más rápida. En la línea recta podemos encontrar un barranco que no podemos cruzar, lo que nos hace dar una gran vuelta. La línea recta nos puede hacer subir una cumbre que hubiese sido mejor rodear.

Mirar a lo lejos, hasta el objetivo, describiendo el camino y sus obstáculos, nos ayuda a planificar mejor la ruta. Podemos definir cuales serán las etapas, medir los esfuerzos, establecer los descansos.

Equilibrar planificación y la acción. El que hace sin planificar, es un pollo sin cabeza. El que se pasa el día planificando sin hacer es un soñador, solo sueña con lo posible, sin hacer nada para que lo posible se convierta en realidad.

Usar los prismáticos para mirar. Sin mirar no es posible ver

¿Dónde quieres estar dentro de cinco años? ¿Qué es lo que tendrías que hacer/lograr este año? Establece las etapas ¿Qué toca este mes? Definir lo que voy a hacer esta semana y ver si va a ser demasiado dura.

Si voy a tener una época con demasiados retos, planificar un descanso, una recuperación, como hacen los deportistas a lo largo de la temporada. Viendo la semana que voy a tener por delante me puedo plantear como me preparo durante el fin de semana.

Los prismáticos son una herramienta valiosa para mirar a lo lejos, ver lo que nos viene, poder prever y planificar. Pero si no miras al futuro no serás capaz de ver.

Es difícil prever el futuro, por no decir que imposible. Los planes no serán perfectos, la visión será inexacta, pero sin mirar no podrás ver.

Te propongo un ejercicio, dedica un rato a mirar, a pintar o coger fotos de como te gustaría estar dentro de cinco años. Juega a definir los caminos para llegar allí.

lunes, 4 de marzo de 2024

Posponer tiene sus ventajas y grandes inconvenientes

Este fin de semana he estado en un taller donde el tiempo pasaba sin darte cuenta. Sin reloj en la muñeca, el tiempo se desliza mientras estás absorto en lo que te interesa. Tiempo vivido y aprovechado en lo importante. Lo que Csíkszentmihályi define como tiempo de flujo (Flow), donde estás sin esfuerzo y los frutos son abundantes.

Hay otro tiempo, que también pasa rápido, no tan aprovechado, donde nos despistamos con cualquier cosa. Cuando tenemos pendiente un proyecto que no nos apetece, tendemos a ocuparnos con cualquier otra cosa, despistando la atención de lo que nos “convendría” hacer.

Ayer hablaba de esto con una compañera del taller, que se proponía, creo que no por primera vez, hacer con más tiempo, ponerse antes, con los proyectos e informes que tiene que entregar (como cuando decides que para el próximo examen te pones con más tiempo).

Yo me incluyo, con tantas personas en humanidad compartida, entre los que vamos dejando para después. Muchas veces no nos ponemos hasta que la amenaza de no hacerlo supera la fuerza de la pereza. Cuando estamos con el agua al cuello reaccionamos, seguimos nadando esforzadamente, hasta llegar a la orilla, cumpliendo con el plazo a duras penas. En parte satisfechos porque lo hemos conseguido y en parte decepcionados porque podríamos haberlo hecho mejor, además de estar agotados.

Se me ocurren, al menos, dos motivos para seguir procrastinando, para seguir posponiendo hasta el último momento:

  • La premura hace que te centres en lo importante: este es el famoso “trabajo mejor bajo presión”. Que es más una justificación que una realidad. Con tiempo el trabajo se hace mejor, con prisa es fácil que te dejes cosas importantes. Si lo que te pasa es que te despistas con una mosca, mejor atacar el problema, aprender a dirigir la atención, sin necesidad de una presión extra. Tu cuerpo te agradecerá una menor presión, sin estrés sufre menos.
  • Salva tu prestigio: ante el miedo de no ser capaz, de no ser suficiente, de no saber o la posibilidad de hacer un mal trabajo, el posponer te da la justificación perfecta “No es que no sepa, es que no he tenido tiempo”. No soy torpe, simplemente me despisto. Quizá sea mejor salvar tu prestigio porque te pones a tiempo y con tiempo, lo que casi seguro resultará en un mejor trabajo (y repito, con menos estrés).

Imagen de la TED Talk de Tim Urban "Inside the mind of a master procrastinator" (merece la pena verla; ¿Cómo controlar al mono de la gratificación instantanea?)
Como soy un procrastinador profesional, he pospuesto muchas veces y de vez en cuando lo sigo haciendo, me planteo y os planteo algunas nuevas aproximaciones:

  • Lo primero es ver si lo que estoy posponiendo es realmente importante. A veces pospongo porque lo tendría que hacer otro o porque no es importante. Si es el caso, solucionado, lo tacho directamente de la lista. Pero si es importante, decido hacerlo.
  • Si decido hacerlo, ya no es algo que se me impone desde fuera, es algo que yo decido. Así que toca reservar un hueco para ello como si ese hueco fuese sagrado, solo temas graves me sacarán de ahí.
  • Cuando llega el momento, cuesta ponerse, es difícil empezar, hay que superar la barrera de la pereza. Por fortuna, en muchas ocasiones, la pereza se esfuma a los cinco minutos. Así que, el mejor consejo, empieza y vamos viendo.
  • La atención se dispersa, es fácil irse detrás de cualquier mosca. La técnica Pomodoro puede ayudarte a perseverar y mantener la atención.
  • Finalmente celebrar el llegar a la meta, celebrar que lo he conseguido con tiempo.

Empezar con tiempo ayuda a gestionar los imprevistos que pueden surgir, disminuye el riesgo de hacerlo de manera insuficiente, aunque incrementa el riesgo de que te despistes con cualquier cosa. Ataca el problema de raíz, cuida tu atención y ella te cuidará a ti.

Posdata: El perfeccionismo nos lleva a procrastinar por miedo a no hacerlo perfecto.

Posdata 2: Una autoexigencia desmesurada puede hacernos pensar que procrastinamos cuando lo que necesitamos es descansar. No es posible hacerlo todo y no es fácil darte cuenta de cuando haces suficiente.

martes, 27 de febrero de 2024

Suéltate y vuela

¿Alguna vez has sentido que estás arrastrando una cadena pesada que te impide avanzar libremente? Esa sensación de estar encadenado a algo que te pesa, que te limita y te consume lentamente. En ocasiones, estas cadenas no son de metal, sino de emociones complicadas que atan nuestra mente y corazón. Hoy quiero hablarte sobre una de esas cadenas emocionales: las relaciones que ya no nos nutren, pero que nos cuesta dejar ir.

Hace años que tengo una relación con un amigo, hemos hecho cosas juntos, nos hemos apoyado, teníamos intereses e ilusiones comunes. Nos entendíamos bastante bien. Era alguien a quien valoraba y todavía valoro. Sin embargo, con el tiempo, algo cambió. Nuestra comunicación se volvió superficial, los intereses e ilusiones ya no son tan comunes, no siento que la relación fluya y cuando nos juntamos acabo cansado, sin energía.

Hoy, comentándolo con mi hijo Juan, ha hecho una metáfora muy certera. Es como si estuviera arrastrando una bola de hierro atada a mi tobillo. Como si algo me mantuviese atado al suelo y no me dejase volar, que es lo que yo quiero.

Intenté mantener la relación a flote, pensando que quizás era solo una fase pasajera, que todo volvería a ser como antes. Pero la realidad era otra. Cada interacción se volvía más agotadora, más difícil de sostener. Me di cuenta de que esta relación ya no me estaba nutriendo, sino que me estaba lastrando. Estaba impidiendo mi crecimiento personal, absorbiendo mi energía y limitando mi capacidad para conectar con otros.

Llega el punto en el que tengo que ser honesto conmigo mismo y reconocer que seguir aferrándome a esta relación me está causando más daño que bien. Tomar la decisión de dejar ir una relación no es fácil. Dejar ir a alguien a quien has apreciado y con quien has compartido tantos momentos duele. Pero a veces, la única forma de liberarte, es soltar lo que te está reteniendo, aunque eso signifique enfrentar el dolor de la pérdida.

Aprender a dejar ir es un proceso doloroso pero liberador. Nos permite abrir espacio para nuevas conexiones que nos nutran y nos hagan crecer. Nos enseña que es importante priorizar nuestra propia felicidad y bienestar, incluso si eso significa alejarnos de personas que alguna vez fueron importantes para nosotros. Porque al final del día, nuestra salud emocional y nuestro crecimiento personal está en juego.

Así que, si te encuentras en una situación similar, si sientes que estás arrastrando una cadena que te impide avanzar, te animo a que te des permiso para soltarla. Permítete liberarte de relaciones que ya no te compensan, por más difícil que sea. Confía en que al dejar ir lo que te pesa, estarás abriendo espacio para nuevas oportunidades y conexiones que te llevarán hacia adelante en tu camino hacia la felicidad y el crecimiento personal.

domingo, 18 de febrero de 2024

Haz todo lo que puedas y no más

Esta semana ha estado mi hija Leyre en casa. Está estudiando en Madrid y como el martes estaba mal se vino con la familia. No hay nada como el calor de hogar para sentirse mejor y recuperarse.

El lunes ya no acabo las clases, con lo que se ha perdido cuatro días y medio de clase, junto con un examen. La semana pasada no pudo avanzar, harto ha tenido con lidiar con el malestar.

Ayer estaba agobiada, estresada. Su comentario es que ya iba justa y con estos días perdidos, pues ya me contarás. La espera otro examen esta semana y no ha podido estudiar. Además, están pendientes entregas de trabajos que tiene que ir haciendo.

La entiendo, hay veces que te gustaría haber hecho más, haber podido más. Pero lo pasado, pasado está. Hay veces que no se puede, incluso no se debe.

La decía, no te preocupes, vete haciendo, es una carrera de fondo. Tu haz lo que puedas y ya está. Ella me contestaba que siempre se puede hacer más, que qué es eso de haz solo lo que puedas.

Me dejo pensando, reflexionando. Es algo que yo también he hecho. Ir más lejos, seguir esforzándome, darlo todo ¿A qué precio? Hay veces que no me daba cuenta ni de que tenía fiebre, no entraba en mi vocabulario rendirme.

Es cierto que eso me ha llevado a obtener resultados. Son resultados como las victorias pírricas, donde los costes no compensan el resultado. Se cuenta que Pirros, rey de una región de la antigua Grecia, sufrió grandes daños en dos victorias que consiguió. Hay batallas que es mejor no luchar.

Todavía recuerdo mis tiempos de consultor, en Boston Consulting Group. Un lunes me desperté con 38 de fiebre y con todo el cuerpo dolorido, no me encontraba para ir a trabajar. Llamé al líder del equipo para decirle que no iba a trabajar y me contestó “Yo no he faltado ni un día al trabajo, a pesar de estar enfermo”. También recuerdo mi contestación, que quizá no le gustó mucho, le dije “Es que tú eres muy machote, pero yo me voy a quedar en la cama”. No fui y no hubo consecuencias, ni para mí ni para el proyecto.

Podía haber ido, seguro que algo había hecho, pero a qué precio. Qué mensaje envío si no cuido de mi salud, a los demás y a mí mismo.

Aprender a escuchar tu cuerpo, aprender a ver tus necesidades, aprender a ver cuando suficiente es suficiente. Yo sigo aprendiendo, espero que mi hija sea más hábil y sepa poner los límites que la convienen, aprenda a descansar cuando debe y aprenda a decir esto es todo lo que puedo. Cuanto antes nos quitemos la capa de Superman o Superwoman, mejor.

El viernes escuchaba a Pau Domenech hablar de Nadal, como jugaba punto a punto, como el Cholo, partido a partido. Jugar el punto que toca ahora, el anterior ya ha pasado, pierdes foco pensando en él; el próximo ya vendrá.

Poner atención en lo que haces ahora, no en lo que te perdiste la semana pasada porque estabas enferma. Hay veces que se quedan cosas importantes sin hacer, ya no merece la pena lamentarse.

Encontrar el equilibrio entre esfuerzo y descanso. Ser sostenible supone que los esfuerzos de hoy no condicionen nuestras fuerzas para el futuro, que nos ayuden a crecer sin autoexplotarnos. Vivimos en una sociedad exigente, medir la exigencia que estás dispuesta a autoimponerte.

No hace falta hacerlo todo hoy, todo ahora, tenemos toda una vida por delante. Los que están empezando a trabajar ahora tienen 50 años de trabajo por delante para poder seguir haciendo cosas; 50 años dan para mucho.

martes, 13 de febrero de 2024

La magia de la (auto)disciplina

La disciplina tiene algo de mala prensa, suena a sacrificio, a obligarte, a perder libertad, a coartar la espontaneidad, lo que surge. Los grandes objetivos son difícilmente alcanzables sin disciplina.

La disciplina nos ayuda a hacer lo que nos conviene: comer sano, ejercicio… Puede suponer hacer un esfuerzo ahora, en el corto plazo, que mantenido en el tiempo, nos lleva a un buen sitio.

Hablando de disciplina, el mago More dice que, si no eres capaz de comprometerte y dar 10.000 pasos al día, difícilmente serás capaz de otros retos.

¿Eres capaz de comprometerte contigo mismo? Darte cuenta de lo que te conviene, empezar y continuar. El comienzo puede ser difícil, si generas el hábito se irá haciendo más fácil. Aún así encontrarás días en los que se pone cuesta arriba, momentos en los que necesitarás esfuerzo consciente. Si no superas estos obstáculos, destrozas el hábito. Con el hábito perdido vuelve a costar empezar, algunas veces más, porque no confías en conseguirlo.

La disciplina se trabaja, se entrena. Confiamos en alguien cuando cumple con lo que dice. Confiamos en nosotros cuando cumplimos lo que nos decimos. Estableciendo pequeñas disciplinas podemos ir asumiendo retos más grandes. Hay que ser capaz de correr primero un kilómetro si quieres llegar a correr una maratón.

La disciplina te lleva donde quieres estar en el futuro, en el largo plazo. Puede que sacrifiques algo en el corto plazo por un bien mayor en el largo plazo.

  • Tiene que ver con el control de impulsos (darte cuenta del impulso que te lleva a hacer otra cosa, que te conviene menos ¿Pregúntate si te conviene más?). Antes de ceder al impulso haz una pausa, un minuto es suficiente, en la mayoría de los casos el impulso se desvanece.
  • Practica el control de la atención. Darte cuenta de cómo te despistas, donde se va tu mente y tu imaginación, que te aleja de lo que quieres/necesitas/te conviene hacer. La meditación puede ayudarte en este darte cuenta.
  • Si aparece la pereza, encontrar la energía que te permita superar la barrera de la pereza (transformar la pereza en acción).

Cuando cumples con lo que te propones, muestras disciplina. La disciplina te lleva a una mayor sensación de autocontrol. La sensación de autocontrol lleva a la autoconfianza. Confías en otro cuando cumple lo que te dice, confiarás más en ti cuando cumples lo que te propones.

La disciplina genera coherencia conmigo mismo, entre lo que quiero hacer y lo que hago. Hacer lo que te conviene, incluso cuando no te apetece.

Empieza con un primer reto: levantarte con el primer sonido del despertador, leer 30 minutos todos los días, planificar el día la noche anterior.

Ponlo fácil (entorno). Más fácil irte a correr según te levantas si has dejado la ropa preparada el día anterior. Poner más a mano la comida que te conviene comer y poner más difícil la que no te conviene o directamente no comprarla. Reduce opciones, elimina las que no te convienen, eso lo hace más fácil.

La disciplina no es un castigo, es algo que tú decides para llevar una vida que deseas (desde tu punto de vista).

domingo, 4 de febrero de 2024

La trampa de la inversión hecha, del esfuerzo hecho

Soy muy cabezota, cuando se me mete algo en la cabeza no hay quien me lo saque. Otra forma de decirlo es que soy constante, que cuando me empeño en algo, lo saco adelante (esta es mucho más amable con mi autoestima). Me cuesta cerrar algo, que he empezado, si no siento que lo he acabado.

Puede que haya empezado algo, ponga mucho esfuerzo, para acabar sintiendo que no es el momento. Normalmente lo dejo en espera, a medias. Tomar la decisión consciente de cerrar algo en lo que he puesto esfuerzo, tiempo, ilusión y quizá dinero, me resulta difícil.

En psicología se habla de la trampa de la inversión hecha, del esfuerzo comprometido. Si empiezas algo que te supone esfuerzo, dinero u otros recursos, cuanta más inversión hayas hecho, más costará abandonar, más costará ver la parte que no funciona de ese proyecto.

Tan contento comiendo queso, a pesar de estar en una trampa
Dejarlo es aceptar una pérdida, aceptar que te equivocaste, aceptar que la expectativa que tenías no se cumple. También puedes reconocer el aprendizaje del camino, las lecciones que te llevas a pesar de que las cosas no hayan salido como querías.

Si soy capaz de soltar todo lo invertido, cerrar de verdad, me quedo más tranquilo. También libero energía, libero expectativas que tenía puestas y que ahora dejo ir. Libero tiempo, que ahora puedo dedicar a otras cosas, y tacho de la agenda algo que drenaba mi energía. Al ser capaz de cerrar, recupero energía para otras cosas.

Quizá te encuentres en algún impasse, no sabes si continuar con un proyecto o una actividad. Te invito a parar y observar ¿Qué tal te sienta? ¿Realmente sigue siendo importante? ¿Qué podrías hacer en su lugar? Si te olvidases de todo el esfuerzo hecho, si eso no contase, merecería la pena meterte en este tema de nuevo.

La gran pregunta ¿Cambio o sigo como hasta ahora? La inercia nos invita a seguir, a continuar con lo conocido, lo que dicen que es la zona de confort. Eso es suficiente, si es suficiente para ti.

Aunque la tan llamada zona de confort, Puede que no sea realmente esa zona confortable. Puede que solo sea la zona conocida, que nos hayamos acostumbrado, como te acostumbras a un dolor crónico, que ya no sientes tanto, o al ruido de la carretera, si vives al lado, del que dejas de ser consciente.

Incluso dándote cuenta de que ya no estás a gusto, cuesta cambiar. Te invito a recordar qué es lo que disfrutabas, donde sentías que aportabas y te aportaba ¿Qué tal si te animas a empezar algo que disfrutes y aporte? Para eso hay que soltar algo, no podemos con todo, el día tiene 24 horas. Escoger lo que sí quieres para cada día, para cada una de esas 24 horas.

Los seres humanos tenemos aversión a las pérdidas. Nos cuesta reconocer cuando no merece la pena seguir, cuando es mejor dar por perdido lo invertido. Sucede si comenzamos un negocio, un trabajo, un proyecto, dejarlo supone reconocer la perdida de lo invertido.

Si hemos empezado a estudiar una carrera, llevamos un año, y sentimos que no es lo nuestro, costará cambiar de estudios, especialmente si nos ha ido bien con las notas. Atrapados por el éxito y por la inversión hecha.

Si nos va claramente mal, es más fácil cambiar. Recuerdo cuando alguien me dijo que no hay trampa mejor que se te de bien algo que está bien pagado y para lo que estás contratado, pero que no te gusta, que no disfrutas. Por eso es una trampa de oro, atrapado por los resultados.

Cuando empezamos a estudiar, un año nos parece una eternidad, una gran pérdida que nos hace seguir en lo mismo, sin pasión, durante muchos años, quizá toda la vida. Aunque no me gusta, como ya he empezado, he invertido mucho, le voy a dedicar toda la vida.

Hoy es el primer día del resto de tu vida. Así que, tengas la edad que tengas ¿A qué quieres dedicar el resto de tu vida? Cuidado no estés atrapado en una trampa que ni siquiera ves. 

martes, 30 de enero de 2024

Momento a momento, no te despistes

El mayor ladrón de tiempo es no tener claro lo que quieres, no tener claro el objetivo. Si no sabes para que quieres emplear el día, cualquier cosa te despista, cualquier cosa te entretiene. Si no tienes claro que quieres hacer, cualquiera te hace una petición y dispone de tu tiempo (cualquiera roba tu tiempo).

Si mañana tienes examen y tienes claro el objetivo de esta tarde, estudiar, dedicar unas horas a ese examen, ya tienes la mitad del camino recorrido, ya tienes claro el objetivo. Con el objetivo en mente, con claridad mental, es más fácil andar el resto del camino, llegar allí. Si no tienes claro el objetivo, cualquier cosa está bien.

Así que si tienes claro donde quieres llegar, ahora toca ir andando, no despistarse por el camino. Parece fácil, es simple, hacer lo que ya has imaginado.

Simple y fácil no es lo mismo, menos aún en esta época donde las posibilidades abundan, no dejan de crecer. Así lo fácil es despistarse. Aún sabiendo a lo que quieres dedicar la tarde, es fácil que te despistes, que pierdas el rumbo. Mantener la atención en el propósito, ir dando pasos, no es fácil.

Podemos programar momentos a lo largo del día, o a lo largo de la tarde, para darnos cuenta de que es lo que estamos haciendo en ese preciso instante, ver si realmente estamos haciendo lo que nos gustaría/deberíamos estar haciendo.

Te propongo un ejercicio sencillo, puedes programar que el móvil suene cada 30 minutos, o cada hora. Es sencillo, en reloj del móvil seguro que tienes la opción de cuenta atrás, sino hay un montón de aplicaciones, también puedes usar el ordenador.

¿Qué tal me ha ido en los últimos 30 minutos? Imagen de Myriams-Fotos en Pixabay
Cuando suene te puedes permitir un instante a darte cuenta de si has empleado ese momento como tenías en mente. Tu escoges de cuanto es el momento, 15 minutos, 30 minutos, 1 hora.

Si te has despistado no hace falta que te castigues, es normal. Santa Teresa hablaba de la loca de la casa, de la imaginación, la mente que divaga o se entretiene con cualquier tema. Nos lleva a hacer lo que no teníamos previsto, aún sin la intervención de un tercero, nos despistamos solos. Robamos nuestro propio tiempo.

Aprovecha esa toma de conciencia, este darte cuenta, para plantearte que quieres conseguir en el próximo momento, los próximos 30 minutos. Si lo tienes claro, podrás reflexionar dentro de 30 minutos que tal ha ido.

Cada momento es una nueva oportunidad de vivir tal y como tu quieres. Los 30 minutos empiezan de nuevo, no te quedes enganchado en los 30 minutos anteriores.

Me he quedado con los 30 minutos por lo que se aproximan al Pomodoro, una gran técnica para ser conscientes de en que se nos pasa la vida.

Te deseo grandes momentos. Quizá los mejores los constituyen las cosas sencillas. Dedicar un momento (o varios) a una conversación estando presente o a ver una película sin estar a la vez con el móvil o a observar las nubes en el cielo. Tu escoges el objetivo, el destino, la actividad.

martes, 23 de enero de 2024

Demasiadas cosas pendientes: despistarte, entretenerte sobreplanificando, hacer

No sé si te pasa, pero a veces, cuando tienes demasiadas cosas que hacer no sabes por dónde empezar. Quieres hacerlo todo y no sabes cómo organizarlo ¡Menudo agobio!

Ante el agobio, para salir de la ansiedad, puede que busques vías de escape. Puede que te dé por navegar por internet, consultar las redes sociales, ponerte con los videojuegos o ver un capítulo de una serie. En cualquiera de estas actividades te puedes enganchar, lo que era un capítulo se convierte en tres y para cuando te das cuenta han pasado tres horas. A pesar de todo lo que tienes/quieres hacer, te has perdido en lo que no tienes ni querías hacer, te has anestesiado con cualquier cosa.

Lo pendiente te sigue esperando, lo que tienes/quieres hacer no ha desaparecido. De hecho, no suele desaparecer. El nivel de agobio crece y a veces te empuja a la acción, una acción heroica si todavía da tiempo o si no estás demasiado cansado para ponerte. Además, menudo cargo de conciencia.

Otra forma de entretenerte puede ser sobreplanificar. Pongo el prefijo sobre para dejar claro que es planificar demasiado. Planificar es una buena herramienta, si no nos entretenemos demasiado con ella. A veces el orden no es tan importante, lo que cuenta es ir haciendo.

Demasiadas cosas pendientes ¿Con qué te entretienes?

Puede, que a pesar del agobio, sí tengamos el tiempo necesario para hacer lo pendiente. Pues, si tenemos tiempo para hacerlo todo, lo mejor que podemos hacer, con una breve planificación, es ponernos e ir sacando cosas adelante. Ir acabando cosas, cuando lo que me agobia son todos los pendientes, es lo que a mí me deja tranquilo.

Empezar por el principio y seguir avanzando, no perdernos demasiado en fijar el orden de prioridad, no siempre es tan importante, lo que cuenta es ir haciendo para terminar lo que tenemos previsto.

Si lo que tienes/quieres hacer es demasiado para el tiempo del que dispones… ¡Tachán! La clave es la palabra demasiado. Si son demasiadas cosas que hacer, es porque no dispones del recurso tiempo suficiente para hacerlas todas. Debes dejar algunas sin hacer, mejor que escojas tú que vas a dejar sin hacer a que se quede lo realmente importante sin hacer.

Así que para salir del atolladero te aconsejaría, de forma rápida, sin engancharte en la planificación, decidir que es lo que no merece la pena hacer para olvidarlo directamente (la forma más rápido de tachar tareas). Como segundo paso, ver quien te puede echar una mano, delegar aquellas cosas que puedes encargar a otra persona, incluso pagando por ello (a veces pagar es lo más barato). Finalmente decidir el orden del resto y empezar a caminar, empezar a hacer.

La planificación no tiene porque llevar más de 15 minutos para aportarte mayor claridad. Demasiadas cosas que hacer nos atascan, con tanto entre manos no sabes por donde empezar y puede que te pares.

Si estás con demasiadas cosas encima, ahora toca salir del atasco (corto plazo). Si te pasa con frecuencia, mira a ver de donde te llega tanta actividad, tanto compromiso. El sobrecompromiso lleva al agobio. Poner las medidas para que no lleguen a ser demasiadas cosas te dejará avanzar con mayor tranquilidad (Nadie ha dicho que esto sea fácil; decir no a los demás y a uno mismo no siempre es fácil).