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domingo, 16 de marzo de 2025

La importancia de la claridad de cada día

Comenzar el día sin una dirección clara es como subirse a un barco sin rumbo: podemos avanzar, pero corremos el riesgo de dar vueltas sin sentido, desperdiciando energía en distracciones y tareas poco importantes. Tener claridad sobre lo que queremos hacer y lograr nos permite aprovechar mejor el tiempo, mantenernos enfocados y, sobre todo, sentirnos más satisfechos al final del día.

La planificación diaria es el hilo que te guía para hacer lo que quieres cada día. Tener clara la visión de lo que te dejará contento al final del día
Por mi parte, cuando tengo claro qué voy a hacer, todo cambia. Me resulta más fácil apartarme de las distracciones, evito interrupciones innecesarias y dejo de posponer tareas importantes. Incluso aspectos como el ejercicio se ven beneficiados: si sé a qué hora voy a ir al gimnasio y recuerdo por qué es bueno para mí, es mucho más probable que lo haga, lo que me deja con mejor cuerpo, además de satisfecho. También noto que, si tengo un plan, es más fácil que priorice una siesta reparadora en lugar de perder el tiempo con el móvil. Paradójicamente, cuando sé lo que tengo que hacer, puedo incluso permitirme fluir de manera más consciente durante la tarde, sin sentir que estoy procrastinando; incluso puedo reservar tiempo para lo que surja, sabiendo que todos los días surge algo. Es más probable que tome una caña con los amigos o que lea con mi hijo un rato. Primero está el propósito, seguido por el plan, con lo que es más fácil la puesta en marcha.

Tener un día productivo no significa llenarlo de tareas sin descanso. Al contrario, se trata de asegurarnos de que lo que hacemos tiene un propósito. Y para lograrlo, hay un ejercicio muy sencillo que puede marcar la diferencia: dedicar cinco minutos al comenzar la jornada a visualizar el día. Preguntarnos:

¿Qué quiero o necesito haber hecho al final del día?

Nos ayuda a establecer prioridades, tomar mejores decisiones y terminar el día con la satisfacción de haber avanzado en lo que realmente importa.

Tener claro lo que quiero, los pasos a dar, las actividades del día, para evitar correr de un lado a otro sin llegar a ningún lugar.

El momento de la verdad no está en los grandes planes ni en las metas a largo plazo, sino en el día a día. Un objetivo anual solo se cumple si cada jornada aporta un pequeño avance. Lo que realmente cuenta no es lo que queremos hacer en el futuro, sino lo que hacemos hoy. No mañana ni pasado, sino ahora. Por eso, tener claridad sobre el día es fundamental: cada decisión, cada tarea completada y cada hábito reforzado son los ladrillos con los que construimos nuestros logros.

Si perdemos de vista el presente, los planes quedan en intenciones y el tiempo se nos escapa sin resultados.

Cinco minutos que pueden marcar la diferencia ¿Qué tal si pruebas mañana? ¿Qué tal si pruebas cada día? Cinco minutos para planear pueden hacer que tu día sea completamente diferente. 🚀

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sábado, 21 de diciembre de 2024

Entre esclavo y dueño de tu plan

Este jueves me invitaron a la jornada anual de IMASDE a compartir sobre gestión del tiempo. Silvia me comentó que lo que transmitía sobre el plan semanal y el plan diario le parecía un poco TOC, parece que lo sentía como una obsesión que te mantiene atrapado en un hacer de una determinada manera.

Mi propuesta es comenzar cada semana definiendo claramente tu propósito y los objetivos que deseas alcanzar, y luego planificarla por escrito. De manera similar, cada día debe empezar identificando lo más importante que quieres lograr. Esto incluye determinar las acciones que realizarás en tu trabajo, en tus relaciones (familia, amistades, otras), así como lo que harás para ti, tu bienestar y crecimiento.

Creo que establecer esto por escrito aporta claridad, saber lo que quieres y cómo conseguirlo. Si lo haces habitualmente y buscas mejorar en tu planificación cada vez serás más realista, ya que al principio tendemos a ser demasiado optimistas con lo que podemos lograr en un día o en una semana. Tendrás un hilo que te guía a lo largo de la semana y del día.

Esto puede resultar estresante, un poco TOC como lo definió Silvia, por eso a veces podemos resistirnos a hacerlo. Si has hecho planes imposibles de cumplir, con demasiadas cosas, pues al final no se cumplen (¡qué sorpresa!). Eso puede dejarnos frustrados, con sentimiento de incapacidad, con culpa. De esta manera podemos tender a planificar menos.

Esclava de la agenda

Voy a plantear una metáfora al respecto. Es como ir de viaje, llegar a un sitio con muchas cosas interesantes, como Milán, Roma, Paris, Madrid, los Pirineos… ¡Se me ocurren tantos sitios! Ya que vas quieres aprovechar, para aprovechar un viaje hay que prepararlo (pre-parar: pararse antes a decidir qué hacer). La preparación suele llevar a un plan.

Una vez hecho el plan, que puede ir demasiado ajustado, el plan te puede llevar con la lengua fuera, corriendo para tratar de “cumplir”. Demasiada gente se obsesiona con los planes (TOC). El plan puede impedirte disfrutar plenamente del viaje, puede que estés visitando Madrid, el día sea magnífico y pases por la plaza Santa Ana, con un gran ambiente y encuentres una terraza al solito donde charlar.

Si estás obsesionado con el plan y no estaba en tu plan, ni te planteas sentarte. Mi invitación es a que te sientes, si es lo mejor que puedes hacer en ese momento. Lo podrás valorar con más criterio, si es que tienes un plan ¿merece la pena seguir el plan o está mejor sentarme? Hacerlo sin culpa, no se puede hacer todo. Eres dueño de tu plan, no esclavo de él, puedes cambiarlo cuando quieras.

No verás tantas cosas, experimentarás otras, la clave es no fustigarte porque no has cumplido el plan, sino valorar los cambios, reconocer que te ha dado claridad para escoger mejor. Un trabajo previo es

Aceptar que no se puede hacer todo”.

Si optas por seguir el plan contra viento y marea, si además has metido cosas con calzador y vas con la agenda superapretada, la frustración está garantizada, es probable que no llegues a todo y que no disfrutes de cada cosa, con la obsesión del plan y del reloj. Además, si vas acompañada, es probable que muchos no quieran volver a viajar contigo, encontrar la flexibilidad adecuada no es fácil.

El plan te guía a lo largo del día, te permite encadenar acciones de forma fácil, optimizar lo que haces porque está bien ordenado. Es más fácil planificar mejor cuanto mejor te conoces. Te permite cambiar de una actividad a otra sin demasiado tiempo despistado porque no sabes por donde seguir. Es como llevar un buen guía que te va indicando por dónde.

Pero puedes cambiar el plan. Cómo eres tú quien ha contratado al guía, en un momento dado le puedes plantear otras alternativas, otras ideas, otros planes. Gestionar el tiempo supone elegir, vivir es elegir, elegir que hacemos momento a momento. Planificar, pero que el plan no esté escrito en piedra, que sea un facilitador y no un tirano que nos arrastra.

“Somos dueños de nuestros planes, no sus esclavos”

Esto vale tanto de forma individual como de equipo. Un equipo con un plan puede funcionar más fácil, más eficiente. A veces hay que cambiar el plan, como el entorno cambia, nosotros debemos cambiar.

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domingo, 17 de marzo de 2024

Saber lo que quieres y cómo lograrlo

Muchas veces podemos escuchar la frase “¡No sé lo que quiero!”, incluso puede que la hayamos dicho. Yo tuve un momento en el que pensaba así, que no sabía lo que quería. Alguien me hizo ver que sí lo sabía, pero que puede dar miedo saber lo que quieres, porque eso te responsabiliza a ir a por ello. Si no lo consigues ya no es que no sabes lo que quieres, es que no has sido capaz.

Descubriendo y apuntando al objetivo

Por eso muchas personas se resisten a ponerse objetivos, a definir lo que quieren. Otras, los ponen de manera poco concreta, de forma que se pueden implicar menos.

Uno de mis objetivos para este año es escribir una entrada en el blog semanal. Para concretarla me he comprometido conmigo mismo a escribir cada domingo. Y si no soy capaz, si surge cualquier otra prioridad, recuperar el lunes, o al menos durante la semana.

Imagina tu objetivo con todo detalle: ¿Qué es lo que realmente quieres alcanzar? ¿Cómo se verá y se sentirá cuando lo logres? Tener esta claridad te ayudará a mantenerte enfocado y motivado durante todo el proceso.

Un objetivo claro me motiva, me da un motivo para ponerme en marcha. Me ayuda a que durante la semana apunte alguna idea sobre la que escribir el domingo.

Con el objetivo claro te van surgiendo ideas que te pueden llevar a él. Sabiendo donde quieres ir es más fácil encontrar caminos para llegar a destino. También puedes ver lo que han hecho otros que ya han llegado.

Sabiendo el objetivo el siguiente paso es definir el camino. Puedes parar a ver posibilidades, buscar ideas, definir el trayecto y los primeros pasos, para empezar a caminar.

Si tienes claro el objetivo, comenzarás a ver oportunidades en cada paso que des hacia él. Las oportunidades no te pasarán desapercibidas, te saltarán a la vista. Igual que cuando te escayolan, parece que han escayolado a mucha gente, o que cuando te embarazas, parece que va a aumentar la natalidad.

El objetivo no es nada sin acción. Una vez que hayas definido como ir avanzando, es hora de poner manos a la obra. Toma acciones concretas que te acerquen a tu objetivo.

En resumen, tener claro el objetivo, definir cómo llegar a él y andar el camino. Si te resistes a ponerte objetivos, te estás resistiendo a vivir como quieres vivir.

domingo, 10 de marzo de 2024

Mirar a lo lejos, no solo el siguiente paso

Podemos estar tan abrumados por el día a día que no levantamos la vista de lo que tenemos entre manos, no paramos de hacer, pensando que, con trabajo duro, con dedicación, todo irá bien.

Todo el día haciendo es ir como pollo sin cabeza, sin saber si lo que hacemos es lo que nos conviene hacer, si es lo mejor que podemos hacer. Hay esfuerzos que no suponen ningún provecho, ni para mi ni para los demás. Nuestras fuerzas son limitadas, no podemos hacerlo todo, así que es mejor decidir a qué nos conviene dedicarnos.

Creo en la cultura del trabajo, del esfuerzo. Creo que los frutos vienen después de una acción coherente. Puede que alguna vez tengamos “suerte” por casualidad. La “suerte” recurrente se crea por la acción adecuada.

Puede que la línea recta sea la distancia más corta, pero no siempre es la más rápida. En la línea recta podemos encontrar un barranco que no podemos cruzar, lo que nos hace dar una gran vuelta. La línea recta nos puede hacer subir una cumbre que hubiese sido mejor rodear.

Mirar a lo lejos, hasta el objetivo, describiendo el camino y sus obstáculos, nos ayuda a planificar mejor la ruta. Podemos definir cuales serán las etapas, medir los esfuerzos, establecer los descansos.

Equilibrar planificación y la acción. El que hace sin planificar, es un pollo sin cabeza. El que se pasa el día planificando sin hacer es un soñador, solo sueña con lo posible, sin hacer nada para que lo posible se convierta en realidad.

Usar los prismáticos para mirar. Sin mirar no es posible ver

¿Dónde quieres estar dentro de cinco años? ¿Qué es lo que tendrías que hacer/lograr este año? Establece las etapas ¿Qué toca este mes? Definir lo que voy a hacer esta semana y ver si va a ser demasiado dura.

Si voy a tener una época con demasiados retos, planificar un descanso, una recuperación, como hacen los deportistas a lo largo de la temporada. Viendo la semana que voy a tener por delante me puedo plantear como me preparo durante el fin de semana.

Los prismáticos son una herramienta valiosa para mirar a lo lejos, ver lo que nos viene, poder prever y planificar. Pero si no miras al futuro no serás capaz de ver.

Es difícil prever el futuro, por no decir que imposible. Los planes no serán perfectos, la visión será inexacta, pero sin mirar no podrás ver.

Te propongo un ejercicio, dedica un rato a mirar, a pintar o coger fotos de como te gustaría estar dentro de cinco años. Juega a definir los caminos para llegar allí.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Mientras me pongo, se pasa el tiempo y el momento

Del dicho al hecho hay un trecho. No se si os ha pasado eso de “me voy a poner a estudiar” y mientras me pongo se han pasado dos horas. O con la intención de ir al gimnasio, con idea de salir a las 9 hacia allí, me dan las 10, entretenido con cualquier cosa. Una hora más tarde, el día se ha complicado, tengo demasiados planes y lo de ir al gimnasio se queda solo en la intención, un día más.

Desde que tengo intención de ponerme hasta que me pongo, si no presto atención, sin darme cuenta, pasa “demasiado” tiempo. El tiempo, la vida, se nos escapa entre los dedos. Lo de estudiar o ir al gimnasio puede sonar a obligación, a algo que nos cuesta. Lo mismo nos puede pasar a la hora de llamar a un amigo, lo que suena más agradable. Tengo intención de hacerlo y se me pasa el momento. Cuando hablamos, pasados los meses, nos decimos, además con sinceridad, “he pensado un montón de veces en llamarte”.

Qué bien nos sentimos después de haber seguido el plan. Me he encontrado mucha gente que no quiere planificar nada, porque total, nunca sigue el plan. O los que planifican las horas de estudio/trabajo y después solo cumplen los descansos ¿Por qué no he seguido el plan? ¿Me despisto cuando surge cualquier cosa? ¿Me cuesta ponerme? ¿El plan estaba mal hecho? Como todo, es cuestión de práctica, planificar algo que puedas/quieras hacer y te siente bien. Aprender a planificar y a seguir el plan. Si fallas al planificar estás planificando fallar.

Cuando tienes el plan claro, también el para qué de ese plan, la razón de que te convenga, ya tienes la mitad hecha. Ahora solo queda seguir el plan, aunque a veces es la mitad más difícil.

Hay a quién le encanta planificar sin hacer, soñar con lo que puede hacer y después no hace. Se llaman soñadores. Está bien soñar, incluso despierto algunas veces, aunque de vez en cuando nos conviene hacer.

Un plan nos guía a lo largo del día, no hace falta programarlo todo. Si sabemos lo que queremos ya estamos más cerca de conseguirlo. Definir los pasos para llegar, el cómo conseguirlo y después ir andando.

Entrenar la atención para darnos cuenta de cuánto tiempo pasa hasta que nos ponemos. La inercia nos mantiene donde estamos. Si estamos en el sofá, la inercia nos mantiene lejos de salir hacia el gimnasio. A veces cuesta, y qué bien nos sentimos al volver

Hacer lo que quiero a veces supone fuerza de voluntad para ponerme… ¡qué a gusto me quedo cuando lo he hecho! Qué fácil es hacer planes y que difícil es a veces seguirlos. Sobre todo, para algunas cosas. La importancia de no despistarse por el camino.

Mi situación y pensamiento muchos días
Hoy de momento la cosa no va mal. He ido al gimnasio, que me costaba, lo que me deja alegre y satisfecho. También he escrito esta entrada para el blog, me ayuda a reflexionar un poco cada domingo. Esta tarde tengo intención de llamar a un amigo, hace un montón que no hablamos, he pensado un montón de veces en llamar, pero con la diferencia horaria, al final, se me pasa. Excusas, si quiero puedo, si quiero lo haré… me voy a poner la alarma del móvil para hacerlo. Si lees esta entrada y echas de menos que hablemos, llámame.