martes, 27 de febrero de 2024

Suéltate y vuela

¿Alguna vez has sentido que estás arrastrando una cadena pesada que te impide avanzar libremente? Esa sensación de estar encadenado a algo que te pesa, que te limita y te consume lentamente. En ocasiones, estas cadenas no son de metal, sino de emociones complicadas que atan nuestra mente y corazón. Hoy quiero hablarte sobre una de esas cadenas emocionales: las relaciones que ya no nos nutren, pero que nos cuesta dejar ir.

Hace años que tengo una relación con un amigo, hemos hecho cosas juntos, nos hemos apoyado, teníamos intereses e ilusiones comunes. Nos entendíamos bastante bien. Era alguien a quien valoraba y todavía valoro. Sin embargo, con el tiempo, algo cambió. Nuestra comunicación se volvió superficial, los intereses e ilusiones ya no son tan comunes, no siento que la relación fluya y cuando nos juntamos acabo cansado, sin energía.

Hoy, comentándolo con mi hijo Juan, ha hecho una metáfora muy certera. Es como si estuviera arrastrando una bola de hierro atada a mi tobillo. Como si algo me mantuviese atado al suelo y no me dejase volar, que es lo que yo quiero.

Intenté mantener la relación a flote, pensando que quizás era solo una fase pasajera, que todo volvería a ser como antes. Pero la realidad era otra. Cada interacción se volvía más agotadora, más difícil de sostener. Me di cuenta de que esta relación ya no me estaba nutriendo, sino que me estaba lastrando. Estaba impidiendo mi crecimiento personal, absorbiendo mi energía y limitando mi capacidad para conectar con otros.

Llega el punto en el que tengo que ser honesto conmigo mismo y reconocer que seguir aferrándome a esta relación me está causando más daño que bien. Tomar la decisión de dejar ir una relación no es fácil. Dejar ir a alguien a quien has apreciado y con quien has compartido tantos momentos duele. Pero a veces, la única forma de liberarte, es soltar lo que te está reteniendo, aunque eso signifique enfrentar el dolor de la pérdida.

Aprender a dejar ir es un proceso doloroso pero liberador. Nos permite abrir espacio para nuevas conexiones que nos nutran y nos hagan crecer. Nos enseña que es importante priorizar nuestra propia felicidad y bienestar, incluso si eso significa alejarnos de personas que alguna vez fueron importantes para nosotros. Porque al final del día, nuestra salud emocional y nuestro crecimiento personal está en juego.

Así que, si te encuentras en una situación similar, si sientes que estás arrastrando una cadena que te impide avanzar, te animo a que te des permiso para soltarla. Permítete liberarte de relaciones que ya no te compensan, por más difícil que sea. Confía en que al dejar ir lo que te pesa, estarás abriendo espacio para nuevas oportunidades y conexiones que te llevarán hacia adelante en tu camino hacia la felicidad y el crecimiento personal.

domingo, 18 de febrero de 2024

Haz todo lo que puedas y no más

Esta semana ha estado mi hija Leyre en casa. Está estudiando en Madrid y como el martes estaba mal se vino con la familia. No hay nada como el calor de hogar para sentirse mejor y recuperarse.

El lunes ya no acabo las clases, con lo que se ha perdido cuatro días y medio de clase, junto con un examen. La semana pasada no pudo avanzar, harto ha tenido con lidiar con el malestar.

Ayer estaba agobiada, estresada. Su comentario es que ya iba justa y con estos días perdidos, pues ya me contarás. La espera otro examen esta semana y no ha podido estudiar. Además, están pendientes entregas de trabajos que tiene que ir haciendo.

La entiendo, hay veces que te gustaría haber hecho más, haber podido más. Pero lo pasado, pasado está. Hay veces que no se puede, incluso no se debe.

La decía, no te preocupes, vete haciendo, es una carrera de fondo. Tu haz lo que puedas y ya está. Ella me contestaba que siempre se puede hacer más, que qué es eso de haz solo lo que puedas.

Me dejo pensando, reflexionando. Es algo que yo también he hecho. Ir más lejos, seguir esforzándome, darlo todo ¿A qué precio? Hay veces que no me daba cuenta ni de que tenía fiebre, no entraba en mi vocabulario rendirme.

Es cierto que eso me ha llevado a obtener resultados. Son resultados como las victorias pírricas, donde los costes no compensan el resultado. Se cuenta que Pirros, rey de una región de la antigua Grecia, sufrió grandes daños en dos victorias que consiguió. Hay batallas que es mejor no luchar.

Todavía recuerdo mis tiempos de consultor, en Boston Consulting Group. Un lunes me desperté con 38 de fiebre y con todo el cuerpo dolorido, no me encontraba para ir a trabajar. Llamé al líder del equipo para decirle que no iba a trabajar y me contestó “Yo no he faltado ni un día al trabajo, a pesar de estar enfermo”. También recuerdo mi contestación, que quizá no le gustó mucho, le dije “Es que tú eres muy machote, pero yo me voy a quedar en la cama”. No fui y no hubo consecuencias, ni para mí ni para el proyecto.

Podía haber ido, seguro que algo había hecho, pero a qué precio. Qué mensaje envío si no cuido de mi salud, a los demás y a mí mismo.

Aprender a escuchar tu cuerpo, aprender a ver tus necesidades, aprender a ver cuando suficiente es suficiente. Yo sigo aprendiendo, espero que mi hija sea más hábil y sepa poner los límites que la convienen, aprenda a descansar cuando debe y aprenda a decir esto es todo lo que puedo. Cuanto antes nos quitemos la capa de Superman o Superwoman, mejor.

El viernes escuchaba a Pau Domenech hablar de Nadal, como jugaba punto a punto, como el Cholo, partido a partido. Jugar el punto que toca ahora, el anterior ya ha pasado, pierdes foco pensando en él; el próximo ya vendrá.

Poner atención en lo que haces ahora, no en lo que te perdiste la semana pasada porque estabas enferma. Hay veces que se quedan cosas importantes sin hacer, ya no merece la pena lamentarse.

Encontrar el equilibrio entre esfuerzo y descanso. Ser sostenible supone que los esfuerzos de hoy no condicionen nuestras fuerzas para el futuro, que nos ayuden a crecer sin autoexplotarnos. Vivimos en una sociedad exigente, medir la exigencia que estás dispuesta a autoimponerte.

No hace falta hacerlo todo hoy, todo ahora, tenemos toda una vida por delante. Los que están empezando a trabajar ahora tienen 50 años de trabajo por delante para poder seguir haciendo cosas; 50 años dan para mucho.

martes, 13 de febrero de 2024

La magia de la (auto)disciplina

La disciplina tiene algo de mala prensa, suena a sacrificio, a obligarte, a perder libertad, a coartar la espontaneidad, lo que surge. Los grandes objetivos son difícilmente alcanzables sin disciplina.

La disciplina nos ayuda a hacer lo que nos conviene: comer sano, ejercicio… Puede suponer hacer un esfuerzo ahora, en el corto plazo, que mantenido en el tiempo, nos lleva a un buen sitio.

Hablando de disciplina, el mago More dice que, si no eres capaz de comprometerte y dar 10.000 pasos al día, difícilmente serás capaz de otros retos.

¿Eres capaz de comprometerte contigo mismo? Darte cuenta de lo que te conviene, empezar y continuar. El comienzo puede ser difícil, si generas el hábito se irá haciendo más fácil. Aún así encontrarás días en los que se pone cuesta arriba, momentos en los que necesitarás esfuerzo consciente. Si no superas estos obstáculos, destrozas el hábito. Con el hábito perdido vuelve a costar empezar, algunas veces más, porque no confías en conseguirlo.

La disciplina se trabaja, se entrena. Confiamos en alguien cuando cumple con lo que dice. Confiamos en nosotros cuando cumplimos lo que nos decimos. Estableciendo pequeñas disciplinas podemos ir asumiendo retos más grandes. Hay que ser capaz de correr primero un kilómetro si quieres llegar a correr una maratón.

La disciplina te lleva donde quieres estar en el futuro, en el largo plazo. Puede que sacrifiques algo en el corto plazo por un bien mayor en el largo plazo.

  • Tiene que ver con el control de impulsos (darte cuenta del impulso que te lleva a hacer otra cosa, que te conviene menos ¿Pregúntate si te conviene más?). Antes de ceder al impulso haz una pausa, un minuto es suficiente, en la mayoría de los casos el impulso se desvanece.
  • Practica el control de la atención. Darte cuenta de cómo te despistas, donde se va tu mente y tu imaginación, que te aleja de lo que quieres/necesitas/te conviene hacer. La meditación puede ayudarte en este darte cuenta.
  • Si aparece la pereza, encontrar la energía que te permita superar la barrera de la pereza (transformar la pereza en acción).

Cuando cumples con lo que te propones, muestras disciplina. La disciplina te lleva a una mayor sensación de autocontrol. La sensación de autocontrol lleva a la autoconfianza. Confías en otro cuando cumple lo que te dice, confiarás más en ti cuando cumples lo que te propones.

La disciplina genera coherencia conmigo mismo, entre lo que quiero hacer y lo que hago. Hacer lo que te conviene, incluso cuando no te apetece.

Empieza con un primer reto: levantarte con el primer sonido del despertador, leer 30 minutos todos los días, planificar el día la noche anterior.

Ponlo fácil (entorno). Más fácil irte a correr según te levantas si has dejado la ropa preparada el día anterior. Poner más a mano la comida que te conviene comer y poner más difícil la que no te conviene o directamente no comprarla. Reduce opciones, elimina las que no te convienen, eso lo hace más fácil.

La disciplina no es un castigo, es algo que tú decides para llevar una vida que deseas (desde tu punto de vista).

domingo, 4 de febrero de 2024

La trampa de la inversión hecha, del esfuerzo hecho

Soy muy cabezota, cuando se me mete algo en la cabeza no hay quien me lo saque. Otra forma de decirlo es que soy constante, que cuando me empeño en algo, lo saco adelante (esta es mucho más amable con mi autoestima). Me cuesta cerrar algo, que he empezado, si no siento que lo he acabado.

Puede que haya empezado algo, ponga mucho esfuerzo, para acabar sintiendo que no es el momento. Normalmente lo dejo en espera, a medias. Tomar la decisión consciente de cerrar algo en lo que he puesto esfuerzo, tiempo, ilusión y quizá dinero, me resulta difícil.

En psicología se habla de la trampa de la inversión hecha, del esfuerzo comprometido. Si empiezas algo que te supone esfuerzo, dinero u otros recursos, cuanta más inversión hayas hecho, más costará abandonar, más costará ver la parte que no funciona de ese proyecto.

Tan contento comiendo queso, a pesar de estar en una trampa
Dejarlo es aceptar una pérdida, aceptar que te equivocaste, aceptar que la expectativa que tenías no se cumple. También puedes reconocer el aprendizaje del camino, las lecciones que te llevas a pesar de que las cosas no hayan salido como querías.

Si soy capaz de soltar todo lo invertido, cerrar de verdad, me quedo más tranquilo. También libero energía, libero expectativas que tenía puestas y que ahora dejo ir. Libero tiempo, que ahora puedo dedicar a otras cosas, y tacho de la agenda algo que drenaba mi energía. Al ser capaz de cerrar, recupero energía para otras cosas.

Quizá te encuentres en algún impasse, no sabes si continuar con un proyecto o una actividad. Te invito a parar y observar ¿Qué tal te sienta? ¿Realmente sigue siendo importante? ¿Qué podrías hacer en su lugar? Si te olvidases de todo el esfuerzo hecho, si eso no contase, merecería la pena meterte en este tema de nuevo.

La gran pregunta ¿Cambio o sigo como hasta ahora? La inercia nos invita a seguir, a continuar con lo conocido, lo que dicen que es la zona de confort. Eso es suficiente, si es suficiente para ti.

Aunque la tan llamada zona de confort, Puede que no sea realmente esa zona confortable. Puede que solo sea la zona conocida, que nos hayamos acostumbrado, como te acostumbras a un dolor crónico, que ya no sientes tanto, o al ruido de la carretera, si vives al lado, del que dejas de ser consciente.

Incluso dándote cuenta de que ya no estás a gusto, cuesta cambiar. Te invito a recordar qué es lo que disfrutabas, donde sentías que aportabas y te aportaba ¿Qué tal si te animas a empezar algo que disfrutes y aporte? Para eso hay que soltar algo, no podemos con todo, el día tiene 24 horas. Escoger lo que sí quieres para cada día, para cada una de esas 24 horas.

Los seres humanos tenemos aversión a las pérdidas. Nos cuesta reconocer cuando no merece la pena seguir, cuando es mejor dar por perdido lo invertido. Sucede si comenzamos un negocio, un trabajo, un proyecto, dejarlo supone reconocer la perdida de lo invertido.

Si hemos empezado a estudiar una carrera, llevamos un año, y sentimos que no es lo nuestro, costará cambiar de estudios, especialmente si nos ha ido bien con las notas. Atrapados por el éxito y por la inversión hecha.

Si nos va claramente mal, es más fácil cambiar. Recuerdo cuando alguien me dijo que no hay trampa mejor que se te de bien algo que está bien pagado y para lo que estás contratado, pero que no te gusta, que no disfrutas. Por eso es una trampa de oro, atrapado por los resultados.

Cuando empezamos a estudiar, un año nos parece una eternidad, una gran pérdida que nos hace seguir en lo mismo, sin pasión, durante muchos años, quizá toda la vida. Aunque no me gusta, como ya he empezado, he invertido mucho, le voy a dedicar toda la vida.

Hoy es el primer día del resto de tu vida. Así que, tengas la edad que tengas ¿A qué quieres dedicar el resto de tu vida? Cuidado no estés atrapado en una trampa que ni siquiera ves.