domingo, 8 de diciembre de 2019

Dormir poco tiene su precio

La falta de sueño está relacionada con aumento de peso, afecta al humor, memoria, funcionamiento inmunológico, sensibilidad al dolor y te hace discutir más, con lo cual lleva a peores relaciones.

Puede que madrugues porque tienes muchas cosas que hacer, o que te vayas a la cama tarde para poder estirar el día. Si esto lo haces solo puntualmente quizá no tengas que pagar la factura que relataba en el párrafo anterior, si lo haces de forma habitual, dormir poco tiene su precio.

Es probable que tareas que pueden llevar 10 minutos se alarguen, que aumenten los despistes y la dificultad para mantener el foco. El cansancio hace más difícil la concentración, que es vital para un tiempo productivo.

Especialmente importante si estás estudiando, durante el sueño se fija la información en la memoria y se ha relacionado el descanso adecuado con el aprendizaje a largo plazo. No te quedes dormido delante del libro (ni soñando despierto).

No por estirar el día este va a dar de sí. Dibujo de Leyre Fontaneda

Pasado un cierto límite de cansancio nos da pereza hasta ir a la cama y podemos tener más dificultades para dormir. Esos días enganchados a la televisión o a las redes sociales, donde pasan dos o tres horas sin darnos cuenta y al día siguiente no sabemos ni que hemos hecho.

¿Cuánto descanso es necesario? ¿Cuánto sueño es suficiente? Las necesidades varían según personas y también van cambiando con la edad, además también afecta la calidad del sueño, no solo la cantidad. Aquí es importante saber escucharte, saber entender cuanto es suficiente para ti y ver si con lo que duermes tienes un día satisfactorio y productivo o te vas arrastrando.

Muchas veces vamos a la cama tarde porque es el único momento en el que encontramos tiempo para nosotros, tiempo personal. Sin ese momento podemos sentir que no tenemos tiempo para nosotros. El truco puede estar en buscar en esos momentos a lo largo del día y no dejarlos para el final, como si fuese lo menos importante.

Algunas recomendaciones para un buen descanso:
  • Horarios regulares para acostarse y levantarse.
  • En los días “especiales” ser consciente de cuando ir a dormir.
  • Establecer rutinas antes de ir a dormir.
  • Evitar estimulantes (cafeína) y comidas copiosas o pesadas antes de ir a dormir. También los aparatos electrónicos y el brillo de pantallas.
  • Buscar entorno adecuado, sin ruido ni luz, ventilado.
  • Hacer ejercicio durante el día y no ejercicio intenso en las horas previas a irse a dormir.

Esta breve reflexión solo pretende que pongas atención a cuánto y cómo descansas, también a cuánto y cómo duermes, un buen descanso es clave para una vida satisfactoria y productiva.

Para mi los tres grandes, la base de estar satisfecho: descanso-recuperación (dormir), comer-beber (qué gasolina echamos al cuerpo) y hacer ejercicio (el mantenimiento adecuado).

sábado, 30 de noviembre de 2019

¿Dueños o esclavos del reloj y del tiempo?

Los niños son grandes maestros de vida, de cómo vivir, de cómo disfrutar su tiempo, estando en el presente, en el momento, en el ahora. Muchas veces eso a los padres, que vivimos con prisa, nos desespera.

El sábado pasado tenía que llevar a mi hijo Juan, de ocho años, a jugar con unos amigos, le dije, en media hora salimos, y él replico que no sabía cuánto era media hora, hasta ahora no ha usado reloj. Así que se me ocurrió que tenía uno que podía regalarle para que entendiese el tiempo.

Al darle el reloj me quedé con una extraña sensación. Juan encantado porque le había regalado un reloj y yo sintiendo que lo estaba metiendo en un mundo no tan bonito, el de estar mirando el reloj, el de “no tengo tiempo”, en un mundo de cierta esclavitud.

Ahora él era responsable de darse cuenta de cuanto eran treinta minutos, de saber cuánto tiempo le lleva prepararse y el encargado de que llegásemos a la hora.

En mi obsesión por la gestión del tiempo me di cuenta de que el primer paso es sentir y entender lo que es el paso del tiempo, lo que te lleva hacer cada cosa. Teniendo esa medida parece que gestionarás el tiempo, aunque lo que gestionas no es el tiempo, son las actividades que haces, el tiempo se limita a ir pasando.

Sentimientos contradictorios al de ir acompañando a Juan al mundo de la medición del tiempo (cronos). Para los griegos había dos tipos de tiempo:
  • Cronos, que es el tiempo de reloj, el que medimos, algo cuantificable.
  • Mientras Kairos es el tiempo adecuado para cada cosa, el momento oportuno, de tipo cualitativo.

Los niños disfrutan de Kairos y por eso nunca tienen prisa de desayunar para ir al colegio, no saben lo que son 15 minutos.

Cronos o Kairos. Los niños disfrutan jugando (sin preocuparse del reloj). El reloj lo ponemos los adultos

Bien es cierto que Cronos nos ayuda a comunicarnos, poder quedar y coordinarnos. Hay muchas cosas que serían más difíciles sin reloj ni calendario. Tener una hora común nos ayuda a ponernos de acuerdo, el reloj es una herramienta útil y que en muchas ocasiones se convierte en imprescindible.

Me encanta la puntualidad y en cierto punto hay veces que me obsesiono con el tiempo. Los años me van enseñando a volver a ser paciente, a no enfadarme, a no ponerme nervioso, porque algunas veces las cosas empiezan tarde (aunque sigo intentando que las cosas comiencen cuando tienen una hora fijada hay veces que es mejor ser flexible). Y algunas veces, aún saliendo pronto para llegar puntual, algo se tuerce y llego tarde.

Hoy con Juan nos hemos despistado, tenía una clase de pádel que le encanta a las 11 y nos hemos acordado a las 11.15. Cuándo se lo hemos dicho lo único que ha dicho es que él no sabía qué hora era, se ha vestido como una bala y a las 11.30 estábamos en la pista. Ha disfrutado de estar jugando el rato que ha estado (kairos), no se ha enfadado por llegar tarde, lo que quizá me hubiese pasado a mí y me hubiese impedido disfrutar de lo que sí había, un rato con la raqueta y los amigos.

Cómo reflexión que me queda, no obsesionarme con el tiempo, saber vivirlo cómo un niño cuando juega. El reloj puede liberarnos o esclavizarnos según como nos relacionemos con él. Dejar el mundo de la prisa, no tratar de meter demasiadas cosas en poco tiempo e ir más despacio, de acuerdo con el tiempo que necesite cada cosa.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Equilibrar reflexión y acción


Tanto pensar en lo que tengo que hacer no hago nada. Tantas cosas pendientes que creo que lo mejor será hacer un buen plan para poder hacerlas y así planificar durante horas sin avanzar en nada.

No cuenta lo que piensas hacer sino lo que haces. Y en ocasiones nos quedamos paralizados de tanto análisis.

En el otro extremo nos encontramos cuando nos lanzamos a hacer sin tener muy claro el propósito, el para qué, el qué y el cómo vamos a hacer. Si no sabes a dónde vas es muy probable que acabes en cualquier otro lugar.

Demasiada acción sin reflexión lleva a muchos errores, es como el que dice todo lo que piensa sin pensar lo que dice. Y demasiada reflexión sin acción nos lleva a no movernos y no avanzar.

Cada uno tiene su tendencia hacia la reflexión o hacia la acción ¿cuál es la tuya? Y esa tendencia puede ir cambiando en distintas épocas. Tomar conciencia de nuestra forma y encontrar nuestro equilibrio.

Equilibrar el tiempo dedicado a planificar y a actuar. Dibujo de Leyre Fontaneda

Equilibrar el visionario, el que mira hacia el futuro y planifica con el operario, el que ejecuta. El visionario sin acción es el soñador, que solo sueña con cosas que hacer, objetivos que alcanzar, sin hacer nada. Y el operario sin visión, sin plan, es el pollo sin cabeza, corriendo a todos lados sin saber a dónde vas, dando tumbos y cambiando de actividad sin darnos cuenta.

Para encontrar este equilibrio un camino de tres pasos:

  1. Encuentra y reserva momentos para ver y mirar, reflexionar, decidir y planificar.
  2. Con el plan claro es el momento de la acción, de mantenernos enfocados y comprometidos con lo decidido y planificado.
  3. Establecer los hitos donde parar y reflexionar cómo estamos siguiendo el plan, si hace falta ajustar y cambiar.

Te invito a que pares diez minutos, observes y reflexiones dónde te ves: como un soñador, en equilibrio entre el planificar y el hacer, o haciendo en muchas ocasiones sin plan claro. Tú decides cómo quieres continuar tu camino.

Somos dueños de nuestro plan, podemos cambiarlo cuando queramos, aunque demasiado cambio nos puede hacer perder el norte, despistarnos sin saber dónde estamos.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Encontrar la motivación y la valentía


La motivación es la energía que nos impulsa a la acción. El motivo es la razón por la que haces lo que haces, por la que quieres hacer lo que haces. Hay una gran diferencia cuando actuamos por “tengo qué” frente a “quiero” y “escojo”; gran diferencia entre sentir que hago las cosas porque quiero y no porque me las imponen.

Motivación = motivo para la acción

Otras veces tenemos el motivo y no nos atrevemos, sentimos que queremos hacer algo, encontramos ese deseo que nos impulsa y nos quedamos con las ganas. La cantidad de cosas que nos habremos perdido por no atrevernos y dicen que con el tiempo nos acordamos más de lo que no hacemos, de lo que se queda pendiente, que de lo que hacemos.

Para eso tenemos a nuestro alrededor unos grandes maestros, que se saben escuchar, saben lo que quieren y tienen unos miedos más naturales, no tan condicionados por el que dirán, tienen menos vergüenza. Esos maestros son los niños, a los que a veces les pasamos nuestros miedos.

Esta semana Juan, mi hijo más pequeño, quería hacer el dibujo para la entrada de esta semana, y tenía claro que quería dibujar un caballero. Me preguntó que si lo dibujaba y lo ha hecho con la mayor de las ilusiones.

El caballero de Juan Fontaneda - un valiente con motivación

Estoy convencido de que, si en lugar de haber encontrado sus propios motivos yo le hubiese dicho que se pusiese a dibujar, no lo habría hecho con tantas ganas.

Encontrar nuestros motivos para hacer y encontrar lo que puede motivar a los que nos acompañan, sus motivos, que pueden ser muy diferentes de los nuestros.

Cuando hablo de encontrar los motivos no es solo hacer lo que nos apetece, es también encontrar la energía para hacer lo que nos conviene. Es probable que no me apetezca fregar los platos después de comer, pero sin duda lo que sí quiero es tener la cocina limpia, así que a veces, encontrar la motivación para hacer lo que nos conviene no es tan fácil.

A veces cuesta más encontrar los motivos para hacer lo que nos conviene, porque hay cosas que no apetecen

Espero que encuentres los motivos adecuados para vivir una buena vida, una vida que merezca la pena ser vivida.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Hacer lo que nos va bien

Una pregunta me ronda la cabeza, ¿Por qué sabiendo lo que nos va bien, lo que nos conviene y lo que nos satisface, en muchas ocasiones no lo hacemos? Y en la otra dirección ¿Por qué a veces hacemos cosas que no nos convienen?

Un compañero de trabajo que de forma habitual iba a correr a las seis de la mañana y había dejado de hacerlo me comentó un día en un café: “Desde que he dejado de ir a correr me encuentro más cansado”. Siendo consciente de esto la decisión es sencilla, vuelve a correr, aunque la acción igual no lo es tanto, seguro que cuesta levantarse pronto para hacer ejercicio, especialmente los días de frío.

Mi mujer se levanta ya desde hace un tiempo a hacer bicicleta a las 6.30 de la mañana, después unos estiramientos y a continuar el día. Una buena forma de empezar el día si encuentras la energía.

Empezar bien el día - dibujo de Leyre Fontaneda

Voy a cambiar las preguntas iniciales ¿Por qué sabiendo lo que me conviene no lo hago? Y ¿Por qué a veces hago lo que no me conviene? Cambiar el plural por el singular nos responsabiliza más.

Enseguida me puedo olvidar de las preguntas, de poner conciencia en lo que me conviene y me cuesta, así no tengo que hacerlo.

Hay buenos hábitos que quizá podemos adquirir en un par de repeticiones, otros que llevan las famosas 21 repeticiones y otros hábitos, que según nuestra naturaleza, siempre llevan un poco de esfuerzo consciente, nunca son totalmente automáticos, aunque la repetición ayuda, para algunos puede ser el ejercicio (si no han encontrado uno que les guste), para otros el parar (acostumbrados a sentirse culpables si paran) o el leer, conversar con los que apreciamos… para lo que nunca encontramos un rato.

Y es que si nos paramos a pensar que es lo que nos conviene enseguida aparecen algunas ideas, algunos comportamientos, puedes hacer la prueba, los clásicos: ejercicio, comer sano, dormir lo suficiente, leer, etc.

Una vez que seamos conscientes de que es lo que necesitamos, en lugar de apartar la atención, lo podemos hacer más concreto y decidir acciones específicas, como ir andando al trabajo, subir por las escaleras si son menos de tres pisos, etc.

En muchas ocasiones nos cuesta hacer lo que nos conviene porque hacerlo es ahora, o en el corto plazo y los beneficios son en el largo plazo, o en el futuro ¿Cómo voy a hacer un esfuerzo ahora para el futuro? El futuro es tan incierto que mejor no preocuparse, ni ocuparse. El presente tiende a pesar más que el futuro.

Para re-equilibrar el futuro (que esperemos llegará) con el presente tenemos que dar entrada a nuestro cerebro reflexivo, cuando llegue el momento de decidir, si ascensor o escaleras, darnos una pausa de dos segundos, para que no decida el impulso sino la parte más analítica del cerebro y compense presente-futuro para tomar las decisiones que más nos conviene.

Te invito a pensar que te conviene, trasladarlo a acciones concretas y empezar a convertirlas en realidad. Empieza solo por una, que sea alcanzable, motivante, ya continuarás. Si no has hecho nunca ejercicio es difícil ir todos los días al gimnasio desde el principio; disfruta de objetivos que sean viables y que te reten a avanzar.

miércoles, 23 de octubre de 2019

No cuenta lo que empiezas, cuenta lo que acabas

Te ha pasado alguna vez que te has pasado toda una mañana haciendo sin parar, a toda velocidad, y al acabar te da la sensación de que no has hecho nada, aunque no has parado de hacer, cambiando de una cosa a otra y dejando un montón de cosas a medias.

Cuantas veces no encontramos el tiempo suficiente porque tenemos demasiadas cosas que hacer y al final no acabamos nada, que es lo mismo que decir que no hacemos nada.

Y al ir cambiando de actividad, siempre haciendo, nos agotamos. Es cómo empezar un pozo, para encontrar agua, sabiendo que el agua está a tres metros, y antes de llegar al segundo metro estamos cavando otro, con un propósito parecido y así vamos saltando de un pozo a otro, todo el día cavando, sin encontrar agua, porque no hemos cavado los tres metros en ninguno de los pozos empezados.

Cavando pozos sin parar y sin acabar ninguno - dibujo de Sofía Fontaneda

Tenemos la conciencia tranquila, porque hemos trabajado, hemos estado haciendo, en la cultura del hacer, estamos de acuerdo con lo que se nos demanda, no estar parados. Cuanto mejor si de vez en cuando nos parásemos a pensar: “¿para qué estoy haciendo esto?” o “¿Por qué es importante acabarlo?”

Se habla de la multitarea, de hacer varias cosas a la vez, simultáneamente. Aunque podemos pensar que es más efectivo, en muchos casos disminuyen nuestros resultados o estos desaparecen. Es como estar escuchando a alguien (nuestra pareja, hijos, una compañera de trabajo) y a la vez estar con el móvil. Esta es la multitarea simultánea, aunque realmente es secuencial, porque lo que nuestro cerebro hace es ir cambiando de tarea muy rápidamente.

También está la multitarea secuencial, donde dedicamos tres minutos a algo y pasamos a dedicar otros tres minutos a otra cosa, sin acabar. Empezamos por arreglar un enchufe mientras hacemos las lentejas y dejamos el enchufe a medias porque tenemos que ir a comprar algo, al volver ya nos faltan cosas para continuar.

Esta es una de las enfermedades del mundo moderno, con tantos estímulos que llaman nuestra atención que somos incapaces de mantenernos enfocados en un objetivo. Como puede ser acabar de cavar el pozo y encontrar agua. Seguramente no tenemos la sed suficiente para mantenernos constantes en la tarea.

Además, ser conscientes de que queremos avanzar en algo, que queremos acabarlo y sentir la satisfacción  de su finalización, nos puede ayudar a rechazar interrupciones: tanto las que nos vienen de fuera, como alguien que quiere tomar un café, el correo electrónico que pita o la consola que nos llama para echar una partida solo 15 minutos (que después se convierten en tres horas o las que nos vienen de dentro, cuando sentimos la urgencia de saltar a otra cosa, quizá porque esto nos está costando.

Te preguntaría ¿Cuántos pozos tienes empezados? ¿Cuáles quieres acabar? Pues escoge cuál es el más importante y a por él, hasta encontrar el agua, hasta acabar, porque

No cuenta lo que empiezas, cuenta lo que acabas

Y hoy escribo esto porque me siento con un montón de pozos abiertos, empezados, donde me puedo meter a cavar, y quiero escoger cuál es el pozo que quiero acabar primero. Quiero dejar de sentir ese ¡TODO A MEDIAS! Por lo menos he acabado esta entrada J.

miércoles, 16 de octubre de 2019

La receta para conseguir tus objetivos

La receta para conseguir los objetivos que te propongas es simple, lo que no quiere decir que sea fácil. Los objetivos sobre los que podemos actuar suelen responder a la ley de la cosecha:

“El que siembra recoge”

Obtener resultados, conseguir objetivos, especialmente los importantes, que suelen llevar esfuerzo, suele ser cosa más de agricultores que de cazadores. El agricultor prepara la tierra, siembra, cuida lo sembrado, quita malas hierbas, riega cuando es necesario y pasado el tiempo recoge los frutos del trabajo. El cazador depende más de la suerte, por eso, entre otras cosas, la agricultura nos permitió evolucionar.

Es difícil recoger trigo si no siembras trigo. Y tendré que esperar unos meses para poder recoger los frutos, cultivando la paciencia, además de ocupándome de lo que toque en cada momento. Si quiero recoger manzanas, plantaré un manzano, y me llevará aún más tiempo de cuidados poder recoger las manzanas.

Aunque la ley de la cosecha tiene un corolario, el que siembra recoge, pero no siempre, hay veces que las inclemencias del tiempo estropean el sembrado. Pero en el largo plazo, si mantengo la constancia, acabaré recogiendo frutos. Si hay un golpe de mala suerte toca levantarse y seguir, en agricultura esas cosas pasan.

Dos amigos del colegio se encuentran pasados los años, a uno le fue bien y tiene un negocio de éxito, el otro apenas cuenta con recursos, sigue creyendo que algún día le tocará la lotería o tendrá un golpe de suerte. Le pregunta el “menos afortunado”: “¿Qué has hecho para lograr todo lo que has conseguido?”; a lo que el otro contesta: “Trabajar duro”; a lo que el que piensa en la suerte solo acierta a decir: “Así cualquiera

Causalidad (causa-efecto), no casualidad dibujo de Leyre Fontaneda

Y es que así cualquiera consigue resultados, haciendo lo que tienes que hacer para avanzar en lo que quieres:
  • ¿Qué has hecho para hablar inglés como hablas? – He estado viviendo en Inglaterra tres años;
  • ¿Cómo es que tienes ese cuerpazo? – Voy al gimnasio cinco días por semana.
  • ¿Cómo es que bailas tan bien? – Voy todos los fines de semana a bailar;
  • ¡Qué bien tocas la guitarra! – La toco todas las semanas desde hace 10 años

Qué te toque la lotería algunos lo llaman suerte o también puede llamarse casualidad. Hay otro tipo de suerte que se crea, se busca, se trabaja. Y después, cuando te vaya bien, escucharás, que suerte que… El entorno muchas veces no es capaz de ver el trabajo, de siembra y cuidado de lo sembrado, que has hecho.

Y es que no es casualidad, es causalidad, es encontrar cual es la causa de los resultados. La ley de causa-efecto, los resultados que consigues son fruto de lo que haces. No hay misterios para conseguir la mayoría de las cosas, es encontrar sus causas y ponerse a ello. Por eso decía la comenzar este post que es simple pero no fácil.

Si tienes claro lo que quieres es hora de ir a por ello. Define las acciones, las causas, que te llevarán a conseguirlo y ponte en camino. El mejor momento para empezar es ahora.

miércoles, 9 de octubre de 2019

El club de los vagos ¿te apuntas?


Cuántos han oído en casa de pequeños: hijo, hija, tu ante todo ¡No seas vago! ¡No seas vaga! Y otras frases similares cómo: “El tiempo es oro y el que lo pierde un bobo” “A Dios rogando y con el mazo dando” o “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Cultura del trabajo, del esfuerzo, que algunos llevan en vena y otros tienen totalmente olvidada. La clave es encontrar el equilibrio entre trabajar y el concepto de hacer el vago. Para algunos hacer el vago es dedicarse a cualquier cosa que disfruten, incluso jugar con sus hijos o pasar una tarde con los amigos.

Hay adictos al trabajo que ni son conscientes de su adicción. Una adicción que está bien vista y que normalmente lleva al éxito profesional, sacrificando otras parcelas de la vida. Adicción justificada en creencias bien arraigadas.

¿Hace cuánto que no te permites una tarde de sofá, tele y palomitas? ¡Menudo cargo de conciencia! ¡Con la cantidad de cosas que tengo que hacer! Incluso si solo estás un rato puedes sentirte culpable.

Adicción que puede presentarse antes de empezar a trabajar en el mundo laboral, obsesión por los estudios con olvido de la vida u obsesión por las labores de casa (¡cómo yo no lo va a hacer nadie!).

Puedes estar añorando el poder parar, descansar y disfrutar sin sentirte mal, sin sentirte culpable por no pasarte el día haciendo algo “productivo”. Como si descansar cuando hace falta no fuese productivo.

Muchas veces no tenemos el indicador de cansancio activo, no nos damos cuenta de que estamos agotados y nos llega una enfermedad que nos obliga a parar, como si nos hubiésemos quedado sin gasolina por no sentirnos. Hasta se dice que el cansancio es psicológico, como si no existiese.

La clave está en el equilibrio. Tenemos derecho a sentirnos cansados y a actuar en consecuencia. Puede que estemos sintiendo rozaduras en los pies y no paramos porque se puede andar un poco más… Pues las consecuencias pueden ser las que vemos en la foto, seguro que esas consecuencias no han sucedido de repente, aunque pueden suceder casi sin darlas importancia.


Cuando estás trabajando, trabajar y cuando estás a otra cosa, estar en esa otra cosa sin cargo de conciencia, equilibrando los tiempos. En el largo plazos acabamos recibiendo las consecuencias de trabajar muchas horas, las buenas y las no tan buenas, puede ser agotamiento o estrés u otras peores.

Parar cuando has hecho demasiado y estar atento a las señales de agotamiento. Como reza el cuarto acuerdo del doctor Miguel Ruiz “hacer todo lo que puedas y no más”. Muy importante el corolario de hacer lo que puedas y no más.

Y si ya estás con las ampollas, permítete recuperarte, tomarte el tiempo de descanso necesario, sin agobiarte porque otros en tus circunstancias han ido a trabajar (tampoco conoces sus circunstancias) y “disfrutar” cuidándote cuando es necesario.

Esta mañana me comentaba un compañero antropólogo que el secreto de los maratonianos africanos es el descanso, no tanto las rutinas de entrenamiento. No sé cuánto habrá de verdad en esto, lo que sí es claro es que el descanso es imprescindible para un vida bien vivida y también si queremos productiva.

Quizá a ti como a mí aún nos suene mal “ser un vago”, también es cierto que de vez en cuando es imprescindible hacer el vago, y mucho mejor sin cargo de conciencia.

Bienvenidos y bienvenidas al club de los vagos temporales, aquellos que a temporadas hemos trabajado demasiado. A veces nos podemos permitir ser vagos. No hace falta un club para permitirnos hacer el vago de vez en cuando.

viernes, 4 de octubre de 2019

El tiempo, la vida y las emociones

¿No tienes tiempo? ¿Tienes tantas cosas que hacer que no sabes por dónde empezar? Atender al trabajo, la familia, los amigos, hacer ejercicio, comer sano… Simplemente vivir.

¿Por qué siento que nunca trabajo lo suficiente? ¿Por qué no me da de sí el día? ¿Por qué me preocupa no pasar suficiente tiempo con mis hijos o con mis padres? ¿Por qué no me puedo relajar hasta que no acabo mi lista de pendientes? ¿Por qué nunca se acaba la lista de pendientes? ¿Estoy contento con lo que hago?

Muchas preguntas y a veces no tantas respuestas. Nos las preguntamos un rato y después nos vamos a otra cosa sin llegar a responder, nos ocupamos para no pensar, para no sentir, nos anestesiamos alejándonos de nuestro ser.

Las cosas que hacer, el tiempo y las emociones se mezclan. Las emociones nos dan pistas de cuáles son nuestras creencias, nuestros valores (lo que consideramos importante), de cómo actuamos, por qué y para qué. Son unos grandes indicadores si nos dejamos sentir y vemos de dónde vienen y a dónde nos llevan.

Imagen tomada de https://www.filco.es/emociones-camino-felicidad/
Así, en esta mezcla de tiempo, cosas que hacer y emociones nos podemos sentir de distintas formas:
  • Orgullosos de lo ocupados que estamos, si no estás ocupado parece que no eres importante.
  • Decepcionados porque sentimos que nos hemos pasado el día haciendo y al final del día no sabemos lo que hemos hecho, corriendo para no llegar a ninguna parte.
  • Miedo o hasta pánico por las cosas que tengo que hacer o que no he hecho.
  • Ansiedad pensando que teníamos que estar haciendo otra cosa más importante.
  • Culpables por trabajar demasiadas horas y no pasar más tiempo en casa. O también culpable por tomarte tiempo de ocio o tiempo para ti (¡me siento vago!). Dejar de trabajar puede causar un terrible cargo de conciencia. Programados para trabajar.


Después puedes reflexionar si ese sentir es adecuado, dónde te lleva y dónde quieres ir. Porque el sentir viene de lo que crees y te lleva a actuar de una determinada manera, incluso aunque te anestesies para no percibir la emoción está ahí.

El primer paso para gestionar tu tiempo, tu vida, es poner conciencia, saber cómo estás viviendo y desde ahí decidir cómo quieres y puedes vivir. La definición de locura de Einstein es pensar en obtener resultados diferentes haciendo las mismas cosas.

Así empieza hoy mi ponencia, en el XXV congreso de ESRA, donde me han invitado a compartir. Un placer poder aprender con un colectivo implicado en dar más años a la vida y dar más calidad de vida a los años.

jueves, 26 de septiembre de 2019

Tener demasiadas opciones puede paralizar o ralentizar


Nuestra sociedad vive obsesionada con las opciones, con el por si acaso, con dejar puertas abiertas, con el miedo a no tener vuelta atrás.

Está el viejo dicho castellano de “no poner todos los huevos en la misma cesta”, no vaya a ser que tropieces y se rompan. Por otra parte, podemos encontrar la pregunta de ¿cuántas cestas puedes llevar?

Probablemente, a lo largo de nuestra carrera y nuestra vida, nos vamos encontrando muchas posibilidades, pueden ser fuentes de ingreso, actividades que nos gustan, compromisos en los que nos vamos metiendo y un largo etcétera. Y así repartimos nuestra energía.

Hablo por experiencia, soy una persona que se ilusiona con facilidad, que enseguida tiende a decir sí a nuevos proyectos (o posibilidades) y de repente me encuentro abrumado ¿te suena? Estoy aprendiendo a esperar antes de decir sí y a poder dejar ir alguna cosa, aunque me guste.

Es como estar en un buffet libre, donde puedes comer sin parar, probablemente si comes todo vas a tener un buen empacho. La vida es un poco como un buffet, donde tienes que ir escogiendo que vas a comer (hacer), donde quieres poner tu energía.

Y mientras te mantienes con muchas opciones, con muchas puertas abiertas, la energía se pierde por esas puertas, sin foco acabas por no avanzar de verdad en nada. En ocasiones es como quedarse paralizado a la hora de comprar un móvil porque hay demasiados en el mercado y decidirte por uno es perder todos los demás.

Hay un momento para generar opciones, posibilidades, generar ideas. El modo visionario (tener una visión) que nos permite ver dónde queremos llegar y cuál puede ser el camino.

Otro para elegir, en el que reflexionas sobre cuál es la mejor opción, piensas con la cabeza, escuchas como te hace sentir, ves que te dice tu cuerpo y eliges. No te paralices antes las opciones, si te obsesionas con escoger la mejor puedes quedar inmóvil, la cuestión es escoger una opción que sea buena para ti en este momento, que sea real, accesible, sin caer en la trampa del perfeccionismo.

Demasiadas puertas abiertas - dibujo de Leyre Fontaneda

Elegir va de cerrar puertas, para poder poner el foco en la que has escogido atravesar. Demasiadas puertas abiertas despistan.

El tercer paso es comprometerte con lo decidido, no desperdiciar energía pensando lo que podría haber sido con otra opción. Poner todas tus fuerzas en lo decidido y avanzar. Vivir lo que tienes entre manos, estar aquí y ahora.

Quemar las naves, como cuentan que hizo Hernán Cortes, para que no podamos darnos la vuelta, para que la única salida sea luchar y vencer, para conseguir el compromiso total con la decisión.

Quizá no haga falta ir tan lejos, pero hay muchas cosas que no salen adelante por falta de compromiso y perseverancia. Si decides hacer algo pon en ello tu energía y hazlo lo mejor que puedas (¡y no más!, que a veces nos pasamos de autoexigentes).

Con esto no quiero decir que no puedas cambiar de opinión, el problema es si estás todo el día cambiando el foco, todo el día rumiando cual podría ser la mejor opción, en lugar de comprometerte con la acción, con hacer avanzar lo decidido.

jueves, 19 de septiembre de 2019

La falta de productividad lleva a trabajar demasiado y demasiadas horas

Producir más no tiene necesariamente estar relacionado con trabajar más, con esforzarse más.

Cuando hablo de producir se puede entender en el sentido amplio, no solo en el trabajo, también en las labores de casa o incluso en la producción de satisfacción personal en horas de ocio.

Tampoco quiero contribuir a la pérdida de la cultura del esfuerzo. El esfuerzo, la constancia en el propósito, suelen estar presentes en muchos de los resultados que merecen la pena.

La productividad es el concepto que relaciona resultados (producción) con esfuerzo (gasto-inversión). A mayor productividad con el mismo esfuerzo se consigue más producción o también se puede conseguir la misma producción con menor esfuerzo (horas…).


Cuando tenemos-queremos obtener un resultado ambicioso y no somos productivos, resulta difícil alcanzar ese objetivo, la única vía parece el trabajar muchas horas, esforzarse más.

Si estás pasando demasiadas horas en el trabajo, demasiadas horas en las labores del hogar quizá trabajar todavía más no es la solución. Puedes empezar reflexionando sobre lo que haces
  1. ¿Cuántas de esas horas están dedicadas a realmente a trabajar?
  2. ¿Cuántas de las que trabajas a cosas que merecen la pena, que aportan valor?

Podemos encontrar dos ladrones de tiempo sutiles:
  1. Estamos en el trabajo de presencia física pero no hacemos nada de trabajo (ausencia mental-emocional). Puede que socialicemos demasiado, mucho tiempo a charlar con compañeros, a ponernos al día de lo que pasa y poco tiempo a producir (la palabra clave es demasiado, no creo que sea recomendable aislarse y no socializar en absoluto) o cada uno puede encontrar a qué se dedica en esos momentos de baja motivación.
  2. También nos podemos dedicar a cosas que no merecen la pena, que no aportan. Estamos más tranquilos porque hacemos algo, nos libramos del sentimiento de culpa al mantenernos ocupados (ocupaditis), aunque haríamos bien en parar y reflexionar ¿qué es lo que podemos hacer que merezca la pena? Eliminar las tareas que aportan poco, ya que no se puede hacer todo.

También puede pasar que no tengamos las habilidades suficientes para producir, para ser productivos. Puede compensar parar, darnos cuenta de que es lo que necesitamos, aprender y después seguir. En un mundo cada vez más cambiante el aprendizaje ha de ser continuo.

El mayor ladrón de tiempo es no tener claro el propósito, el objetivo de lo que hacemos, el para qué de nuestras acciones. De vez en cuando hay que parar para poder ir más rápido.

Mi recomendación: Al estar el en trabajo o en casa, hacer las cosas correctas (que merecen la pena), correctamente, además de buscar y formarnos en las habilidades necesarias y buscar ayuda cuando haga falta.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Disfrutar y agradecer


Cuando escribí “con las ganas” una amiga me comentó que faltaba el tercer paso, agradecer y aceptar lo que ya tienes. Muchas  veces no hace falta salir a buscar lo que quieres porque, si prestas atención, pones conciencia, ya está contigo, aunque quizá no te has dado cuenta.

Con la ansiedad de nuevos objetivos o necesidades vivimos en la carencia, centrados en lo que nos falta y en realidad ¡tenemos tanto! Cuánto tiempo dedicado a perseguir ideas, cosas, sueños que pierden su importancia cuando se alcanzan.

En momentos de calma, tranquilos, abiertos a apreciar lo que tenemos, disfrutamos de lo que encontramos, vemos, olemos, sentimos. El sol sale y se pone todos los días y solo algunos días apreciamos la puesta de sol, las estrellas, el color del cielo o el aire que nos da en la cara ¿Dónde vamos tan rápido cuando nos perdemos todo esto?

Cuando conectamos con nosotros mismos también conectamos con lo que nos rodea, con la naturaleza, con el sabor de una comida, disfrutando de un trago de agua y especialmente de las personas que nos acompañan, con las que tenemos la suerte de compartir.

Puesta de sol en la playa de los Locos (Suances)
No hace falta esperar a qué nos falte la salud, la comida diaria, el cobijo, los amigos, para hacer aprecio y celebrar lo que SÍ tenemos, lo que damos por sentado.

Todos los días podemos dar gracias por muchas  cosas. Un ejercicio interesante y poderoso es escribir un diario de gratitud, dedicar cinco minutos cada día a dar las gracias por lo positivo que hayamos vivido y que tengamos. Cinco minutos diarios ponen el foco de atención en eventos y situaciones amables y agradables, mejora el humor y es una de las palancas de la psicología positiva, que se centra en lo que va bien en lugar de poner el foco en lo que parece malo o patológico.

El ser agradecido y practicar el agradecimiento tienen beneficio en sí mismo, es un ejercicio que nos ayuda a encontrar lo positivo y constructivo en nuestra vida, nos impulsa a las actividades y relaciones que sentimos gratificantes y nos motiva a seguir disfrutando de lo cercano. Podemos encontrar la belleza de lo cotidiano, en cada cosa, prestando atención, como enseña el mindfulness.

Te propongo que durante dos semanas dediques cinco minutos a agradecer lo bueno del día, encontrar lo que te hace sonreír. Es probable que te des cuenta del disfrute de las cosas sencillas, esas que están y no hay que perseguir con solo prestar atención. Prueba, después igual quieres continuar más tiempo y que se convierta en un hábito.

Espero que puedas disfrutar de los colores de la naturaleza en otoño, de bonitos atardeceres en buena compañía, de los olores de la comida y de las pequeñas experiencias.

Y gracias compañera por recordarme la importancia de agradecer 😊.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Conócete a ti mismo


La frase “conócete a ti mismo” resuena en mi cabeza como una tarea en proceso, donde doy dos pasos hacia delante y uno para atrás ¿quién soy? ¿a dónde voy? ¿para qué estoy aquí?

La encontramos delante del templo de Apolo, en Delfos, donde se iba a consultar a los dioses a través de las pitonisas. Parece como si para interpretar la respuesta de las pitonisas fuese necesario dar el paso previo del autoconocimiento.

Las pitonisas recibían sobre un trípode, taburete de tres patas, que simbolizaban pasado, presente y futuro. Auto-conocerse tiene que ver con contemplar tu pasado, que te ha traído aquí y ser consciente de tu presente (estar aquí y ahora) para decidir qué quieres en tu futuro.

Inicialmente mi afán con el tiempo era cómo aprovecharlo mejor, lo que equivalía a ser más productivo, viviendo una ansiedad continua. Con los años este afán por la productividad se ha transformado en vivir una vida más plena, dedicando tiempo a lo que merece la pena (vivir tu tiempo, el título del blog en el que escribo). Dando el tiempo que necesitan a las cosas y sobre todo a las personas (Kairos), frente a la obsesión por el reloj (Cronos).

La sabiduría se relaciona con la edad y encontramos el viejo dicho de que “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Los ancianos suelen vivir más tranquilos, con menos ansiedad (una dolencia ahora común), y menos preocupados por la productividad ¿Será que la edad aporta auto-conocimiento?


Aunque los años ayudan, no todos vamos al mismo ritmo, para conocerse hay que mirarse, sentirse, escucharse. Dicen que de los errores se aprende, aunque también se dice que los humanos tropezamos varias veces en la misma piedra. Será que para aprender hay que darse cuenta y eso no sucede sin observarse: con la mente, la mirada, el corazón y el instinto. Sin darnos cuenta seguiremos tropezando en la misma piedra.

Encontramos puntos de apoyo, acompañantes en el autoconocimiento. Yo he encontrado en los últimos años estos puntos de apoyo en el programa SAT (buscadores de la verdad) de Claudio Naranjo y en la Psicología Gestalt; especialmente en los muchos acompañantes-buscadores con los que he hecho parte del camino. También hay otras vías, otros caminos, que te pueden ayudar.

Me encuentro buscando, sin obsesionarme, qué es una vida más plena para mí, cómo quiero vivir mi vida con los demás, cómo emplear mi tiempo sin ansiedad y prisa, disfrutando del camino sin correr hacia un objetivo que pierde su importancia cuando lo alcanzo. Veo la capacidad de elegir cada día, cada momento.

Ahora creo que el autoconocimiento aporta paz interior, tranquilidad, pausa, consciencia, auto-responsabilidad… y todavía me siento un aprendiz, que está dando sus primeros pasos, aunque ya haya dado unos cuantos. Tengo claro que los pasos han merecido la pena.

Conociéndote, dándote cuenta de lo que haces, sientes y piensas, funcionas menos con el piloto automático (menos automatismos) y puedes decidir, lo que hace que vivas más, o al menos, no siempre lo mismo.

En la última semana que he pasado con mis compañeros de camino hacia el autoconocimiento, en la búsqueda, me he dado cuenta de cómo tengo menos certezas, veo algunos de mis miedos, deseos y necesidades, contemplo como actúo ante ello y eso me da la posibilidad de cambiar, si es que quiero.

Saber lo que quieres es la mitad del camino, después hay que ir a por ello, dar los pasos. Si te quedas esperando que llegue, igual tienes suerte, abrirte a lo que te llega está bien y también puedes salir, arriesgarte, ir a por lo que quieres y ver qué pasa. La vida es una aventura y puedes elegir como vivirla.

Me doy cuenta de cómo empecé este blog para pensar en alto, crear ideas y material para un libro, que quedó aparcado, abrumado por tanto que recoger, sintetizar y digerir. Esta semana he visto cómo me he quedado parado con el proyecto de ese libro. Ahora encuentro la energía para hacer esa digestión necesaria de tantas cosas, que espero dé origen a un libro este año.