domingo, 27 de diciembre de 2020

La pausa de cinco segundos, para vencer el piloto automático

A veces, sin darnos cuenta, nos encontramos enganchados a internet, al móvil, a los video juegos o estamos mirando en la nevera que podemos comer cuando no nos conviene.

Internet es una gran red, que como una tela de araña nos atrapa. Vamos saltando de una página a otra y el tiempo va pasando. Si no entras con un objetivo, es probable, que después de dos horas de navegación, al día siguiente ni te acuerdes de que estuviste haciendo.

Esos descansos de estudiante, que van a ser de cinco minutos y se convierten en una hora, si es que consigues volver a ponerte. En ocasiones, abandonar una tarea a medias, pensando en retomarla más tarde, es abandonarla para siempre.

Una vez que comenzamos, que nos enganchamos a cualquier actividad, es difícil parar, cuesta dejarlo. Me llego por correo un cuadro de equivalencias de tiempo en internet:

En esa misma tabla nos vemos atrapados, con la televisión por la noche o con cualquier otra actividad, que nos despista de lo que queremos hacer o de lo que nos conviene.

Conocemos la dinámica de cómo nos quedamos enganchados, cada uno tenemos la nuestra: Abrir el correo electrónico y ya que estoy conectado mirar las noticias en internet, desde ahí me puedo quedar horas; aburrido, decido jugar una partida con el móvil, que llevará cinco minutos y eso se convierte en hora y media; también vale para esos cinco minutos que voy a pasar con el WhatsApp, de donde paso a Facebook… y que se convierten en una hora.

Hay un espacio, antes de quedar atrapados, donde podemos intuir hacia dónde vamos, cómo vamos a pasar las siguientes horas si comenzamos, si nos dejamos llevar.

A veces está bien, puede compensarnos y es algo que disfrutamos. Otras veces sabemos que nos arrepentiremos, que hubiésemos estado mejor durmiendo o haciendo otra cosa.

El momento de elegir es antes de empezar. El truco, podemos hacer una pausa, antes de dejarnos llevar por el piloto automático. Es como el viejo dicho de las abuelas de contar hasta 10, dar tiempo para que podamos valorar los pros y los contras.

En Mindfulness, para tomar consciencia, para darnos cuenta, encontramos una herramienta, el DROP. Este acrónimo nos recuerda sus componentes, antes de engancharte en algo que no te conviene puedes Detenerte, Respirar (dos o tres respiraciones profundas), Observar y Proseguir.

El detenerte y darte un tiempo permitirá que te des cuenta de por donde quieres seguir. Quizá es el momento de quedarte enganchado a internet toda la noche o quizá es mejor que te vayas a la cama, tú decides.

El parar y observar te da la capacidad de elegir. Si quieres hacerlo más fácil, basta con que pares 3 segundos antes de empezar una nueva actividad y decidas.

También vale para las visitas a la nevera por aburrimiento ¿Eres capaz de abrir la nevera y no comer? ¿Eres capaz de ir a ver tiendas y no comprar? Todo un reto para vencer el impulso que nos lleva a la acción inmediata.

Tú decides, vivir en automático o elegir cómo vivir.

domingo, 20 de diciembre de 2020

El secreto para conseguir resultados

En este mundo de la inmediatez, donde todo lo queremos para ya, hace dos semanas escribía sobre la paciencia y la constancia para llegar donde queramos. La energía la podemos encontrar en el propósito, en la meta clara, en un objetivo donde encontrar motivación, el motivo para la acción.

A veces esa constancia supone sacrificio y esfuerzo, acompañados de fuerza de voluntad. Otras veces parece más fácil, hay un secreto para conseguir la constancia necesaria.

Quería escribir una entrada en el blog todas las semanas y encontré mi rutina de domingo por la mañana: Al levantarme me ponía a escribir lo que me había venido rondando por la cabeza durante toda la semana. Resultaba fácil, casi automático, el sábado me venían muchas ideas a la cabeza y el domingo escogía sobre qué escribir.

Ahora, la rutina ha cambiado, el domingo por la mañana vamos al monte. Me levanto, me calzo las botas de montaña y nos vamos a respirar aire puro y a disfrutar del almuerzo. Un hábito que también me encanta.

De repente se hace más difícil escribir la entrada el blog, ahora supone esfuerzo, no tiene su hueco automático y tengo que buscárselo. Las ideas no avanzan solas. Cuando sabía el momento en el que iba a escribir, era como si cuerpo y mente se preparasen automáticamente.

Si quiero seguir escribiendo semanalmente puedo dejarlo a encontrar el momento y poner fuerza de voluntad cada semana o encontrar el mismo espacio de tiempo todas las semanas (día y hora), para que se convierta en rutina y funcione casi solo. Poner esfuerzo las primeras semanas para que después funcione en automático.

Ayer oía hablar a Nadal de las rutinas para sacar cuando juega al tenis, algunos lo pueden llamar manías. Dice que esas rutinas solo las tiene cuando compite, que ayudan.

Rutina de Rafa Nadal. Tomado de sextoanillo.com

Las rutinas y los hábitos son casi sinónimos. Nos llevan por un camino, en una dirección, casi sin darnos cuenta. En algunos casos nos ayudan y en otros nos pueden perjudicar, sobre todo si nos llevan al exceso.

Dicen que un hábito necesita de 21 repeticiones para establecerse. Es una gran mentira, que a base de repetirse parece verdad. Lo cierto es que cuando repetimos algo, con cada repetición, la siguiente resulta más fácil. Con el tiempo lo convertimos en parte de nosotros.

Si me acostumbro a leer todos los días antes de acostarme me costará dormir si no leo. Si me acostumbro a correr todos los días, el día que no corro me duelen las piernas, es su forma de decir que falta algo.

Las rutinas, los hábitos, pueden ser difíciles de establecer. Lo más difícil es empezar. Después continuar resulta más fácil. La inercia hace que después sea difícil frenar, dejarlo.

La primera ley de Newton, la ley de la Inercia, dice que todo cuerpo continuará en su estado de reposo o movimiento rectilíneo uniforme a no ser que se le aplique una fuerza que le haga cambiar de estado. Como los cuerpos de Newton tenemos inercia, nos mantenemos en nuestras rutinas a no ser que hagamos algo para cambiar.

La clave está en el comienzo, aplicar la fuerza de voluntad inicial suficiente para empezar a movernos o cambiar de hábitos. Escoger los hábitos que nos convienen, empezar y con cada repetición nos costará menos seguir.

Ahora que llega el nuevo año, que seguro vendrá acompañado de buenas intenciones, regálate buenos hábitos, que te hagan más fácil tener una buena vida.

Los hábitos nos evitan tener que hacer con esfuerzo y tener que decidir en cada momento que hacer. Nos llevan a la meta pudiendo disfrutar del camino, sin desgastar la fuerza de voluntad, que es limitada.


Te deseo un 2021 lleno de buenas rutinas.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Con constancia y tiempo, se llega

Vivimos en un mundo de inmediatez, parece que todo tiene que estar a un clic de distancia. La cultura nos empuja al corto plazo, olvidando el largo recorrido ¡Lo queremos todo para ya!

Vivimos como la liebre, del cuento de la liebre y la tortuga, corriendo en distintas direcciones, en ocasiones sin dirección. La tortuga va despacio y llega, siempre llega. Mientras la dirección está clara todo le lleva a la meta ¿Cuál es tu meta?

Las cosas que merecen la pena, muchas veces, llevan su tiempo. No aprendimos a andar en un día, tampoco a hablar. Cosas, aparentemente sencillas, que nos permiten movernos y comunicarnos. Nos llevó su tiempo aprender, así aprender otras habilidades también lleva su tiempo.

Teníamos claro el propósito, dicen que un niño se cae, de media, 4000 veces antes de aprender a andar. Aun con todas esas caídas, aprendemos, somos constantes, tener claro el objetivo y ver a otros que lo han logrado nos estimula, sin darnos cuenta.

Descendemos de agricultores, que con paciencia y constancia cultivaban la tierra, la preparaban, sembraban y seguían cuidando la planta para que creciese, nutriéndola en cada caso con lo que necesitase. No se puede obligar a la planta a crecer más rápido tirando del tallo, la arrancaríamos.

Una planta no crece más rápido si tiras de ella, la arrancas y no podrá crecer

Dibujo de Leyre Fontaneda

Cultivar, con paciencia y constancia es la clave de la cosecha. La ley de la cosecha “recoges lo que siembras” y cuidas. Aunque a veces hay reveses, agentes externos que perjudican la cosecha, lo que está claro es que si no siembras no recoges.

Muchos no quieren pensar en objetivos, no quieren mirar al futuro, dicen que les estresa o se escudan en la importancia de “vivir el presente” ante un futuro indeterminado. También es una forma de vivir.

Por mi parte me gusta apostar por el equilibrio, entre presente y futuro, entre la producción de hoy y la inversión para el futuro. El disfrutar hoy y sentar las bases para seguir disfrutando en el futuro. De la cosecha de hoy, dejar semilla para sembrar y poder recoger mañana.

El futuro, sin olvidar el presente, que la meta no borre el camino que ahora recorres. Sin caer en la trampa de la felicidad derivada, esa que llegará algún día, olvidando la felicidad de cada día.

Como regla, hacer todos los días algo que disfrutes, para no perderte en el futuro, en lo que vendrá. Equilibrar el largo plazo con el corto plazo, los frutos que recoges y disfrutas hoy con la siembra y la cosecha futura.

La vida no es una carrera hacia la tumba ¿Dónde vamos corriendo tan rápido? Vivir a ritmo lento para poder contemplar el paisaje, disfrutar de la compañía y de los regalos de cada día.

La obsesión por el futuro, la prisa porque llegue, puede hacer que te olvides de vivir hoy. También el descuido del futuro lo hace más incierto. Hoy estás construyendo tu futuro. Encuentra tu equilibrio, no siempre es fácil.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Puntual: Llegar a tiempo, con tiempo, sin tiempo o a destiempo

El reloj y el calendario miden el tiempo y nos ayudan a coordinarnos con otros. Nos ayudan a poder organizarnos y programarnos, sabiendo a qué hora sale el autobús y lo que tarda podemos planificar mejor (si vivimos en un entorno donde el autobús llega puntual).

Cada uno tiene su concepto de puntualidad. Para uno puede ser llegar antes, otro piensa que es llegar a la hora y un tercero considera que se debe dar un margen de 5, 10 o 15 minutos.

Encontramos al estricto, que no se puede relajar, intransigente con el tiempo. Por otra parte, el que, aunque lo intenta, nunca llega a la hora, siempre con una “razón” para llegar tarde. El que se retrasa siempre tiene una excusa.

Quizá ambos descontentos si se tienen que encontrar. El inflexible, enfadado por tener que esperar, por todo lo que ha dejado de hacer para ser puntual, sintiendo que le roban el tiempo. Y el que llega tarde, por el conflicto que supone si el primero se lo recrimina o porque se pregunta por qué siempre llega tarde.

La impuntualidad de unos condiciona al resto. En un entorno donde sobra el tiempo quizá no es tan importante. Cuando hay “demasiado” o “mucho” que hacer, va penalizando otras cosas.

Para poder ser puntual hay que percibir el paso del tiempo, hay que saber cuánto lleva aproximadamente una actividad o desplazamiento. Si calculamos con demasiado optimismo, estimando que tardaremos menos de lo que habitualmente se tarda, llegaremos tarde. El mejor truco para llegar pronto es salir pronto, para terminar pronto es empezar pronto.

Impuntualidad y prisa van de la mano. Dibujo de Sofía Fontaneda

Es difícil planificar un día cuando dependes de otros que no son puntuales. Puede pasar, por ejemplo, si un día tienes que ir al médico, aunque te dan una cita para una hora determinada, nunca estás muy seguro de si el horario se va a cumplir y de cuánto tiempo va a llevar. De esta forma ya te condiciona el resto del día.

El retraso en una actividad se va arrastrando a las siguientes. Para no arrastrar los retrasos puedes añadir un cierto margen. Puede que te resistas a añadir un margen porque te parece una pérdida de tiempo, si es así selecciona algo que podrías hacer si tienes ese tiempo, aunque no lo vas a hacer si no lo tienes (si después te empeñas en hacerlo, aunque no tengas margen, volverás a ir retrasado).

El que llega tarde hace “perder” el tiempo a los que llegan puntuales, si es que le esperan. A veces, no hay otra opción, hay que esperar al impuntual. O visto de otra forma, siempre cabe no esperar y aceptar las consecuencias, incluso aunque sea el jefe.

En grupo la impuntualidad se puede convertir en hábito. Soy profesor, si empiezo la clase dos días cinco minutos tarde enseguida esos cinco minutos se convertirán en la norma. La única forma de que esto no ocurra es mantener cierta tensión, empezar puntuales a pesar de los rezagados. Lo mismo pasa con las reuniones en la empresa o entre los amigos. El impuntual hace perder el tiempo a los puntuales.

La impuntualidad es contagiosa, cuando empezamos tarde por un impuntual un encuentro habitual, poco a poco la impuntualidad se irá contagiando, cada vez serán más los impuntuales, sabiendo que ser puntual no importa en este caso.

Sabiendo que la reunión siempre empieza 15 minutos tarde, que nadie va a llegar puntual, pues tampoco tú llegas a la hora fijada. La reunión empieza como siempre, puntualmente 15 minutos tarde. Y si te sigues empeñando en llegar a la hora dedicarás 15 minutos a socializar o a cualquier otra cosa. Ya se pierde suficiente tiempo en reuniones como para empezarlas tarde.

También la puntualidad es un hábito. Si empezamos a la hora todos lo saben y actúan en consecuencia. Me encantaba ir a comer a casa de mi abuelo, allí siempre se comía a las 3, estuviese quien estuviese, el que fuese llegando ya comería lo que quedaba. Todos lo sabíamos y actuábamos en consecuencia.

Llegar con tiempo muestra la importancia del encuentro o del asunto. Ser puntual es señal de aprecio y respeto, es valorar el tiempo propio y ajeno.

Algunas ideas:

  • Empezar a la hora. Es regla de cortesía para con los puntuales, en lugar de guardar un tiempo de cortesía para el que llega tarde.
  • Un truco casi infalible para llegar pronto es salir pronto. Si salimos tarde, podemos intentar solucionarlo corriendo y no siempre funciona.
  • La puntualidad y la impuntualidad son hábitos. Aunque para ser puntual alguna vez hay que ejercitar la fuerza de voluntad y hacer un esfuerzo.
  • El impuntual no va a cambiar porque nosotros queramos. Podemos aceptarlo y adaptarnos. También podemos dejar de esperar y aceptar las consecuencias de seguir adelante sin el que se retrasa.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Pedir, dar, recibir, compartir

No estamos solos, vivimos acompañados, rodeados de otros. En una sociedad cada vez más compleja, dependemos en mayor medida unos de otros. Mis abuelos eran capaces de vivir con lo que producían, más apegados a la tierra, agricultores con algunos animales, cultivaban y recogían lo necesario.

Somos interdependientes, dependemos unos de otros, vivimos del intercambio, ahora más que antes. Ahora sobreviviríamos menos sin esa colaboración. Cada quien tiene su profesión y el dinero o su equivalente facilita comprar lo necesario.

El intercambio económico cumple su función y vivimos el espejismo de la independencia, suponiendo que podemos “comprar” lo necesario, cuando muchas veces lo más importante no tiene precio.

Se nos olvida la colaboración más valiosa, más allá de lo económico: el papel del buen vecino, que echa una mano cuando hace falta; la mano amiga, que nos ayuda a levantarnos; los compañeros de viaje y de vida, con los que recorremos parte del camino y tantos otros regalos que se nos entregan gratis.

A algunos nos cuesta pedir, hemos aprendido y grabado a fuego que pedir es mostrarse débil. Creemos que con esfuerzo podemos cualquier cosa y nos resistimos a ponérnoslo fácil. Incluso nos negamos a ver cuándo necesitamos ayuda.

Pide ayuda cuando la necesites - No esperes a que lo adivinen (Dibujo Leyre Fontaneda)

Hay quien se enfada porque un compañero de trabajo, la pareja o sus hijos no han hecho lo que esperaba, o lo han hecho de otra manera. Expectativas imposibles de cumplir si no se expresan.

Sin pedir negamos al otro la posibilidad de ayudarnos. La satisfacción de aportar. No podemos pretender que el otro se adelante a lo que necesitamos, que nos lea el pensamiento.

Pedir supone el riesgo de recibir un “no”. Es un acto de valentía. Estar dispuesto a aceptar un “no” por respuesta, porque el otro no está obligado a ayudarnos. Lo más bonito de dar es no estar obligado a ello.

Sin pedir es más difícil que te den. Mi abuelo siempre pedía descuento, decía que el no ya lo tenía. Solo veía la ventaja de pedir, si te negaban el descuento pues estabas como al principio.

El intercambio nos favorece a todos. Tenemos distintas cualidades, habilidades, conocimientos, capacidades. Algo que me puede suponer un gran esfuerzo al que me acompaña no le cuesta, incluso le entretiene y le agrada. Aprovechemos la diversidad siendo trasparentes, mostrando lo que queremos o necesitamos, pidiendo para poner fácil que nos ayuden.

El trabajo en equipo supone aprovechar las capacidades diferentes de cada uno. Compartimos un destino común.

Todos hemos recibido ayuda, especialmente en los comienzos. Tan importante como pedir es saber aceptar los regalos que nos encontramos. No rechazar las manos que se nos brindan.

Estos 10 días hemos estado confinados por el dichoso COVID, nos ha tocado cerca. Hemos tenido muchas personas amigas pendientes de lo que necesitábamos. Sin pedir hacemos más difícil que nos ayuden, les obligamos a adivinar.

Es gustoso dar y recibir. Poder agradecer cuando nos ayudan y ser capaz de prestar ayuda. Pedir y dar nos une, es una forma de comunicación, un lazo que nos trasciende. Juntos cada uno de nosotros somos más.

Pide de la forma adecuada:

  • Sabiendo lo que quieres. Podrás pedir claramente.
  • A quien pueda dar. No suele ser práctico pedir peras al olmo.
  • De forma concreta, sin irte por las ramas, que no tengan que adivinar qué es lo que quieres (no tiene por qué salir del otro).
  • En la medida adecuada. Dice el refrán que el que al pedir abusa, a cambio, recibe una excusa.

Puede que pedir no sea fácil, pero ya lo recoge la biblia, “pedid y se os dará”.


domingo, 8 de noviembre de 2020

El método ABCDE para priorizar

 Vivimos en el mundo de la actividad, tan atareados haciendo cosas que en ocasiones olvidamos para qué las hacemos. Encontrar el momento de parar, pensar, escuchar, sentir y elegir que vamos a hacer nos permitirá encontrar las horas que se deslizan entre nuestros dedos, sin dejarnos tiempo para lo que consideramos importante.

Seguramente hayas oído hablar del método ABC para priorizar, donde clasificas cada actividad según su importancia. Las actividades A son las más importantes, después las B de una importancia media y las C con una importancia menor. Una vez clasificadas, teniendo claro que hay que empezar por lo importante, empiezas por las actividades A, hasta terminarlas; después sigues con las B y por último las C. De esta forma, si no logras terminar todo, las que se quedan sin hacer son las menos importantes.

Priorizar es establecer orden, decidir que va primero y qué después (o nunca)

Ampliando este método está el ABCDE. Dos letras más de una importancia capital. De hecho, hemos de empezar por la E, antes de clasificar actividades. La E de Eliminar, eliminar todas las actividades que no merece la pena hacer, que sabemos que no vamos a hacer si nos escuchamos.

Es difícil desechar muchas de nuestras actividades pendientes. Si están entre las pendientes es por algo. En ocasiones son las que van pasando en la agenda de semana en semana, posponiéndose en todas las ocasiones. Es momento de parar, decidir si realmente la queremos hacer y ponemos fecha o si por el contrario la vamos retrasando porque no merece la pena, o porque le tocaría resolverla a otra persona, o por otro motivo y es mejor eliminarla. Que deje de ocupar espacio en la agenda, en nuestras notas y en nuestra mente.

No cuenta lo que tenemos en la lista de pendientes, cuenta lo que hacemos. Así que, si no lo vamos a hacer, mejor tacharlo de la lista.

Con muchas de las actividades eliminadas, o devueltas al responsable de ejecutarlas, tendremos menos pendientes, lo que hace la clasificación más fácil.

El segundo paso es la D de delegar. Ver quien te puede echar una mano, en quien puedes delegar. Mucho mejor si, además, sirve a la otra persona para aprender, desarrollarse.

La delegación da fruto en el largo plazo. Delegar supone un proceso de enseñanza y aprendizaje que necesita tiempo para dar frutos. Primero hay que enseñar cómo hacer, acompañar en el hacer las primeras veces, para que después puedan hacer sin nuestra supervisión.

Un ejemplo de delegación es cuando enseñamos a nuestro hijo a hacer lentejas. Si no sabe, la primera vez, nos resultaría más fácil hacerlas nosotros. La delegación supone enseñar, que nos vea haciendo y después que haga y lo veamos haciendo, vayamos dando sugerencias, para que finalmente pueda hacer solo.

Lo mismo que para nuestro hijo aplica para el que llega nuevo a la empresa o para aquel que colabora con nosotros. Al principio cuesta delegar, después casi seguro que no lo hace como nosotros, debemos saber aceptar las diferencias. Cada uno tiene su estilo y seguramente, el alumno superará al maestro con la práctica suficiente.

Más libres, con menos tareas pendientes, después de haber eliminado y delegado, toca priorizar para empezar por lo importante. Mira esta semana que vas a eliminar, que decides no hacer, para encontrar el tiempo y hacer lo que sí que quieres hacer.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Ponte las cosas fáciles, simplifica

Hay veces que tengo la sensación de ser un burro con demasiada carga. Las obligaciones, lo que debo hacer, la carga, se ha ido incrementando y ya apenas puedo con ella.

Con demasiada cargar es imposible avanzar

Si me paro a mirar llevo muchos bultos inservibles, que en su día tuvieron un propósito y que se han quedado en el carro. Carga que sigo arrastrando sin pararme a poner orden.

Es como el armario sin revisar, donde hay ropa de hace años, que ya no uso y que sigue ocupando espacio. O la estantería, donde están libros que me interesaban hace tiempo y que ahora sería mejor regalar. O proyectos acumulados, a medio empezar y que ya no merece la pena terminar. Cosas, ideas, de las que me da pena o miedo desprenderme. Parece que ando en una economía de postguerra, donde hay que guardar por si acaso en algún momento hace falta.

Más cosas, más proyectos, … ¡más, más y más…! Parece que es a lo que nos arrastra la sociedad de consumo. Acumular sin parar, sin pensar, sin detenernos a valorar, a elegir. Merece la pena que nos demos cuenta que en la mayoría de las ocasiones “Menos es más”.

“Menos es más”

Empezamos la semana, el día, llenos de posibilidades, cosas que hacer. Opciones que nos abruman y nos hacen estar saltando de una cosa a otra, con pequeños avances, insuficientes en la mayoría de los casos. Incapaces de abandonar algunas cosas, incapaces de elegir, sin percatarnos de que no cuenta lo que empiezas, cuenta lo que acabas. Y para acabar tenemos que mantener el foco, la atención, elegir que vamos a acabar hoy.

“No cuenta lo que empiezas, cuenta lo que acabas”

Te invito esta semana a parar, a mirar, a escoger lo importante en tu vida. A dejar lo menos importante. Es una ilusión lo de que podemos con todo. No puedo con todo. No puedes con todo. No somos omnipotentes. Y sí podemos con lo importante. Es nuestro privilegio escoger.

Cuando simplifiques el número de actividades, una vez elegido lo que vas a hacer, aprende a simplificar el cómo hacer. Hay caminos más fáciles que otros para llegar al objetivo. Hay caminos que, aunque sean más difíciles, puedes disfrutar más, de los que puedes aprender más o que te apetecen más. Cuando vas a caminar a la naturaleza hay caminos que puedes disfrutar más. Si planificas, si te informas, puedes escoger qué camino tomar y conocer cuáles son las alternativas.

De pequeños nos enseñaron a simplificar en matemáticas, para que las operaciones nos resultasen más sencillas. Con la práctica la simplificación aparece de forma automática, sin darnos cuenta, después de todo el esfuerzo consciente para simplificar.

Simplificar es un hábito. Te propongo que cada día escojas que es lo más importante para ti, decide que es lo que vas a terminar (puede ser una parte de un proyecto más grande) y busca la manera más simple de hacerlo. Después, manos a la obra.

“Cuando tienes claro el objetivo es más fácil mantener el foco”

Las circunstancias pueden ser difíciles. Nosotros escogemos como hacerlas frente, elegimos que batallas luchar. Otras veces, aunque las circunstancias son favorables, podemos, sin darnos cuenta, ponernos las cosas difíciles.

domingo, 25 de octubre de 2020

El enfado adecuado

 Todos andamos alterados, nerviosos, con el COVID-19, con la normativa, con el cambio al que nos lleva, con la incertidumbre que nos rodea, sin saber cuál va a ser el siguiente paso.

Ahora es el nerviosismo que viene de este no saber a qué atenernos, del miedo a las consecuencias. Si no hubiese COVID podría ser otra cosa. Algunos expresan este nerviosismo, miedo o tristeza con enfado.

Es muy fácil enfadarse, lo difícil es enfadarse adecuadamente:

  • Con la persona adecuada (¿Quién?);
  • En el grado exacto, con la intensidad justa, de modo correcto (¿Cómo? y ¿Cuánto?);
  • En el momento oportuno (¿Cuándo?);
  • En el contexto adecuado (¿Dónde?);
  • Con el propósito justo (¿Para qué? Distinto de ¿Por qué?).

Tenemos opiniones diversas, se dan situaciones nuevas y en muchas ocasiones acabamos discutiendo con el de más cerca, soltando una rabia que no le toca.

Don Quijote atacaba molinos de viento, creyendo estar defendiéndose de gigantes. La embestida solo le hizo daño a sí mismo. Nos pasa lo mismo al enfadarnos cuando no existe el motivo.

El coronavirus no solo está dañando la salud, la economía y la confianza. También está dañando relaciones importantes, cercanas, de muchos años. La impotencia, la incertidumbre, está dañando amistades de toda la vida, relaciones familiares y de pareja, colaboraciones profesionales.

Cada uno tenemos diferentes sensibilidades, diferentes miedos. El respeto a las diferencias ayuda a establecer y mantener relaciones.

La bronca con quién no toca, cuándo no toca y de una intensidad inadecuada daña las relaciones y no nos deja más tranquilos. Usar esa válvula de escape tiene consecuencias.

Enemistades creadas, relaciones arruinadas, entre viejos amigos, entre familiares, por la distinta visión que tenemos de las medidas que habría que adoptar, aunque a nosotros no nos toque decretarlas. O por cómo cada uno decide hacer las cosas. ¿Merece la pena o es mejor hablar de otra cosa? Para que perder demasiado tiempo en lo que no podemos cambiar.

Una vez en el conflicto, cuando nos sentimos dañados, la carga emocional aumenta. Es difícil resolver de manera racional lo que ha escalado emocionalmente (recordar lo que nos une más que lo que nos separa y saber perdonar).

El resentimiento es un veneno que tenemos preparado para otro y que solo nos daña a nosotros mismos. El perdón frente al resentimiento, incluso sin expresarlo, resulta liberador.

Es momento de apostar por el respeto a la diferencia, a las opiniones diferentes. Es momento de comunidad; común unidad ¿dónde están los límites? ¿hasta dónde llega mi libertad? ¿dónde empiezo a dañar la libertad del otro? Algunas preguntas que cada uno debe responderse.

Por otra parte, ¿Quién está pagando los platos rotos de mi frustración? Quizá los que tenemos más cerca. A veces hay que enfadarse, procuremos que ese enfado sea adecuado.

domingo, 11 de octubre de 2020

Ansiedad

 La ansiedad es frecuente en un mundo competitivo y lleno de actividad, con altas expectativas que no siempre se cumplen. La ansiedad puede ser una reacción normal al estrés, provocada por el temor a aspectos supuestamente negativos de un futuro desconocido.

Podemos extraer tres características de este tipo de ansiedad:

  • Anticipación del futuro.
  • De carácter negativo (anticipamos resultados que nos desagradan).
  • Ante un futuro incierto.

Puede ayudar a adaptarnos, a ponernos en marcha, buscar soluciones, a actuar, a ocuparnos en lugar de preocuparnos, ante ese futuro que imaginamos.

Por otra parte, si nos desborda, puede paralizarnos. Incapaces de actuar, los pronósticos negativos tienen más posibilidades de suceder (la verdad autocumplida).

Ansiedad y depresión van, en ocasiones, dadas de la mano. Dibujo de Leyre Fontaneda

Existe una gran diferencia entre una ansiedad puntual, reacción a un momento de estrés, de la que se prolonga en el tiempo. Una ansiedad prolongada compromete nuestra salud a largo plazo, en su triple dimensión: física, mental y social. Lo que escribo se refiere principalmente a la ansiedad puntual.

Explorando la anticipación del futuro aversivo (desagradable), esta anticipación puede provenir de, entre otras cosas:

  • Falta de control percibido: un entorno en cambio, desconocido, puede despertar la inseguridad, es imposible predecir el futuro, sin una bola de cristal que funcione ¿Podemos aceptar que no podemos controlarlo todo? Está claro que “no somos omnipotentes, aunque a veces nos presionamos como si lo fuésemos”.
  • Auto-exigencia y el perfeccionismo: La imaginación sigue jugándonos malas pasadas, sobre lo que somos capaz, además, sin demasiado esfuerzo. Nos convertimos en nuestro peor juez, exigiéndonos más de lo que exigiría cualquiera, de lo que exigiríamos a cualquiera. Con ese nivel de exigencia es imposible llegar, el resultado solo puede ser decepcionante.
  • Demasiadas cosas que hacer y que no haces, con la sensación de que estás perdiendo el tiempo. La fantasía de poder hacerlas todas (otra vez la omnipotencia).

La imaginación, la expectativa, juega un papel fundamental en la ansiedad. Darnos cuenta de lo que estamos imaginando es un primer paso. Muchas veces no somos ni conscientes de lo que está pasando en nuestra cabeza.

Cada uno reaccionamos de una manera ante la ansiedad. Las reacciones pueden no ser muy saludables: puede que nos enfademos ante cualquier motivo, atraquemos la nevera, nos atiborremos de chocolate, fumemos más de la cuenta, bebamos más cerveza o un largo etcétera. Ver esas reacciones nos puede dar pistas de que algo nos está sucediendo.

Los primeros pasos si te encuentras así:

  • Parar y darnos cuenta de lo que nos pasa, de dónde nos viene la sensación.
  • Ser conscientes de que la mayoría de las cosas que nos preocupan no llegan a ocurrir. Y si han de ocurrir afrontarlas cuando lleguen y no por anticipado. Pre-ocuparse es ocuparse antes de tiempo.
  • Ordenar la lista de tareas inacabables, descartar unas cuantas y decidir por dónde comenzar. Empezar por la primera, pasar de preocuparse a ocuparse.
  • Aceptar la incertidumbre del futuro, que traerá cosas buenas y no tan buenas, como siempre sucede.

Todo esto se puede complementar con hábitos saludables:

  • Buscar buena compañía y compartir tus sentimientos.
  • Hacer ejercicio, libera endorfinas y nos pone a punto. Mejor si es en la naturaleza.
  • Risoterapia, los efectos saludables de la risa. Echarse unas risas.
  • Centrarte en la respiración. El Mindfulness puede ayudarte a quedarte en el presente y darte cuenta de lo que te está pasando.
  • Yoga que ayuda a liberar la tensión en el cuello o los hombros que puede acompañar a la ansiedad.
  • Volver a lo fundamental. Realmente necesitamos muy poco. Podemos ser felices con mucho menos.

Si en lugar de una ansiedad puntual esta es prolongada, se puede estar sufriendo un trastorno de ansiedad. En este caso es recomendable buscar apoyo y ayuda de un profesional. La ansiedad puede desembocar también en un trastorno de depresión.

La ansiedad es algo natural y normal en ciertas situaciones. Si se hace intensa, crónica o incapacita para tareas habituales busca ayuda de un profesional.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Terminar lo que empiezas

 ¿Cuántas cosas tienes empezadas sin acabar? Por mi parte unas cuantas. Ocupando espacio en mi cabeza, lo inacabado en ocasiones me provoca malestar y no aporta nada.

Puede ser que esté inacabado porque no quiero continuar con ello, no quiero seguir ese camino, ni me merece la pena. Aun así, el esfuerzo hecho, las expectativas que tenía al empezar, no me dejan abandonarlo. Si este es el caso es posible que haya llegado el momento de soltar esas expectativas, dejar ir el esfuerzo realizado, el tiempo invertido, y continuar sin esa carga de lo inacabado. Puedo abandonar cosas a medias si yo quiero, aceptando las consecuencias.

Un tejado a medias no protege mucho de la lluvia. Imagen de Capri23auto. 

Por otra parte, está lo inacabado que me gustaría acabar, que voy posponiendo por distintos motivos, puede ser pereza, porque me disperso con diversos intereses (empiezo mucho más de lo que acabo). En este mundo, con cada vez más estímulos, es cada vez más difícil mantener la atención y la constancia.

Puede ayudar vislumbrar la meta, sentir como será acabar, disfrutar de algún fruto por anticipado. En un viaje los últimos kilómetros parecen más largos. Pero si ante esos kilómetros que parecen largos te paras y nunca los haces, no llegarás a ver ese paisaje que espera, no llegarás a disfrutar de esos frutos, que ya están maduros.

Si paras, pospones el llegar, puede que la fruta, ahora madura, se pase o se pudra. Si después del esfuerzo de plantar, cuidar lo sembrado, no recoges los frutos llegado el momento, puede ser que ya nunca los puedas recoger y tengas que empezar de nuevo.

Algunas veces es el perfeccionismo el que no deja acabar. Todo, siempre, se puede mejorar. La única forma de acabar es decidir que ya es suficiente, aceptar que no todo tiene que ser perfecto. Así, esta breve entrada, aunque corta, puede ser suficiente.


Te invito a un reto este mes de octubre que va a empezar, dedicarlo a acabar pendientes, a cerrar cosas si no las quieres acabar, a aligerar la mochila para andar más ligero y poder incorporar otras cosas, si es lo que quieres.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Incertidumbre, revolución, cambio

Soy profe, comienza el curso y las expresiones que me salen son ¡menudo follón! ¡Vaya lío! ¡cuánto cambio! Más que un cambio es una revolución. Este año académico va a ser todo un reto, un reto anunciado porque llevamos más de seis meses conviviendo con el COVID-19.

El miedo, la incertidumbre, se palpan en el ambiente. Cada uno vive su propia realidad. El miedo puede llevar a quedarnos paralizados, a salir corriendo. Ese miedo desata las críticas al que hace y al que no hace, críticas no siempre constructivas, que entorpecen más que facilitar. Lleva a discusiones, que, sin nuevas soluciones, nos dejan a todos peor.

Cómo profesores somos responsables de facilitar el aprendizaje de nuestros alumnos y también de cuidar la salud, la suya y la nuestra, en su triple dimensión: física, mental y social. Así lo recoge la definición de la Organización Mundial de la Salud.


No estamos solos. A pesar de las críticas, veo a muchos que han estado trabajando estos meses, entre ellos la dirección de mi centro, con las herramientas que tienen, con las dudas y la incertidumbre.

La desconfianza se ha extendido, ya no sabemos que pensar, en quien confiar. Sin confianza estamos perdidos. Elijo confiar en los que han estado trabajando, los que son responsables de dirigir, los que tienen más información, los que saben con qué medios podemos contar.

“No se puede vivir con desconfianza en todo y en todos, la vida deja de ser vida”

Escojo asumir mi responsabilidad, en mi ámbito, emplear la energía y el tiempo en lo que depende de mí. Dejar de perder energía y tiempo en lo que corresponde a otros. Dejar que aquel que tenga la responsabilidad de dirigir de directrices claras.

“Si no lo hacemos en equipo, todos juntos, va a ser mucho más difícil”

Son demasiadas cosas, demasiados problemas, para asumirlos todos, centrarse en lo importante. Conocer hasta dónde llega mi responsabilidad. En ese ámbito, hacer todo lo que pueda, y no más, cuidándome para poder cuidar. Cada día cambia, no puedes controlarlo todo, el camino se va abriendo al andar.

Las directrices se están ocupando de la dimensión física, de que no nos contagiemos. Es nuestra labor complementar, si podemos, lo que se puede estar olvidando más. El cuidado de las dimensiones mental, emocional y social de la salud.

Y cómo profesor, algo tan simple y complicado cómo facilitar el aprendizaje. El aprendizaje que será diferente, como cada año es diferente. Los nuevos retos de este año nos traen nuevos aprendizajes, también a los profesores, que emplearemos nuevos medios.

Como empezaba, este año es todo un reto, en casa, en la educación, en el trabajo, en el día a día de cada uno. Tiempo para ocuparse y adaptarse, hacer lo que podemos y aparcar lo que no podemos (No podemos con todo). Tiempo de apoyar a y apoyarse con los demás; las dificultades del camino se superan mejor acompañado.


domingo, 13 de septiembre de 2020

Los nuevos comienzos

El año nos regala dos momentos significativos de nuevo comienzo. El comienzo de principio de año (enero) y el comienzo después del verano (septiembre).

Este comienzo de septiembre es especial, después de un tiempo diferente, donde en muchos casos hemos estado confinados y la movilidad se ha reducido.

Un nuevo curso comienza en septiembre. Los nuevos comienzos. Dibujo de Leyre Fontaneda
Con menos viajes exteriores hemos tenido la oportunidad de hacer más viajes hacia el interior, hacia el autoconocimiento. Hemos podido vernos, darnos cuenta de cómo vivíamos antes del coronavirus, descubrir nuevas aficiones y cosas que nos gustan, soñar con cómo queremos vivir, con cómo queríamos que fuesen las cosas en el nuevo comienzo.

Han podido aparecer crisis, personales o relacionales. En cada crisis está la semilla de la oportunidad para un nuevo nacimiento, un cambio, un nuevo comienzo.

Comenzar va de la mano con terminar, decidir que dejamos atrás, que ya no queremos, a qué decimos NO para poder decir SÍ.

Y ahora que volvemos a empezar se nos pueden olvidar los sueños, lo que queremos. Corremos el riesgo de volver a la vida en automático, sin saborearla, sin darnos cuenta.

“Vivir tu tiempo”, que da título a este blog, quiere dar un enfoque a la gestión del tiempo no centrada en ser productivo, en el sentido social del término. No somos máquinas, robots programables. Cada uno decide lo que quiere producir y lo más productivo, para ti, a veces, puede ser no hacer nada, simplemente estar.

La respuesta a “¿Cuál es el mejor uso de mi tiempo?” depende de qué resultado quieras conseguir. El resultado se puede dar en el presente, en lo que estás viviendo o en el futuro, hacía dónde quieres caminar. Equilibrar presente y futuro, lo que vives ahora con lo que esperas vivir en el futuro. El presente, lo único real, se puede escapar, soñando con el futuro imaginario. También el presente, lo que haces ahora, te lleva a tú futuro, eres responsable de los pasos que das.

“Vivir tu tiempo” está enfocado en ser consciente de cómo vives tu vida, darte cuenta de lo que sí quieres y de lo que no quieres, de lo que te pasa. También, hacerte responsable de tus resultados, de tus relaciones, que son fruto de tus decisiones, de tus elecciones, sin echar pelotas fuera.

Puedes ser más productivo, según tu propio criterio, viviendo más tu vida, haciéndote responsable de tus decisiones, buscando los resultados que quieres. Implicándote y decidiendo, haciendo lo que sí puedes hacer y dándote cuenta de tus límites.

Cada día es un nuevo comienzo. Puedo, puedes, podemos escoger cómo vivir a partir de ahora. Escogiendo estar menos limitados por nuestro pasado. Viviendo ahora y encaminándonos hacia el futuro que soñamos.

Tú eliges cómo quieres comenzar cada día. Tú eliges cómo quieres vivir este año que comienza.

domingo, 6 de septiembre de 2020

No puedes acabar una tarea a menos que la empieces

 Hay días que soy un maestro de la procrastinación (hacer cosas triviales posponiendo las importantes), de dejar para mañana lo importante, entreteniéndome con mil tareas menores, sin importancia, que me dan la sensación de que hago algo productivo, mientras lo importante, lo que quería hacer sí o sí se queda en el tintero, sin hacer. Nos consolamos diciendo, “al menos estoy haciendo algo”.

El problema se agrava si esté hábito improductivo se alarga: una semana, varias semanas... Puedo ser consciente si me doy cuenta de que lo importante lleva demasiado tiempo sin avanzar.

Mejor no hacer nada que estar ocupado en cosas poco útiles que te despistan

Cuando lo importante no avanza y tiene fecha límite, con el tiempo, se convierte en una crisis. Al ser importante, va a tener consecuencias, y como al ir dejándolo, queda poco tiempo para la fecha límite, el estrés aparece. Si el estrés es moderado y puntual nos puede ayudar a superar esa crisis. Otro problema es cuando las crisis son una constante, el estrés se convierte en crónico, saltando de una crisis a la siguiente.

“Posponiendo lo importante provocamos crisis en nuestra vida cuando se convierte en urgente”

Lo importante puede pasar inadvertido cuando no hay fecha límite, lo podemos posponer de manera infinita. Suelen ser las que nos llevan a resultados muy positivos si las hacemos y que, sin embargo, pasan desapercibidas si no las hacemos. Si pones fecha a lo importante, al menos te darás cuenta de por cuanto tiempo lo vas posponiendo.

Lo importante es lo que tiene consecuencias. Lo que hacemos nos lleva a resultados. Las consecuencias pueden ser muy buenas cuando hago algo con importancia o al hacerlo puedo evitar unas consecuencias negativas.

Dejar para mañana es un hábito, cuanto más vas dejando una cosa más fácil es que la sigas dejando para más adelante. Si procrastinas en algún ámbito de tu vida es más fácil que también lo hagas en otros. Si quieres obtener resultados diferentes tienes que romper el hábito.

“Si lo dejas para mañana un día, es probable que los días vayan pasando uno tras otro”

Puedes ir dejando lo que te desagrada, aun sabiendo que lo tienes que hacer, con lo que la preocupación y el desagrado irán creciendo. Hazlo primero, cuanto antes, y disfruta del resto. Es más fácil hacer lo que nos gusta, aunque las consecuencias no sean las que nos gustan. Inteligencia para ver las consecuencias de nuestros actos.

Otro motivo es encontrar la tarea abrumadora o demasiado difícil, no sabes por dónde empezar. Puedes dividirla en tareas más pequeñas, empezar a hacer y normalmente el camino aparece ante ti. No puedes ver todos los giros hasta que no empieces a andar ¡Cuantas veces lo que parece tan difícil no lo es tanto si nos ponemos a ello!

No puedes acabar una tarea a menos que la empieces

También nos lleva a posponer las cosas el perfeccionismo, que nos paraliza, la indecisión ante la necesidad de acertar, no equivocarnos. Aunque no actuar puede ser un error mayor. Los autores perfeccionistas siempre están revisando el primer capítulo, así que rara vez terminan un libro.

Algunas preguntas que te pueden ayudar a tomar conciencia: ¿Qué suelo procrastinar? ¿Qué estoy posponiendo ahora? ¿Cómo me siento al darme cuenta? ¿Qué causa mi hábito de dejar para más tarde? ¿Cuáles son las consecuencias?

Por otra parte, ver lo que dejas para más adelante, puede hacerte ver que realmente no lo quieres hacer, no te toca (es responsabilidad de otro), no está de acuerdo con tus valores y prefieres aceptar las consecuencias de no hacerlo. En ese caso, es momento de pasar página, dejarlo y dejar de sentirte culpable por no hacerlo.

Dos reglas para conseguir cualquier cosa: primero empieza y después continúa ¿Qué quieres conseguir? Pues es momento de empezar, deja de ponerte excusas.